Nacionalismo indio: ¿Conato de guerra o genocidio?

Jorge Diego Mejía Cortés

La República de la India, también conocida como Bharat o Bharatavarsha, es una vasta nación asiática que, junto con Pakistán y Bangladés, conforman el subcontinente indio. En 2025, superó a China en población, alcanzando los 1.467 millones de habitantes, lo que representa aproximadamente el 17,78 % de la población mundial. Su densidad poblacional es de 492 habitantes por km², y el 37,08 % reside en grandes ciudades, con una edad promedio de 28,8 años, la poca expectativa de vida, se ve afectada por las precarias condiciones de salubridad ligadas a la cultura y a las diversas doctrinas religiosas y filosóficas.

Gracias a que ocupa el séptimo lugar en extensión territorial (3.287.263 km²), y su gran legado cultural y milenario, India alberga cerca de 705 grupos étnicos y es cuna de grandes religiones que han nacido o se han establecido allí, como el hinduismo, el budismo, el jainismo y el sijismo. También conviven el islam, el judaísmo, el zoroastrismo y el cristianismo, este último con 17,3 millones de fieles, (menos del 2 % de la población). Según el censo de 2001, el hinduismo es la religión mayoritaria, con el 80 % de la población (es decir, 827 millones de personas). Esta diversidad y amalgama cultural, convierte a India en un país fascinante, pero también propenso a tensiones internas y conflictos con sus vecinos.

Insurgencias históricas y el ascenso del nacionalismo hindú

En su etapa postcolonial, India ha enfrentado múltiples insurgencias, las más significativas son:
Insurgencia Naxalita: Es considerada una guerrilla de corte maoísta, quienes además interpretan (adaptan) el marxismo a su cultura y cosmovisión. Tiene fuerte presencia en la región de la Bengala Occidental, límites con Bangladeh donde se fundaron en 1967. Esta región se caracteriza por la producción agrícola y se constituye la tercera economía mas grande de la federación india.
Tigres de Liberación del Eelam Tamil: Liderados por Velupillai Prabhakaran, los Tigres Tamiles fueron el principal grupo de la minoría tamil que buscaba la secesión en Sri Lanka (la antigua Ceilán). Esta organización, formada en 1976, luchó una cruenta guerra civil contra el gobierno del país insular que se extendió durante 26 años, desde 1983 hasta que fue finalmente derrotada en 2009.
Insurgencia en el Noreste: Esta región, comprende los estados de Assam, Manipur, Nagaland y Tripura, limitan con Myanmar y con Bangladeh. allí, coexisten un mosaico de conflictos de baja intensidad caracterizados por el nacionalismo étnico, la demanda de autonomía o secesión y la agitación contra la inmigración. Los movimientos separatistas más destacados son:

El Frente Unido de Liberación de Asam (ULFA) es uno de los movimientos insurgentes más antiguos de la región, lleva operando desde los años 70 del siglo XX. Tiene como objetivo la creación de un estado independiente en el noroeste. Si bien una de sus divisiones ha llegado recientemente a acuerdos de paz, otra continúa con acciones armadas. Aunque no es el único grupo, es considerado como el mejor estructurado y más belicoso.

Insurgencia Naga: El conflicto gira en torno a la aspiración de formar un “Gran Nagaland”, que agrupe todas las áreas habitadas por la etnia naga. El Consejo Nacional Socialista de Nagaland (NSCN) se ha fragmentado en varias ramas, siendo las más destacadas la NSCN (IM) y la NSCN (K), las cuales han mantenido treguas esporádicas con el gobierno.

Manipur: Las organizaciones insurgentes en Manipur se dividen principalmente entre grupos tribales de las zonas montañosas y facciones del valle, estas últimas con demandas de autonomía o independencia. Quizá el más icónico de estos grupos sea el Ejército Popular de Liberación, creado por el ideólogo Bisheswar Singh en 1978.

Grupos insurgentes en Cachemira: En la región de Jammu y Cachemira, escenario de una prolongada disputa territorial entre India y Pakistán, persiste una insurgencia activa desde 1989. Diversos grupos militantes de orientación islámica operan en la zona con el propósito de separarse de la India, buscando ya sea la anexión a Pakistán o la conformación de un estado independiente.
En el cuadro anexo se mencionan algunos de estos grupos y una breve descripción o reseña de su accionar:

 


Grupos Extremistas de Mayor Alcance:

Babbar Khalsa International (BKI) es un grupo extremista de origen sij que persigue la creación de un estado teocrático independiente denominado Jalistán —la Tierra de los Puros— en la región india de Punyab. (límites con Pakistán) A lo largo de su trayectoria, ha estado vinculado a actos violentos como homicidios, ataques con armas de fuego y explosivos. Aunque su presencia en India ha disminuido notablemente en las últimas décadas. A pesar de ello, las autoridades como la RAW y la IB continúan considerándolas una amenaza latente para la seguridad nacional.

Al Qaeda: La red yihadista internacional Al Qaeda ha buscado consolidar su presencia en territorio indio, especialmente mediante alianzas con grupos locales en la región de Cachemira, como Ansar Ghazwat-ul-Hind, y estableciendo vínculos con otras organizaciones. Su propósito central es integrarse a la lucha yihadista global y promover la instauración de un califato. Aunque representa una amenaza para la seguridad, su influencia directa no siempre se equipara con la de los movimientos separatistas locales. No obstante, su accionar podría brindar un espaldarazo a la lucha por la reivindicación de sus derechos a las comunidades islámicas y, reclutar más adeptos a su causa, lo que agravaría la ya malograda convivencia en el país.

Aunado a los grupos nombrados anteriormente y en buena parte por la existencia de estos, en los últimos años, ha ganado protagonismo la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), fundada en 1925 con el objetivo de promover valores hindúes. Con el tiempo, se transformó en una organización paramilitar considerada el núcleo del nacionalismo Hindutva, una ideología que busca establecer una nación homogénea basada en la supremacía hindú.

Se expone a continuación, un mapa conceptual en el que se evidencian episodios de violencia recientes que involucran a la RSS y sus satélites.

 

La RSS ha sido prohibida en tres ocasiones: en 1948 tras el asesinato de Mahatma Gandhi; durante el estado de emergencia entre 1975 y 1978; y en 1992, tras la demolición de la mezquita Babri Masjid, que databa de la era mongol y que era hasta ese momento, uno de los símbolos icónicos y patrimoniales del islam. Aunque miembros del Bharatiya Janata Party (BJP), que es actualmente el partido gobernante, condenaron el hecho, hubo acusaciones por parte de lideres islámicos de permisividad y complicidad.
Tiempo después, se construyó sobre sus escombros, sin el menor asomo de vergüenza, el templo de Ram (séptima encarnación de Vishnu), consagrado a la diosa y a la “unidad nacional”. Inaugurado por el propio Modi en una fastuosa ceremonia. Así pues, La RSS es considerado por diversos observatorios internacionales como el brazo político del movimiento Hindutva. Muchos de sus líderes, incluido el primer ministro Narendra Damodardas Modi, tienen fehacientes y comprobados vínculos históricos con la RSS.

Modi es a groso modo, un líder carismático y polarizador de 75 años que ha gobernado India durante tres mandatos consecutivos (desde 2014), logro solo alcanzado anteriormente por Jawaharlal Nehru. De origen humilde, hijo de un vendedor de té en Gujarat, se vinculó desde joven a la RSS. Bajo su mandato, India ha fortalecido su poder militar, desarrollado grandes proyectos de infraestructura y buscado posicionarse como potencia económica global. El politólogo francés Christophe Jaffrelot, ha calificado el gobierno de Modi como “Nacional-populista” con una evidente carga de autoritarismo-electoral solo comparado con Recep Tayyip Erdoğan, Viktor Orbán o Benjamin Netanyahu.

En este sentido, el nacionalismo Hindutva constituye una significativa amenaza para el tejido laico y democrático de la India, manifestándose en una progresiva marginación de las minorías y un abierto desafío a los principios constitucionales del Estado. Este movimiento ha generado un discurso oficial que excluye sistemáticamente a las comunidades musulmana y cristiana, lo que se traduce en ataques directos al laicismo.

Un ejemplo latente de esta ofensiva es la promulgación de leyes de ciudadanía que, al excluir explícitamente a la población musulmana, contravienen la esencia laica de la Constitución india. Además, la implementación de ejercicios como los censos nacionales plantea el grave riesgo de pérdida de ciudadanía para millones de personas sin documentación, quienes quedarían expuestas a la reclusión en campos de detención. A este panorama se suma una preocupante impunidad y hostilidad con grupos afiliados al Hindutva, señalados por fomentar la violencia sectaria.

En este contexto de exclusión, la convivencia histórica entre el islam y el hinduismo se ha deteriorado gravemente, evidenciada por la manipulación de temas sensibles que desencadenan episodios de violencia conocidos como pogromos. La Rashtriya Swayamsevak Sangh y sus afiliados han sido vinculados a esta violencia sectaria, cuyos incidentes más crueles incluyen los linchamientos “por carne de vacuno”, donde meros rumores sobre el sacrificio de vacas han servido de pretexto para ataques mortales contra musulmanes.

De igual modo, la estigmatización se manifiesta en el uso del término peyorativo “Yihad del amor” para demonizar los matrimonios interreligiosos. A esto se añade una creciente violencia anticristiana, reflejada en el notable aumento de ataques a templos, pastores y fieles desde la llegada del Partido Bharatiya Janata (BJP) al poder. Históricamente, esta dinámica ha culminado en masacres y disturbios de gran escala, como la demolición de la mezquita de Babri en 1992 y el pogromo de Delhi en 2020, que resultaron en víctimas predominantemente musulmanas.

Dadas estas circunstancias, diversos análisis internacionales evalúan el riesgo de genocidio en India con base en indicadores críticos como la deshumanización, el discurso de odio, la impunidad y la persecución sistemática. Actualmente, estos elementos se encuentran presentes y en proceso de normalización. De acuerdo con reportes de la Asociación para la Protección de los Derechos Civiles (APCR), los ataques se han vuelto una práctica habitual en el país. Asimismo, el respaldo político que surge de la estrecha relación entre la RSS y el BJP dificulta sustancialmente la rendición de cuentas y la aplicación de justicia.
El efecto más tangible es la persecución sistemática de minorías, el Foro Cristiano Unido (UCFHR) ha documentado más de 400 ataques contra cristianos solo en 2023, y cifras similares registradas contra musulmanes entre 2024 y 2025. Por consiguiente, la convergencia de la ideología excluyente del Hindutva con la impunidad política, sumado a la incompetencia estatal, representa un patrón de peligro que justifica la preocupación internacional sobre la escalada del riesgo, mas aun, cuando se caldean los ánimos bélicos de las potencias militares adyacentes.

¿Por qué se habla conato de guerra o genocidio?

El conflicto con Pakistán por Cachemira ha provocado dos guerras regionales y estuvo cerca de una confrontación nuclear en 1998. Las escaramuzas continúan, y la alianza del archienemigo indio con Arabia Saudí podría atenuar la presión nacionalista sobre los musulmanes o, exacerbar la islamofobia, con el atenuante de que el mundo árabe podrá involucrarse. La externalización de los problemas internos hacia enemigos comunes deshumaniza a las minorías, legitimando la violencia.

El mundo ha sido testigo del cada vez más innegable holocausto que vive el pueblo palestino, ahora disfrazado de cese al fuego. Genocidio que en su momento vivió el pueblo rohingya en la vecina Myanmar, llevado a cabo por el ejército y la policía birmanos de mayoría budista. Esta práctica que parece no ruborizar a muchos lideres mundiales parece lejos de acabarse, en tiempos donde los medios de comunicación solo obedecen a los emporios económicos y se hacen los de la vista gorda ante la barbarie.

A modo de conclusión, el nacionalismo indio, promovido por la RSS y respaldado por el gobierno de Narendra Modi, ha introducido una narrativa excluyente que amenaza la estabilidad de la India. La persecución de minorías, la normalización del odio y la impunidad configuran un escenario que cumple varios indicadores de genocidio. Sumado al conflicto con Pakistán, el país enfrenta no solo un conato de guerra internacional, sino una escalada de violencia sectaria interna. Como advirtió Gramsci en su momento, “en el claroscuro nacen los monstruos”, y hoy, en la India, ese monstruo parece estar tomando forma.

Bibliografía & cibergrafía
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Jorge Diego Mejía Cortés

Docente Normalista. Politólogo Universidad de Antioquia. Especialista en Gerencia Pública.

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