Mentiras “libertarias” sobre las personas trans

Hace unos días publiqué un artículo titulado La biología, el liberalismo y las personas trans. El punto central era que, así como los derechos individuales no se encuentran en ningún tratado médico o en ninguna biología humana, tampoco tiene sentido –desde el liberalismo– insistir una y otra vez en la biología de las personas; mucho menos cuando esto se utiliza como un arma en ataque grupal, direccionado y directo contra todas las personas trans, e indirecto contra quienes echan mano de alguna orientación sexual diversa.

Tras publicar el artículo y difundirlo en Twitter recibí muchos buenos comentarios (que agradezco), pero también el enojo y las críticas de varios. En lo que sigue quiero aclarar un punto de una discusión que mantuve con Agustín Romo, militante y armador del espacio de Javier Milei, quien a través de mentiras y fake-news, intentó deliberadamente atacar a mi persona para deslegitimar mis ideas.

Romo me dirigió la siguiente pregunta que me rehusé a contestar. En concreto, si yo estoy a favor de “mutilarle los genitales a un nene de 7 años solo porque diga que se siente una mujer”.

La mera pregunta está cargada de una imagen que genera estupor, aunque, fundamentalmente, de lisas y llanas mentiras.

¿Por qué? Porque nadie, en ninguna legislación del mundo, ni en ninguna asociación de salud, avala o promueve las cirugías a niños de 7 años.

En septiembre de 2022, la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (en inglés, World Professional Association for Transgender Health, Inc. – WPATH), publicó su Standards of Care for the Health of Transgender and Gender Diverse People, Version 8. Allí, se refieren a tratamientos hormonales y cirugías destinados solamente para adultos o adolescentes; los adolescentes son, para la WPATH, personas que están en la llamada Escala II de Tanner: tienen entre 10 o 14 años (dependiendo del caso) y llegan hasta los 18 años (retomo este punto más abajo).

Para toda persona menor de ese rango de edad, esta asociación de profesionales de la salud no recomienda ningún tipo de tratamiento hormonal ni ningún tipo de cirugía.

En el Capítulo N.º 7 de su tratado: Children, existe una larga serie de recomendaciones para los profesionales que atiendan estos casos, sugiriendo que se formen y estén al día con los estudios y la evidencia, que estén atentos a las dificultades para obtener reportes claros acerca de la identidad de género de los niños o que recurran a tratamientos como la psicoterapia cuando las familias y los profesionales consideren que ello beneficiará el desarrollo y el bienestar del menor y de su familia. En definitiva, es una lista de recomendaciones sobre cómo acompañar desde lo emocional a los niños que no están conformes con su sexo biológico, pero, de nuevo, en ningún caso se promueve el tratamiento ni hormonal, ni mucho menos la cirugía.

Entonces, volviendo al punto, sostener que cualquier persona interesada en la temática trans defiende la “mutilación de genitales en niños de 7 años” es una brutal falta a la verdad: un engaño que lo único que busca es enardecer a una masa que desconoce los hechos y, a la postre, continuar con el discurso derogatorio e inquisidor contra cualquiera cuya identidad de género no coincida con lo que a estos personajes les parece es lo correcto.

Volviendo sobre un punto ofrecido más arriba, comprendo que haya gente a la que igual le parezca mal que un adolescente pueda acceder a un tratamiento hormonal o incluso a una cirugía de afirmación de su género auto-percibido. Sin embargo, cabe aclarar, en primer lugar, que la asociación de salud en mención establece siete (7) condiciones para que un adolescente acceda a una cirugía, entre las cuales se encuentra que cuente con un diagnóstico médico de “incongruencia de género” (puntos 6.12.a a 6.12.g del documento, pp. 59-64).

En segundo lugar, lo que la Ley de Identidad de Género de la Argentina (Fuente AQUÍ) sostiene para estos casos es que para las cirugías se debe ser mayor de 18 años. Para menores de edad, las cirugías solo pueden realizarse previa autorización de un juez (que buscará en primer lugar constatar la conformidad de los padres), mientras que para iniciar tratamientos hormonales es necesaria la conformidad de los padres o representantes legales del menor.

De nuevo, puede haber gente que no esté de acuerdo con estos puntos y que no quiera iniciar este camino con sus hijos (¡algo a lo que nadie los forzará y mucho menos si su hijo presenta una conformidad entre su género y su sexo biológico!), pero, la realidad fáctica está años luz de las ridiculeces que plantean algunos.

Ahora bien, de Romo no me sorprende la desinformación y el insulto. Recientemente escribió en Twitter que, si se está a favor de las infancias trans, la medida correcta era nada menos que el asesinato. A renglón seguido, dice que hay que “limpiar a los pedófilos”, como si la gravísima acusación de pedofilia tuviera alguna remota relación con el tema aquí tratado.

Para concluir, una de dos posibilidades es cierta. O estamos frente a una persona ignorante y violenta que, como cree que se van a lastimar a nenes de 7 años –que no es el caso– debe salir en su defensa, incluso diciendo cualquier cosa. O –Posibilidad N.º 2, mucho más probable– estamos frente a un completo malnacido que premeditadamente quiere desinformar y que se trate a las personas trans y a quienes las apoyan de pedófilos, degenerados y desviados porque, deliberadamente, tiene una concepción de que el “buen camino en la vida” es el que marca su ideología (conservadora, “paleolibertaria”, ultra-religiosa o vaya a saber cuál) y todo lo demás es digno de escarnio.

Me apena escribir esto y dedicarle tiempo a un personaje tan menor, pero, lo hago con la ilusión de que haya mucha gente muy distinta a él y otros sujetos que se le parecen. Que haya gente con la capacidad de pensar por sí misma, de leer más allá de un eslogan, de tener honestas intenciones de conocer la verdad y de abrazar el liberalismo que, en su naturaleza, es respetuoso de todos los caminos de la vida que las personas elijan, siempre que éstos no invadan el camino de los demás.


La versión original de esta entrega apareció por primera vez en el sitio web oficial de Iván Carrino, y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.

Iván Carrino

Economista, escritor, conferencista internacional y docente. Actualmente, dirige «Iván Carrino & Asociados»: empresa de investigación y asesoría económica y financiera. Es investigador asociado de FARO UDD: Núcleo de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Desarrollo (Chile), y entre 2018 y 2022 fue subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas del Instituto Universitario ESEADE (Argentina). Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires, máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de España y máster en Economía Aplicada de la Universidad del CEMA de Argentina. Ofrece además, charlas y conferencias en congresos especializados, reuniones empresariales y eventos no gubernamentales; asesora a empresas en temas de coyuntura macroeconómica y sectorial.

Es profesor de «Historia del Pensamiento Económico» en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad del Desarrollo, donde también dicta el curso «Economía, Política e Instituciones». Escribe columnas en medios como La Nación, Ámbito Financiero, El Cronista, Infobae, El Bastión, entre otros. Cuenta en su haber como autor con cinco libros: «Cleptocracia» (2015), «Estrangulados» (2016), «Historia Secreta de Argentina» (2017), «El Liberalismo Económico en 10 Principios» (2018) y «La Gran Desproporción: economía y política de la pandemia de Covid-19» (2021).

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