Suena a despedida de “nea” en jerga antioqueña, pero les aseguro que, aunque también podría utilizarse para este contexto no es la intención. El día de ayer despedimos a la Reina Isabel II, soberana de Reino Unido y la Mancomunidad Británica, la segunda monarca que más tiempo reinó después de Luis XIV de Francia, Luis el Grande o el Rey Sol como también lo llamaban, títulos dignos de representantes que en tiempos de antaño eran considerados descendientes divinos. El caso es que su muerte fue un acontecimiento histórico que entumeció el mundo durante los últimos diez días. ¿Acaso tenemos algo que aprender de su vida y legado?
Al enterarme de la noticia, no pude evitar soltar una lágrima. Sentí en mi cierta cercanía con aquella mujer que de alguna forma había conocido a través de eventos televisados, lecturas, series de televisión y películas que relataron su vida personal, los acontecimientos y eventos mundiales que le tocó atravesar que además son bastante numerosos para enumerar, pero hay algo que resaltó inmediatamente y me causó enorme curiosidad. Su muerte distrajo de tanta conmoción y revivió la nostalgia de muchos al recordar la imagen y estabilidad que proyectaba su majestad durante más de setenta años de su reinado. Y es que, al investigar un poco más a fondo, además de las múltiples funciones que cumplía su Majestad como cabeza de gobierno había una que al parecer era su preferida y que mejor supo maniobrar a pesar de los escándalos de la familia real y fue mantener la identidad nacional y representar estabilidad y continuidad.
En Colombia hasta donde mi ignorancia me permite pronunciarme al respecto solo hubo un intento de instaurar un sistema monárquico a inicios del siglo XIX y fracasó, quizá no somos un pueblo que admitiría ser sometido a un rey o reina así en ocasiones nuestras acciones demuestran lo contrario. Si, lo digo por el fervor que despierta ciertos personajes en la política actual tales como el Expresidente Uribe, el actual presidente Petro y una lista que los invito a que la complementen pues seguro se podrán nombrar muchos más.
Empero la discusión que pretendo despertar no gira en torno a si Colombia ha de ser o no un estado monárquico, sino a quien asume hoy en día una función tan importante como aquella que asumió su Majestad ¿Tenemos en Colombia un personaje que nos ayude a mantener una identidad nacional? ¿Tenemos una identidad verdaderamente nacional? ¿Hemos tenido en Colombia estabilidad y continuidad en algún momento?
Vale la pena analizar estas preguntas y otras que puedan plantearse e incluso derivarse de estas. Mi tesis es que necesitamos una figura como su majestad, alguien dé la vida pública que asuma un liderazgo nacional y nos permita construir bajo cierta estabilidad y continuidad que además nos lleve a la convergencia y no la división o la radical polarización. El presidente Petro no es esta figura o al menos hasta ahora no ha asumido este rol.
Su gobierno ha sido enfático al igual que sus antecesores de la necesidad de generar un gran pacto nacional para encontrar el mecanismo de coalición y paz que permitiría construir el país que queremos hacia el futuro sin embargo los intentos se han quedado en palabras. A un poco más de cuarenta días desde que se le impuso la cinta presidencial ante la espada de Bolívar aún se denota mucha confusión alrededor de los interlocutores que participaran, los temas que se trataran y cual sería el cronograma que se establecería para traducir dichos acuerdos en un plan de desarrollo nacional financiera, social y ambientalmente sustentable y además ejecutable en los próximos años.
Lo he dicho en una columna previa, las festividades y júbilo tendrán que dar paso a resultados que no dan espera y es indispensable que el cambio que se aclamó se comience a materializar sino estaremos “quietos en primera” y es algo que no puede pasar.
Que la muerte de la Reina Isabel II y su ejercicio como monarca nos sirva como país para que nuestros dirigentes actuales y futuros se preocupen más por el pueblo colombiano, la identidad que nos une a todos, la estabilidad a la que aspiramos y la sensación de continuidad y avance que nos hace sentir vibrantes ante la vida y no en vicios personales y egocéntricos que buscan solidificar un apellido y consolidar un poder político que perdure como hasta ahora ha sido.
Otras columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/szapata94/
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