Saludo a los lectores del portal Al Poniente después de mi ausencia voluntaria con motivo de las recientes campañas políticas de elección popular de alcaldes, gobernadores, consejos y asambleas. Esta ausencia fue motivada por el propósito de evitar cualquier interpretación equívoca de alguna de mis frases y opiniones, dada mi calidad de funcionario de una institución oficial. Además me obligó la lealtad institucional a mis superiores, a mis colegas, y a quienes, en este momento de mi vida profesional, dependen jerárquicamente de mí.
Así mismo en mis redes sociales no hice ninguna referencia política ni contesté a comentarios para mi afortunados o desatinados, aunque, confieso, se me “hacía agua la boca”. Ni siquiera puse un solo “like” en mi red de Facebook.
Lo anterior no significa que haya dejado a un lado mis preferencias políticas y electorales, las cuales están implícitas en un estado de derecho y a las que en ningún momento renunciaré. Como tampoco renunciaré a mis afectos y a mis convicciones que transcienden a todo tipo de consideraciones sociales e incluso económicas.
En la intimidad de mi hogar hice fuerza, me interesé en todo el proceso electoral y llamé a los candidatos de mi preferencia a renovarles mi amistad, mi convicción por sus propuestas, mi afecto y mi amistad.
Mis lectores también son testigos, de primera mano, de que mientras he tenido una vinculación como directivo de una institución oficial no he escrito ninguna columna de tipo político.
Hay tantos temas que me llaman la atención que me permiten aplazar columnas con “participación política” para otras instancias de mi vida, que en su momento evaluaré si son pertinentes.
En la presente columna quiero destacar el peso político de la generación que estudió en la década del setenta en la Escuela de Minas, hoy Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia, en la cual me formé como ingeniero en la ciudad de Medellín. Esta generación le dio a la ciudad y al departamento un importante número de alcaldes y gobernadores que quiero listar para conocimiento de la comunidad.
Con todos ellos compartí clases, tertulias, preparación de exámenes, cafés, jornadas deportivas, conciertos, y todas las cosas que uno hace en la universidad.
El gran historiador Alberto Mayor Mora nos cuenta (1) que la Escuela de Minas fue creada mediante la Ley 60 de 1986 e inició actividades el 2 de enero de 1988, bajo la rectoría del ingeniero Tulio Ospina, graduado en la Universidad de California en Berkeley.
Los profesores más representativos de sus primeros años fueron, Pedro Nel Ospina, Tulio Ospina, Juan de la Cruz Posada y Alejandro López, quienes sembraron las bases para la formación de una nueva dirigencia que marcó a la ciudad y al departamento, además de la nación.
En el discurso inaugural de la Escuela de Minas, el primer día de clases, el ingeniero Tulio Ospina Vásquez expresó la filosofía de la Escuela en un significativo mensaje que quedó para la posteridad (2):
“He aquí las condiciones que se necesitan para ejercer dignamente la profesión a que aspiráis. Aquellos de entre vosotros que sintáis en vuestro pecho ánimo suficiente para luchar sin temor y sin descanso con las dificultades naturales y las preocupaciones sociales; los que halláis heredado de vuestros padres la honradez, la energía y los hábitos de la economía y de trabajo proverbiales de nuestra raza, dad un paso al frente porque vuestro es el porvenir… Pero los que no llenéis todas estas condiciones haríais mejor en volver a vuestras casas, porque llegaríais con el tiempo a ser la deshonra de la Escuela, y sólo contribuiríais a la ruina de nuestra querida patria.”
En otro momento de la historia, durante su tercer período rectoral, Tulio Ospina les habló a los estudiantes que se graduaban en la Escuela de Minas en el año 1912, reforzando los principios y propósitos de esta nueva casa de estudios (3):
“Nos proponemos formar… no simplemente ingenieros capaces de aprovechar las fuerzas y ventajas naturales en beneficio de la industria y del comercio, sino también los administradores ordenados y económicos de todo género de empresas, públicas y privadas, a la vez capaces de figurar como empresarios de industria por su propia cuenta”.
Cuatro alcaldes se formaron en la generación de los setentas en la Escuela de Minas, mi generación, habiendo ingresado entre los años 1970 y 1972: Omar Flórez Vélez y Luis Pérez Gutiérrez alcaldes de la ciudad de Medellín; Néstor Diez, alcalde del municipio de Sabaneta; y Guillermo Bustamante, alcalde del municipio de Copacabana.
También dos gobernadores surgieron de nuestra generación: Fernando Panesso Serna y Luis Pérez Gutiérrez.
Todos estos dirigentes comieron fríjoles alguna vez en la casa de mi mamá y con ellos guardo amistad y comparto recuerdos de nuestra vida de estudiantes.
Pero la historia no para ahí. Esta generación dio varios candidatos que aunque no ganaron las elecciones si fueron participantes activos y, en su momento, con posibilidades de lograr sus propósitos.
Para la alcaldía de Medellín en diferentes momentos fueron candidatos Álvaro Vázquez Osorio y Jesús Aristizábal Guevara.
Para la gobernación de Antioquia también participaron como candidatos Álvaro Vásquez Osorio, Federico Restrepo Posada y José Luis Jaramillo Castrillón.
Como hecho relevante, en la reciente campaña a la gobernación compitieron tres egresados de la Escuela de Minas formados en la década del setenta: Luis Pérez Gutiérrez, Federico Restrepo Posada y Luis Guillermo Jaramillo que recibieron clases con los mismos profesores, compartieron sueños y esperanzas y tal vez lanzaron piropos a las mismas muchachas de la época.
Y como “ñapa”, la generación de los setentas dio dos gerentes de Empresas Públicas de Medellín, el cargo púbico más relevante de nuestra región después de la gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín: Iván Correa Calderón y Federico Restrepo Posada.
Pero la impronta de la Escuela de Minas en la administración pública regional no comenzó en los setentas, ya que ilustres ingenieros de la institución en épocas anteriores también tuvieron la dignidad de ser alcaldes y gobernadores.
En la lista de gobernadores se encuentran: Álvaro Villegas Moreno, Nicanor Restrepo Santamaría, Alberto Vásquez Restrepo y Pedro Nel Ospina Vásquez, este último uno de los fundadores de la Escuela.
En el listado de alcaldes están: Evelio Ramírez Martínez, Álvaro Villegas Moreno, Juan Felipe Gaviria Gutiérrez y José Jaime Nicholls Sánchez Carnerera.
En otra columna podría detallar la lista de concejales, diputados y congresistas de mi generación, y de otras generaciones, para lo cual no tengo suficiente información en el momento.
Hoy la Escuela de Minas se transformó en la Facultad de Minas de la Universidad Nacional Colombia, ofreciendo doce programas de ingeniería, diez y seis especializaciones, quince maestrías y ocho doctorados.
Con seguridad en las futuras campañas electorales nuevos egresados de la Facultad de Minas serán actores del acontecer político de la ciudad y el departamento.
A todos vale la pena recordarles el lema clásico de la institución:
“Trabajo y Rectitud”.
Bibliografía:
(1, 2, 3). Mayor Mora, Alberto. “Etica, trabajo y productividad en Antioquia”. Tercer Mundo Editores, cuarta edición, 2005.
Comentar