Acoso escolar o bullying: ¿casos aislados?

Los niños, niñas y adolescentes del país están sufriendo acoso escolar o bullying. Y no, no se trata de casos aislados o bromas espontáneas. Estamos frente a un problema nacional que está fuera de control.  


Los niños, niñas y adolescentes del país están sufriendo acoso escolar o bullying. En una semana vimos al menos tres noticias de alcance nacional que lo evidenciaron. Rcn radio el 15 de julio tituló “tragedia en Fusagasugá: Un niño se habría quitado la vida por el bullying que le hacían”. Por su parte, el 18 de julio Noticias Caracol reseñaba “niño fue empujado por compañeros de colegio y ahora está grave en un hospital en Bogotá”. Blu radio, el 19 de julio, describía que “menor de 12 años atacó con un bisturí a su compañero de colegio en el sur de Bogotá”.

Y no, no se trata de casos aislados o bromas espontáneas. Estamos frente a un problema nacional que está fuera de control. El documento “El bullying escolar en Colombia: informe comparativo con otros países de la región”, publicado por el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana muestra que el país “es el segundo con mayor índice de exposición al bullying dentro del grupo de países de Latinoamérica miembros y aliados de la OCDE”. De igual forma, “se ubica como el segundo país donde los jóvenes hombres reportaron en un mayor porcentaje ser víctimas de cualquier tipo de acoso escolar”.

¿Dónde empieza el problema? ¿Cómo pueden estos niños sentir odio por otro ser humano para atentar contra su vida? ¿El problema está en la formación que reciben en casa? ¿Los maltratadores han sido víctimas? ¿Qué podemos hacer para que los niños escapen a la influencia de su entorno? ¿De qué manera estamos resolviendo nuestros conflictos en el seno familiar? ¿Faltan controles en las instituciones educativas? ¿Cuál es el papel de la familia? ¿Son suficientes las herramientas de las cuales disponemos? ¿Falta capacidad de profesores y directivos? ¿Cómo garantizar atención integral a las víctimas y a sus familias? ¿Necesitamos más programas y políticas educativas? ¿Qué futuro les espera a estos agresores cuando alcancen la adolescencia y la edad adulta? ¿Qué podemos aportar como sociedad?

Las agresiones se están volviendo parte de la rutina. En algunas situaciones incluso, se suelen normalizar las conductas y patrones: amenazas, humillaciones, incitaciones a la violencia o maltratos psicológicos, verbales y físicos. Pues tal como lo indica la nota editorial de El Espectador del 10 de mayo, “varios de los alumnos del colegio no ven un hecho criminal, sino una falta de medir las consecuencias”.

La realidad confirma que necesitamos intervenciones integrales para impactar y disminuir de forma sostenida en el tiempo la ocurrencia del acoso escolar y sus efectos negativos en términos de salud mental y estabilidad emocional. El silencio, incrementa los espirales de violencia. De ahí la importancia de conocer y hablar con claridad del acoso escolar o bullying; no podemos ser pasivos ante este tipo de hechos. Un profesor, al ser cuestionado por uno de los casos señalados, manifestó: “si se tenía que morir, que se muriera”. Indignante. Pero, parafraseando a Viktor Frankl, si bien no captamos, ni entendemos la realidad y creemos que el sentido de la vida se nos escapa, no podemos perder la esperanza.

 

Miguel Ávila Bruno

Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Especialista en Derecho Público de la Universidad Autónoma (Bogotá). Experiencia en dirección, gestión y asesoría de entidades públicas.

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