Por ello, el título de esta columna nos remite a un verso del himno venezolano –“Gloria al bravo pueblo”–; una consigna que hoy cobra vigencia para una nación que no se merece el infortunio de la dictadura. Más allá del rechazo y de la solidaridad, que hoy llenan los medios de todo el mundo, insisto en dos aspectos:
El primero, que la instalación de una Constituyente espuria desde su convocatoria y fraudulenta en sus resultados, conlleva la clausura, de facto, de la Asamblea Nacional, elegida por el voto popular legítimo y confirmada por una consulta espontánea con más de 7 millones de votos contra la Constituyente. La Abolición de un Poder Legislativo independiente es ingrediente fundamental en la receta de un Estado comunista, al estilo cubano y en la línea del Foro de Sao Paulo, cuya página oficial rebosa apoyos bajo el lema: “Venezuela: Corazón de América. Todos en el continente con la Constituyente”.
Otros ingredientes son la instigación a la lucha de clases, la mentira de la entrega del poder al pueblo, los colectivos civiles armados, el arresto de los disidentes, la centralización económica, el silenciamiento de los medios, la cooptación de la justicia y, finalmente, el cierre del Congreso. Esos pasos, como en viacrucis, ya los vivió el pueblo venezolano.
El segundo aspecto es, con la meritoria excepción del Secretario Almagro, la posición timorata de la comunidad internacional, que apenas hoy, ante el atropello de la Constituyente, por fin abre los ojos tapados con la venda de lo políticamente correcto, mientras Venezuela caía al abismo y sus líderes clamaban por apoyo internacional.