“La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran”
Paul Valéry
No lo creen justo, no lo creen verdadero, es un descaro pretender que en dos meses van a igualar o superar el trabajo que la comisión de la verdad realizó a lo largo de 31 meses y medio.
Insisten en desmeritar lo que aquí se presenta en más de 24 libros y 9.000 páginas con una cartilla de intención partidista y con evidentes declaraciones políticas, esto es un descaro. Reiteran que tienen la misión de contar su versión con el título (¡Cuál Verdad!) y es que si ellos no creen en lo relatado por las víctimas y lo reconocido por los victimarios ¿qué buscan legitimar?
La piel se nos eriza ante la triste realidad colombiana. De un pueblo lleno de hambre, rabia y miseria; el dolor en los brazos de cargar las armas, los pechos llenos de balas, en las paredes se exige que pare la guerra, se ven los perros en las calles, en los cementerios, las huellas con sangre, la lápida de un recién nacido y un terreno lleno de cruces blancas que antes eran minas.
listas con miles de desaparecidos, de muertos, guerrilleros con hambre y rabia, paramilitares con sed de sangre y de poder, militares que se han prestado su vida a una patria que solo ha traído dolor a sus familias; las hojas de coca adornan los ventanales rotos de los carros atacados por sicarios, los cuadros de la guerra nos dejan ver un niño de 14 años escondido entre la maleza, el camuflaje vegetal entre las trincheras llenas de barro y de granadas.
hemos quedado ciegos, tuertos, llenos de rabia y con las botas al revés. Se alzan los colores de la libertad en entre el pueblo y se aprecia como las madres dan su ultimo abrazo a sus hijos antes de que partan a la guerra, una camiseta blanca llena de sangre que ahora es café, color café como el de las montañas del Quindío, encapuchados repartiendo rosas por los vientos entre los rascacielos de la capital, entre las montañas de los andes, entre los ríos del putumayo, hoy Colombia resiste, los árboles del Catatumbo florecen nuevamente, ruge con fuerza un volcán en Nariño.
Los paramilitares dijeron un miércoles 7 de agosto que por cada vaca que hubiera en posesión de un terreno, un ser humano debería ser asesinado en el pueblo, sencillamente y con esta excusa 43 personas fueron fusiladas sin razón solo porque querían fortalecer su imagen del miedo. Somos un país de gente humilde, abandonada, desplazada, desamparada, desempleada, artesanos, campesinos humildes que en 200 años jamás han tenido la oportunidad de surgir por el desarraigo de unos cuantos, de unas familias insolentes que no han permitido compensar el dolor que los desvalidos han sufrido por esta guerra. Pero aun así hay otros que quieren más sangre, más dolor, más violencia.
Territorios abandonados que viven entre la muerte y la miseria. Una historia de despojo que probablemente pueda comenzar a mermarse, unas ideas diferentes, que reivindican los derechos de los obreros, de quienes sobrevivieron a la guerra de los mil días, a la masacre de las bananeras, las masacres en Trujillo o el salado; esas son las voluntades de un pueblo que cansado de sufrir levanta su cara al sol y decide entender su destino de otra forma.
Al fin ha llegado, el símbolo de la lucha y muerte por la libertad, aquí los protagonistas no son los repulsivos oligarcas que toman las decisiones, hoy son los vendedores ambulantes, los campesinos, los barrenderos, la guardia indígena, los silleteros, los pescadores, trabajadores, ¡esos que realmente construyen país esos que realmente generan dinámicas de movilidad social!
Con el sudor de aquellos ciudadanos, hombres y mujeres, que lo dan día a día todo por subsistir, y con ellos se construye el país, con su relato y su sufrimiento se relata y se gesta la verdad, con la del agricultor o el pescador, el artesano, la barrendera, la vendedora, el profesor, el carpintero, el líder social, el activista cada mañana al despertar no son conscientes de lo que representa su actividad para miles de personas a su alrededor, ellos los nadie, nosotros los sin futuro, solo nos levantamos con la intención de asegurar un salario que los lleve a no aguantar hambre a fin de mes, a subsistir a que no nos maten en la puerta de la casa, esos que tienen hambre de matar.
Y gracias a esas personas que son representantes de la comunidad productiva de un país somos lo que somos uno a uno complementamos la actividad del otro, para una sociedad justa y equitativa.
que hoy son tomados en cuenta al fin, los nadie que hoy tienen un valor real que son los que cargan a cuestas las ilusiones de quienes sufren, de quienes conciben realmente lo que es la exclusión, la falta de oportunidades, los no rotundos, los flagelos de una guerra que parece sin final. Hoy se hace una declaración de esperanza, de una segunda oportunidad un esfuerzo que vale la pena, donde se escribirá un futuro diferente en lo posible ante cualquier mal pronóstico.
Se le encara a las tradiciones de la guerra, de una guerra perpetua que ha manchado de sangre los registros de la historia, la cuenta de los muertos es casi imposible, pero por esta violencia se han tenido en cuenta casi 800.000 víctimas, y por ellos estamos buscando hoy la paz, lo único que queremos es alcanzar con la razón una convivencia que permita fortalecer los lazos del progreso y de la reconciliación.
Y con estas declaraciones debe hacerse la reflexión, ¿es realmente necesario desconocer el relato del conflicto armado irregular e interno que vive este país y seguir justificando esta guerra con el eufemismo de la lucha contra el narcoterrorismo?
A pesar de tantas confesiones por las atrocidades del conflicto que se han hecho públicas gracias a la JEP (jurisdicción especial para la paz) la obstinación de algunos sectores políticos por defender a los héroes de la patria o a quienes les deben ciertos favores, los amigos de Carlos castaño y Jorge 40.
Pretenden contar su versión de la masacre del salado, la matanza más grande ejecutada por las AUC en este municipio del Carmen de Bolívar, más de 100 muertos y 280 desplazados por las órdenes de Nicolás Castellanos Duque, Jhon Jairo Esquivel Cuadrado, alias ‘el Tigre’, y Uber Enrique Bánquez Martínez.
Van a decir ahora que solo fueron unas cuantas bajas en combate de la guerrilla, y que las fuerzas militares que nunca aparecieron fue una sencilla casualidad, que el oficial de la Armada Héctor Martín Pita Vásquez fue condenado injustamente aun cuando los testimonios de los infantes de marina ratifican que “existió connivencia entre los militares y los grupos paramilitares para ejecutar las acciones en El Salado”
Entonces ahora si (¡Cuál Verdad!) intentan esconder a las malas que actores paramilitares han sido los principales autores de estos asesinatos durante el conflicto con el 45% de los casos aproximadamente, los grupos guerrilleros según cifras oficiales son responsables de un 28% pero el 27% de mujeres, niños, jóvenes y ancianos asesinados no tiene nada que ver con los agentes estatales. Ahh y se me olvidaban figuras inocentes como el general Mario Montoya jamás pasó en la operación Orión,tan solo 80 civiles heridos, 17 bajas cometidas por la Fuerza Pública, 71 personas asesinadas por los paramilitares, AUC , 12 personas torturadas, 92 desapariciones forzadas y 370 detenciones arbitrarias, según la Corporación Jurídica Libertad, pero ellos no, las fuerzas militares en esta nueva cartilla de la “verdad” serán completamente inocentes, ellos los protectores del pueblo jamás arrojaron a nadie a “ La Escombrera”.
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