Hace casi cuatro años escribí esta columna sobre una experiencia maravillosa que realizamos algunos estudiantes de Paz a la Calle en Ituango, una vez se conocieron los resultados del plebiscito por la paz de 2016. Hoy, cuatro años después de sentir que el conflicto ya era cada vez más cosa del pasado, nos enteramos de que más de 800 personas fueron desplazadas por amenazas de grupos armados. Ante la tristeza de sentir que vamos cada vez más en reversa, quiero replicar la columna de aquél entonces para que sintamos que la esperanza ha terminado y que, más que nunca, es momento de apostarle a la paz.
Ituango es tierra de paz y reconciliación
Ituango es un municipio que para quien no esté informado sobre la historia del conflicto armado colombiano puede sonar desconocido. Sin embargo, su alegría y su calidez no se han visto afectadas a pesar del triste pasado que carga. Este viernes, a partir de la actividad del grupo denominado “Paz a la Calle”, quedó totalmente demostrado que la reconciliación y la paz de sus habitantes es posible incluso con una historia difícil por detrás.
Ituango es un municipio ubicado en la región norte del departamento antioqueño y se encuentra a cinco horas de Medellín. Tiene una población que se acerca a los 21.000 habitantes, su clima varía entre los 30° y los 10° dependiendo de la hora del día y tiene una superficie rural más amplia que la urbana. En su historia se encuentran anécdotas de conquistadores españoles, presencia antigua y presente de tribus indígenas, fundación alrededor de la Iglesia Santa Bárbara y construcción de una economía local. Sin embargo, es más recordado por hechos como la masacre del 14 de Agosto del 2008, la toma de La Granja perpetrada el 7 y 14 de Agosto del 2002, la masacre de El Aro el 22 y 23 de Octubre de 1997 y la muerte del defensor de derechos humanos Jesús María Valle siendo éste un ituanguino de sangre; sucesos todos totalmente desastrosos para la historia del conflicto armado colombiano.
A pesar de todo, sus habitantes no han dejado atrás aquella sonrisa tan natural en cualquier ser humano. Su felicidad se deja notar con gran ímpetu cuando cualquier suceso los alegra. No han perdido sus tradicionales valores del campo colombiano y tampoco han dejado de continuar una vida normal a pesar de la gran cruz que carga su pasado y su presente. Ituango es un municipio en el que han tenido presencia desde guerrilleros hasta paramilitares, algunos casos incluso señalados con influencia de la política capitalina antioqueña de aquél entonces. Todos estos sucesos han costado, lastimosamente; más cifras de masacres, ejecuciones, violaciones, desapariciones, extorsiones e intimidaciones, que han sembrado cierto temor en el pueblo y que terminó convirtiéndolo por comunicado del Gobierno Nacional como una “zona de riesgo extremo”, además de serle atribuida la frase “el milagro de vivir en Ituango” respecto de sus habitantes y sus turistas por un medio tradicional.
Aunque la suerte de Ituango lo ha llevado a ser calificado como un lugar muy peligroso -en donde incluso ni los policías querían ir por muerte segura- ese paradigma fue totalmente cambiado gracias a las actividades realizadas este viernes 21 de Octubre por un grupo de jóvenes de Medellín denominados “Paz a la Calle”. Su idea principal fue sustituir esa costumbre social de que las víctimas del conflicto son quienes visitan y marchan en los lugares de la capital y convertirla ahora en que serían los jóvenes de la urbe los que visitarían a dichos habitantes.
Alrededor de las ocho de la noche convocaron a toda la población de Ituango desde redes sociales, volantes, radio local y militar, parlantes de Iglesia y conversaciones con cada uno; para que tuvieran una cita con la paz y la reconciliación. La idea era tener un momento alegre que olvidara aquellas frías noches del pasado, en el que se compartiera un chocolate caliente y un pan mientras se dejasen ver esas sonrisas que tanto les ha caracterizado. No tardó mucho tiempo en darse una gran aglomeración de personas en el Palacio Municipal del parque principal del pueblo, mientras estos jóvenes explicaban con más detalle la idea de su actividad y comenzaban a preparar el chocolate caliente incluso con la ayuda de los habitantes.
Las actividades fueron diversas. Además del pan y el chocolate se extendió una pancarta grande en blanco para que sus habitantes escribieran y pintaran con pinturas de diversos colores los mensajes de paz que querían darle a Ituango. También se prendió una fogata, se les entregaron papeles a los habitantes para que escribieran las cosas que querían dejar atrás del conflicto, y se quemaron en el fuego de la esperanza. No tardó mucho tiempo en emocionarse la gente hasta que comenzaron a pedir el micrófono público para hablar frente a toda la ciudadanía sobre muchas cosas: algunos relataron apartes de sus historias personales, otros se comprometieron a dejar atrás grandes adversidades, otros cantaron (incluyendo además poblaciones indígenas), algunos relataron poesía y otros incluso actuaron teatralmente con monólogos sobre paz.
Hubo participación de todos los sectores: no sólo la población habló y participó sino también el Gobierno Municipal dando mensajes de esperanza, la Iglesia invitando al diálogo de paz, el Ejército prendiendo velas y hasta las Naciones Unidas repartiendo pequeños papeles que decían “Respira paz” para pegar en la nariz. Frente a todo esto no se dejó ocultar aquella alegría que ha caracterizado siempre a sus habitantes, que a pesar de tener momentos difíciles nunca se ha escapado. Es totalmente admirable que gracias a estas actividades se evidencia que cuando la esperanza parece derrumbarse (como el caso de la barricada puesta por el Ejército al lado del Palacio Municipal que estuvo presente desde que comenzaron las masacres en Ituango y que fue quitada cuando se decretó el Cese Bilateral, pero que fue de nuevo colocada cuando ganó el No en el plebiscito decepcionando a la mayoría de sus habitantes que tanto estuvieron animados al respecto); termina siendo siempre esta misma esperanza la que nunca muere.
Estos jóvenes dejaron claro que la esperanza nunca muere y que las víctimas siempre deben ser el centro de toda negociación. Aunque no pertenezcan a ningún partido o movimiento político, sus exigencias como asociación de personas son muy concretas frente al tema de mantener el cese bilateral del fuego y de hostilidades, de mantener en cualquier renegociación a las víctimas como centro de todo acuerdo y, por supuesto; de no dilatar más las conversaciones y tener un acuerdo lo más pronto posible entre los sectores contradictores al proceso.
Frente a este tema se evidencian dificultades. Quedó demostrado que los policías especializados de Ituango en este momento están a la deriva de esta nueva renegociación: en el acuerdo entre el Gobierno y las Farc se creó una unidad especial de la Policía para la protección de los desmovilizados en el proceso de dejación de armas sobre el cual participarían además los miembros del ejército y de las Naciones Unidas. Hoy, sin dicha desmovilización, los policías se encuentran costeando sus gastos de trabajo y de vida con sus propios recursos, cuando esto debería ser obligación de la institución misma de la Policía; mientras esperan un nuevo acuerdo y nuevas órdenes. Muchos de ellos dicen que no saben cuánto podrán durar así.
Aunque haya sido sólo un día, hoy los habitantes de Ituango saben que no están solos. Aunque su municipio quede a cinco horas de la capital antioqueña nunca olvidarán que esto jamás será un impedimento para que los que defienden la causa de la paz compartan momentos de alegría, esperanza y reconciliación con ellos.
Muy seguramente cuando todo este conflicto termine y se dé finalmente una renegociación definitiva, estos habitantes dejarán notar de nuevo su alegría y organizarán eventos y marchas para celebrar el triunfo de la paz; eventos en los que esperarán de nuevo la presencia de todas las personas que siempre han estado trabajando por la causa de la paz.