La procrastinación, definida como “la postergación de tareas importantes en favor de otras menos relevantes”, refleja una tendencia hacia la gratificación inmediata. En el ámbito económico, esta inclinación hacia el corto plazo puede tener implicaciones nefastas. La economía prospectiva plantea que las acciones con preferencia al largo plazo tienden a ofrecer mayores beneficios para la sociedad.
La teoría de la preferencia temporal, de Ludwig von Mises, dejó en claro la importancia que tiene la preferencia por el largo plazo, como puede ser en términos de ahorro y tasas de interés que, a la postre, determinan la cantidad de capital disponible para ser usado en la materialización de ideas creativas de alto valor para la sociedad. En las últimas tres décadas, Colombia ha experimentado una disminución en sus tasas de capitalización, que refleja la cantidad de recursos disponibles para respaldar y expandir las actividades productivas. Simultáneamente, las tasas de ahorro han disminuido. Una gran proporción de colombianos ha priorizado el consumo actual, sacrificando potenciales beneficios futuros derivados de los rendimientos del ahorro.
La procrastinación está creciendo rápidamente en aquellos lugares donde la incertidumbre por el futuro se reduce y es cada vez menos necesaria la planeación personal a largo plazo. Es decir, en la medida que las personas tienen la garantía de que un tercero (generalmente el Estado) se encargará de cubrir y costear el riesgo futuro de la incertidumbre en sus vidas, como por ejemplo en materia de vivienda, pensión o empleo, las personas disminuyen su aversión al riesgo; luego, como se eliminan etapas previas y se simplifican los procesos entre cada etapa, algunas personas tenderán a valorar más el corto que el largo plazo, pues la rentabilidad futura del sacrificio presente es mucho más reducida. Esto lleva a que las sociedades disminuyan sus tasas de ahorro.
La evidencia empírica revela que aquellas sociedades, con una visión favorable sobre las virtudes del largo plazo, esto es, sociedades con tendencia a mayor ahorro, son sociedades que, tras unas pocas generaciones, se han convertido en unas de las más prósperas de la Tierra en términos per cápita, como Qatar, Kuwait o Alemania.
La preferencia por el corto plazo genera un efecto nocivo sobre el crecimiento, el desarrollo económico y el mejoramiento del bienestar de la ciudadanía, pues es el ahorro –el ejemplo más claro de la preferencia por el largo plazo– el que permite que una sociedad se capitalice y prospere de manera estable, sana y sostenida en el tiempo.
Los Gobiernos populistas, principalmente de izquierda, promueven los subsidios, la garantía del empleo, la educación estatal, la cobertura en servicios públicos y de salud, y demás, motivando a los ciudadanos a consumir toda su renta en el presente y a fiarse de las finanzas públicas en el futuro. Sin embargo, el problema radica en que los ingresos futuros del Gobierno dependen en mayor medida de los frutos del ahorro presente de las personas. Se cree que el Estado es quien financia a las personas, cuando realmente son las personas quienes financian a los Estados.
Colombia puede tener un futuro lleno de prosperidad, pero la garantía para lograrlo es abandonar las ideas que promueven la dependencia al Estado y aumentar la iniciativa privada. Sin ahorro, no hay futuro.
La versión original de este artículo apareció por primera vez en el Diario La República (Colombia), y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.
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