Al final

La fina lata del cuchillo

se deslizaba por mi pecho;

acaricia mis tejidos

hasta rozar el pálpito

de mi sufrimiento.

Me refresca, fría, aún roja

a gotas cae en la ya humedecida alfombra.

Brota la felicidad

en el escurridizo tiempo

que se agota,

retirar el puñal,

soy libre de estar tan rota.

Dejo esta carta

tras mi triunfo,

he partido con la sombra,

sabrán como testigos

de la exhumación del hombre

frente a su Dios,

que ya no podrá someterle

ahora.

Cofradía de ánimas redentoras.

Aquelarre,

aquí la muerte hecha paz

al final siempre se atesora.

Nada que me contenga,

me disuelvo con la aurora,

quizá ya nunca vuelva

con mi llanto,

el olvido me perdona.

Desgarrado mi esfuerzo con las musas,

en su adiós

asimilo la derrota;

exhorto a las letras que condensan

sentimientos que no serán,

fui yo

en otrora.

Sin vuelta,

desangra mi alma,

apagada y sola.

María Mercedes Frank

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