¿Afganos en Colombia?

“… Pareciera ser que después de haber digerido una crisis venezolana y estar viviendo de manera acelerada la problemática migratoria a nivel interno […] los recursos de Estados Unidos han “humanizado” a nuestra patria”


No es extraño que hoy nos encontremos con un conflicto ideológico muy latente entre el pensamiento occidental y las posturas de oriente, dilemas geopolíticos que se radicaran prontamente en nuestras regiones del bello Macondo; sigue marcando entonces, en la agenda política de nuestro país, frente a la realidad del conflicto, la creciente necesidad  de unas apuestas a la diversidad política entre las naciones, una cooperación “humanitaria” que busca de manera constante la aparición de un enemigo y que a la vez alimentan el debate bélico entre las potencias que participan de manera directa en esta escena de la globalización.

Las noticias de Afganistán sobre la nueva toma del poder por parte de los Talibanes, de nuevo han perpetuado el discurso anacrónico que insinúa la satanización del extremismo islámico, sin conocer a detalle la compleja realidad histórica, política y religiosa que está inmerso en este fenómeno que hoy trasciende la toma de decisiones en materia de migración. Ahora bien, adherido a la especulación que se ha creado frente a la realidad fáctica en medio oriente,  se  hace antesala la preocupación de occidente frente al terrorismo y más cuando estos actos están permeados de corrientes religiosas extremistas.

Por ello, analizando la realidad desde una mirada política – filosófica, hoy a Colombia se le sobrecarga otro existente conflicto, pareciera ser que después de haber digerido una crisis venezolana y estar viviendo de manera acelerada  la problemática migratoria a nivel interno (Bojayá, Bagadó, Alto y Bajo Baudó y Carmen de Atrato, Tambo, Corinto, Caloto, Argelia, Guapi, Timbiquí, El charco, La tola, Olaya Herrera, Santa Bárbara de Iscuandé, Mosquera, Magüí Payan, Barbacoas, Cáceres, Ituango, Amalfi, Peque y Murindó.) los recursos de estados unidos han “humanizado” a nuestra patria con los hermanos Afganos.  Cabe un interrogante ¿Por qué EE. UU. o el Gobierno en la cooperación que hoy pregona, no gestionó el recurso para nuestros coterráneos?

No deseo contestarme, para evitar la levedad, pero si va a ser evidente con esta nueva postura, pueda que me equivoque, que surjan a-posteriori de manera visible escenarios posibles de nuevas colonizaciones y el surgimiento a nuevas visiones sobre la comprensión de la diversidad y la ayuda humanitaria, en especial cuando en esta toma de decisiones se juega los factores económicos como el significante del bienestar. De allí, que comprendamos, por qué ciertos sectores  observan con un grado inicial de “aporofobia” a la cultura afgana que se radicará de manera provisional en nuestro pais, no por el hecho de que sean pobres a raíz del  factor migratorio que genera el conflicto entre las mismas escuelas del islamismo, sino porque estos migrantes, en un análisis un poco marcado por el devenir histórico, al asentarse en los territorios, presentarán convicciones de vida tan bien estructuradas que pueden influir en las decisiones  nacionales y en las concepciones religiosas de las personas, ganando adeptos, que en síntesis se transforman en pequeñas comunidades Colombo-islámicas con posturas ideológicas muy marcadas ante los gobiernos en todo el mundo, pasando de este modo a tener incidencia en la construcción del tejido social de Colombia.

Considero que el islam al estar posicionado e inmerso en la cultura occidental (Colombiana), su pensamiento árabe (Oriente) se convertirá en un nuevo ente problema con tinte político y económico en relación con la gestión de nuestro problema migratorio interno, ya que desestabilizan concepciones muy evidentes en torno al fundamentalismo religioso, el posicionamiento de pensamientos teocéntricos y además visiones político – económicas, filosóficas y culturales no occidentales.

Ahora bien, en toda esta realidad agreste, no podemos dejar de percibir el momento por el que pasa Colombia, los nuevos nichos de la cultura afgana, serán elementos detonantes de la aguda confrontación entre los sectores políticos que hoy ya empiezan a hablar, porque vendar la realidad contextual en la que se juegan estos poderes, a costa de la marginalidad que sufren los pueblos por los problemas migratorios, es negar el fenómeno ya introducido por los acuerdos entre Colombia y EE. UU., sustentados en la viabilidad de trabajar en torno a un aspecto “fundamental” de la geopolítica actual.

En síntesis, bienvenida la nueva migración afgana para Colombia,  siempre bajo la premisa  de que “todas las culturas, creencias y costumbres deben de tener cabida en una sociedad abierta, siempre y cuando no entre en colisión frontal con aquellos derechos humanos y principios de tolerancia y libertad que constituye la esencia de la democracia”; y el llamado desde la piedad a poner los ojos en nuestro problema migratorio interno, nuestros compatriotas también esperan un padrino que les ayude.

Sergio Augusto Cardona Godoy

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