En La Sociedad del Cansancio (2017), Byung-Chul Han suele afirmar que toda época tiene sus enfermedades emblemáticas y nuestra época no parece salir del pazo con la nueva pandemia del Covid 19, dificultad que ha generado una crisis profunda en la historia social, política y económica de la humanidad postmoderna. La pandemia de Covid 19, o como usualmente se le conoce; coronavirus, ha traído consigo una gran recesión económica en más de la mitad del mundo, a eso, se le suma la calamidad de salud pública que se ha generado a nivel mundial debido a la situación.
Antes de la Pandemia de Covid 19 la sociedad operaba bajo un sistema u orden mundial distinto al que actualmente ha empezado a operar, ello gracias a la nueva condición (la enfermedad). La vida social, económica, política y cultural e incluso la salud pública en el mundo, marchaban de una forma completamente distinta a como suele usarse ahora, lo que podemos denominar como “normalidad”. La normalidad, no es nada más que mantener vivo, vigente y en completo funcionamiento el estilo de vida al que estábamos aprehendidos, es decir, mantener la industria y el comercio activo, mantener las escuelas, las universidades, las instituciones públicas y privadas proveyendo de bienes y servicios a las sociedades del consumo, eso es la normalidad.
La pandemia trajo consigo un cambio bastante brusco que sin medir distancia ha atentando contra la sacra normalidad. Un nuevo sistema u orden mundial está a punto de cambiar nuestras vidas, un nueva visión está apunto de acondicionarnos y pretender volver a la vieja normalidad resulta ser una paradoja.
La tesis de la paradoja del regreso a la normalidad radica en que la enfermedad nos convirtió en seres completamente distintos. La realidad, por ejemplo, se hizo virtual gracias al confinamiento al que las cuarentenas sociales obligatorias nos han sometidos. Todo funciona detrás de la pantalla de una laptop o de un celular inteligente, detrás de una página web o de una aplicación, el caso es que vida o la realidad misma se convirtió en algo completamente distinto a lo que usualmente era.
Ir al parque, pasear tomados de las manos por las calles, ir a una discoteca, a la escuela, a la universidad, a un centro comercial e incluso, asistir a la iglesia los domingos, hacía parte de la vida pasada, es decir, antes de la pandemia, y esto era lo que nosotros le llamamos normalidad. Con la propagación del virus a todos los rincones del planeta la normalidad se ha visto afectada tanto o más que los mercados mundiales. Asistir a los estadios, hacer una enorme fila en un banco, ir a los mercados públicos o asistir a un concierto resulta tan peligroso para un brote masivo que se han tomado medidas que van desde el cierre de estos lugares a la paralización de los grandes eventos deportivos y de entretenimiento abiertos al público. La normalidad, como la solíamos visibilizar o vivir ya no existe.
¿Se puede volver a la normalidad después de la pandemia? Es increíble y aunque parezca paradójico, no. El comportamiento de los mercados, de la vida pública y social, e incluso de la cultura, ha sufrido variaciones en sí que desde la esencia misma han cambiado. Las reuniones entre amigos, las consultas médicas personalizadas, y las visitas a familiares se ha reducido a tal punto de desaparecer, hoy todo funciona desde las pantallas, desde la Web y desde las aplicaciones móviles y querer volver a la normalidad resultaría un desafío, una regresión a la nueva cultura de la sociedad postpandémica.
Regresar a la normalidad, como se pretende, resulta ser un idea completamente absurda, ¿Creen ustedes que todo será como antes? Pues lo dudo. La pandemia le cerró las puertas a una vieja sociedad y se las abrió a una nueva, a la sociedad digital, un nuevo paradigma, una nueva cosmovisión, un nuevo orden mundial.
El filósofo Martin Heidegger fue uno de los primeros pensadores en asimilar la idea de que la tecnología sería el medio por el cual nos relacionaríamos con el resto del mundo y que ésta se convertiría también en una forma de verlo. Este pronunciamiento del pensador alemán se consensuó un siglo antes de la aparición del internet y hoy parece una profecía cumplida. Sin duda alguna estamos ante una nueva era, época a la que yo le llamo “la era de la sociedad digital” donde la red digital es el gran medio donde la sociedad postmoderna flota. La sociedad actual está dentro de la red, no está fuera. Pertenecemos a un mundo completamente virtual que condiciona nuestra existencia y esa condición no hace seres virtuales.
El sistema actual nos impone la red digital como una condición para poder ser parte del mismo sistema y al no acceder no estaremos aptos para abordar las nuevas condiciones del sistema. Actualmente la pandemia del Covid 19 (Coronavirus) no solo introdujo a un número significativo de personas a red virtual sino que las convirtió en seres completamente virtuales, condicionados por la necesidad.
Estamos frente a una época oscura donde el gran magma de bits que recubren la Tierra desfigura la realidad de una forma tan radical que a la vez configura la virtualidad como nueva realidad que encuadra la soberanía de una nueva sociedad. Somos la sociedad que funciona con un clic detrás de una pantalla o monitor. Hacemos casi todo desde la web; transacciones bancarias, compras online, ejercicios fitness, recetas culinarias por YouTube y el incesante consumo de música que se desprende de esta plataforma.
Actualmente dependemos de la red informática mundial para abastecernos y desarrollarnos como ciudadanos digitales, solo nos basta un navegador para acceder a sitios web compuestos de páginas que nos ofrecen contenidos multimedia, textos, imágenes, videos y otros recursos que en sí nos son útiles y nos facilitan la subjetividad que requiere esta sociedad. Me atrevería a afirmarles que lo empezado entre marzo de 1989 y diciembre de 1990 como un proyecto del inglés Tim Berners-Lee en compañía del belga Robert Cailliau mientras trabajaban en el CERN en Ginebra – Suiza resultó ser el medio efectivo para revolucionar la vida postmoderna. Nos enfrentamos a una digitalización de todas las estructuras de la sociedad, de todos los campos a los que tenemos acceso; educación online, cultura y arte audiovisual, operaciones bancarias, etc., todo esto nos abre las puertas de una sociedad digitalizada.
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