En los pasados días se ha vuelto polémica la exhibición que ha hecho el presidente Petro de la bandera que simbolizó la llamada Guerra a Muerte del año 1813. Algunos sectores de la derecha han querido cuestionar este símbolo porque “invoca la muerte y no la vida que promulgaba Petro”. Y otras personas, en Colombia, con un marcado antibolivarianismo han aprovechado para asegurar que “Simón Bolívar era un sanguinario”.
Aclaremos:
La primera lucha de independencia (armada no simbólica) en Venezuela comienza en 1811 bajo el mando de Francisco Miranda, lucha que el joven Simón Bolívar alentó (recuérdese que, primero antes, fue Bolívar a Londres a convencer al viejo Miranda para que asumiera el mando). Este primer intento de guerra contra España fracasó, entre otros aspectos, porque Miranda negoció la rendición; la verdad no había condiciones, y el joven Bolívar tomó esta actitud de Miranda como una traición.
Bolívar sale para Cartagena y allí escribe su Manifiesto de Cartagena (1812) donde invoca por primera vez la unión de la Nueva Granada con Venezuela para lograr obtener una independencia definitiva. Y así comienza un segundo intento de guerra de independencia, ahora, dos pueblos unidos por la voluntad temeraria de Simón Bolívar.
Bolívar se encontraba en Barrancas, tratando de crear una tropa con 200 hombres de la población. Bolívar comenzaba a abrirse paso por la Nueva Granada (que aún no salía de la llamada Patria Boba, otra lucha simbólica). Con su modesta tropa, llega a Tenerife y después de una ardua lucha toma el control. Luego de estos incipientes triunfos llega a Ocaña donde es muy bien recibido y allí establece su primer cuartel general. Bolívar ahora tiene como plan ocupar a Cúcuta, luego pasar a Venezuela. Pero en esta ocasión su obstáculo mayor era un coronel, Manuel Castillo, luego Francisco de Paula Santander, que se oponen a los planes de Bolívar, porque ellos no veían más allá de sus fronteras. Más dura que, la lidia con los españoles era la lidia con algunos americanos, que llenos de celos, miopía e intrigas lo complicaron todo hasta el final. Sin embargo, Bolívar no se dejó y emprendió su batalla y logró liberar a Cúcuta. El Congreso lo colmó de honores y lo nombró ciudadano de la Nueva Granada y Brigadier General del Ejercito de la Unión.
Es en esta circunstancia donde surge la Campaña Admirable, el prestigio de Bolívar y sus triunfos en el río Magdalena y luego en Cúcuta van creando un entusiasmo para la causa patriótica, que comenzará a consolidar un ejército bolivariano. El nuevo brigadier Simón Bolívar partió desde Cúcuta el 14 de mayo de 1813, con el objeto de liberar a Venezuela del poder español. Por primera vez a Bolívar lo llamaron EL Libertador.
Todo salió bien, pero faltaba algo. Si bien la causa bolivariana ganaba adeptos, aún no estaba creada una idea de emancipación americana en todas las personas, de hecho, muchos criollos, no tenían inconveniente en favorecer a los españoles. Es decir, los dos grupos antagónicos, americanos contra españoles, aún no se daban.
Y es en ese contexto, después de las victorias en Trujillo, cuando Bolívar escribe su Decreto de Guerra a Muerte. Solo leyendo este decreto en su contexto histórico se puede entender su pertinencia y su alcance. Y se puede saber lo que no es.
Veamos algunos aparte del Decreto de Guerra a Muerte (1813):
“[…] Un ejército de hermanos, enviado por el Soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las Provincias de Mérida y Trujillo. Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y establecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela.
[…] Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación.
[…] A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna, aún, a abrirles por última vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir entre nosotros pacíficamente, si detestando sus crímenes y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de la España y al restablecimiento de la República de Venezuela. Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía.
[…] En una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado serán reputados y tratados como americanos. Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de la senda de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de vuestros hermanos. Esta amnistía se extiende hasta los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis para excitar nuestra animadversión. Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables. Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813”.
Aclaremos:
El Decreto de Guerra a Muerte de Bolívar no es un llamado a las vías sanguinarias, de hecho, Bolívar odiaba los excesos de violencia, si fue a la guerra era porque los españoles nos obligaron con sus atrocidades coloniales. En este Decreto Bolívar está formando dos conceptos: o americanos o españoles. Es decir, estaba fundando la identidad americana. Así el americano hubiese cometido errores sería perdonado, el español en estas tierras que cooperara con la causa americana sería perdonado y los españoles que siguieran defendiendo la abominable dominación española pues tendrían la muerte.
No puedo seguir acá contando el devenir de la guerra que sigue, falta la historia de cuando Morillo viene “pacificar” estas tierras a sangre y fuego, el nuevo exilio de Bolívar en Jamaica (1815), y las victorias en las batallas de Boyacá (1819) y Carabobo (1824). Y mucha más complejas las traiciones a Bolívar hasta su muerte y la desaparición de su sueño de unidad.
Algunos antibolivarianos de ayer y hoy quieren seguir sosteniendo que “Bolívar fue un sanguinario infame que atacó con fiereza a los mansos y pacíficos españoles que estaban acá trayendo la palabra de Dios y ayudándonos amablemente a administrar nuestras riquezas”. Y quieren esconder el genocidio español en estas tierras.
Algunos antipetristas de hoy quieren seguir sosteniendo que “Petro es un incitador al odio y a la muerte que quiere una guerra de lucha de clases y que está atacando a los virtuosos hombres neoliberales democráticos que nos están trayendo la palabra neoliberal y nos quieren enseñar a vivir en la prosperidad del mercado del capital”. Y quieren esconder que, la guerra de hoy: es la vida contra el neoliberalismo y el nuevo fascismo imperial.
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