A nuestros ambientalistas

“Miles de colombianos seguirán rodeando con sus brazos cansados hasta la última flor, hasta la última gota de agua, hasta el último brote de frailejón, hasta que se dispare la última bala y se acalle la última voz”


Colombia es sin duda uno de los países más biodiversos del mundo, su posición geográfica le otorga la fortuna de presentar ecosistemas caribeños, altas montañas, bosques húmedos y tropicales, selva majestuosa amazónica y el baño de dos océanos, la mayor diversidad de aves el mundo y miles de especies de fauna y flora únicas, fuentes hídricas aparentemente inagotables y una población que se acompaña de esa misma diversidad; mulatos, indígenas, mestizos, gente calurosa y amable como ninguna otra.

Tenemos en a nuestro alrededor uno de los territorios más exóticos y bellos del planeta, todos aún no se dan cuenta de ello, pero otros miles lo saben, esos que se detuvieron a observar; han sentido el aroma de sus montañas, se han deleitado en sus atardeceres, se han bañado en el caudal de sus ríos y han visto emerger la vida de las profundidades de una montaña helada.

Esos mismos que descubrieron su belleza y valor se han volcado a proteger la flor, el agua, el ave, el árbol, héroes anónimos de la naturaleza que desafortunadamente perecen cada día bajo las garras de la ambición y la avaricia de quienes solo ven billetes en las infinitas posibilidades de la vida.

Así como nuestro país es considerado uno de los más bellos y más biodiversos, también es el sitio más peligroso del planeta para ser un defensor de la naturaleza y promover la conservación de esta riqueza natural, la ACNUDH lo ha confirmado, a pesar de que en los medios tradicionales se mencione que la principal amenaza para nuestros héroes de la biodiversidad es la presencia de grupos ilegales en los territorios, es inevitable cuestionar y completar tal amenaza con entidades estatales que operan bajo las sombras.

Es común que aquellos que defienden sitios específicos de conservación de proyectos multinacionales extractivistas, deforestación u otros, que legalmente están apoyados por el estado, aparezcan muertos de la noche a la mañana, mafias cobardes incapaces de derrumbar un buen argumento recurren a las balas como único medio para dejar desamparados miles de especies ante las excavadoras y los químicos que envenenan nuestros suelos.

Los ilegales solo ven los bosques como refugios para sus desfasados ideales, los legales, terrenos para sus ambiciones ¿será Colombia algún día un país seguro para la protección del medio ambiente? Quisiera ser optimista, pero lo dudo en demasía, llegará aquel día en el que de las boquillas de las llaves de los hogares colombianos no brote una gota más, que los ríos sean como avenidas infernales de tierra y lodo seco, los bosques no sean más que suelos agrietados y el mar, un cementerio.

 

Ese día nos enteraremos de nuestra propia estupidez y ante el abandono lento de la vida sabremos que un billete no te calma la sed, que no te puedes alimentar de carbón, níquel o petróleo y que ahora es demasiado tarde para hacer algo.

Mientras tanto, miles de colombianos seguirán rodeando con sus brazos cansados hasta la última flor, hasta la última gota de agua, hasta el último brote de frailejón, hasta que se dispare la última bala y se acalle la última voz.

“En honor a todos nuestros héroes ambientalistas arrebatados por la guerra y la ambición, gracias por su lucha, gracias…”


Imagen libre de copyright: Pixabay.com


Filanderson Castro Bedoya

Psicólogo de la Universidad de Antioquia con énfasis en educación, formación empresarial y salud mental, educador National Geographic, escritor aficionado con interés en la historia, la política y la filosofía, amante de la música y la fotografía.

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