Según el reciente informe presentado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las sustancias que acaban con la capa de ozono han disminuido en un 90% en los últimos 20 años. La razón de este milagro ecológico se debe al supuesto cumplimiento del protocolo de Montreal; un tratado firmado por 174 países diseñado para proteger a la capa de ozono reduciendo la producción y el consumo de sustancias responsables de su agotamiento. Incluso, si dichos países continúan acatando el acuerdo, para el año 2050 la capa se habrá recuperado totalmente. Además de esto, dos millones de casos anuales de cáncer de piel podrían ser evitados, junto a lesiones oculares, daños al sistema inmunológico humano y devastación de la flora, la fauna y la agricultura.
Sin embargo, hablar de la contundencia del protocolo de Montreal sin mencionar el protocolo de Kioto sería caer en una distracción mediática a la que esta proeza ambiental nos quiere llevar. Mientras Montreal es un tratado relativo a las sustancias que agotan el ozono, Kioto se refiere a la reducción de todas las sustancias que causan el calentamiento global. Esto explica por qué el sábado 13 de septiembre, la sección del medio ambiente de El Espectador se unía a anticipar que para mediados del siglo la capa de ozono se habría recuperado en un 100%; y cuatro días antes se revelaba en la misma sección que los gases de efecto invernadero habían alcanzado un nuevo máximo en 2013. Cabe resaltar que el protocolo de Kioto no fue ratificado por Estados Unidos argumentando su ineficiencia y lo perjudicial que sería para su economía. Dicho país con apenas el 4% de la población mundial es el responsable por un cuarto de las emisiones mundiales. Para hacerse una idea, mientras un colombiano produce una tonelada y media de gas carbónico al año, un europeo es responsable por 7 y un norte americano 17.
Si bien es admirable el compromiso de las naciones en la recuperación de la capa, el calentamiento global es un fenómeno más complejo y de repercusiones aun no dimensionadas en su totalidad para la vida en la tierra en las próximas décadas. Es este fenómeno es responsable de los cambios meteorológicos que ya se han venido manifestando en sequias más largas y tormentas más fuertes. Además del derretimiento de los cascos polares y asimismo la subida del nivel del mar, sin mencionar el impacto que podrían traer estos cambios a las sociedades y ecosistemas. Si la evaluación realizada por cerca de 300 científicos expertos en el tema es certera, mediando el siglo no será necesario el uso de protector solar ni gafas de sol para ir a la playa, la cuestión será la ausencia de playas y las inéditas condiciones meteorológicas previstas.
Ante este asunto de incumbencia colectiva nuestro país tiene un limitado campo de acción, pues representa el 0.6% de la población mundial y genera el 0.2% del gas carbónico total. Esto hace de Colombia un país amigable con el medio ambiente, sin embargo Kioto permitió vender a otros países no tan amigables aquel “derecho a contaminar” como Bonos de Carbono, y así otro país puede contaminar en cierta medida lo que dejamos de hacer nosotros. Estos hechos hacen que sea necesario tener una visión global de un asunto que aunque ahora pasa un tanto inadvertido en pocos años comenzará a intervenir activamente en el día a día de las personas. Nos queda por lo menos la consciencia ambiental limpia y la satisfacción de no ser los autores materiales e intelectuales del cambio climático.
@juansi18
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