«No veo otra opción, y si la hay ya las cosas se encargarán de presentárnosla. Como se nos vino el lugar que ocupamos en cada país. Entiéndanme, pero al menos ustedes pueden juagarse en el Mediterráneo; yo quiero irme al Cauca, a donde un conocido de estos días, y alejarme de las voces y del viento que no duele»
Son las siete y media del veintiuno de febrero; allá es veintidós. Estoy con la cortina cerrada: llovió un poco antes de las seis, escampó, volvió a llover y a escampar. Ya me hice chorizo de pollo con arepa, aguadulce y dos tostadas. Acabé la aguadulce esperando que iniciara el encuentro, pero un compañero se fijó en el cronograma: empezamos módulo el lunes con otra profesora.
La monjita preguntó por ustedes.
—¿Y la mamá cómo va?
—Ahí; lo mismo…
Y ella y todos los que preguntan saben qué es lo mismo: lo que ustedes repiten en la isla.
Hasta se me hace innecesario responderles; me desquito cuando me dicen que les mande saludos. Como que se les perdió el contacto o no les llegan los mensajes o le escriben al celular que se les dañó…
La razón de la abuela, el no querer volver, a este paso, la suscribo.
Gallina está cargando adobes hasta las cañas de don Jesús; ahí las descarga y Miro culmina el tramo donde el señor que le organizó los quince a Camila. También pregunta por ustedes, «Papi, ¿y la mamá?», y repite la pregunta no para que responda; le digo que bien y sigue andando como un tronco, moviendo el cuerpo según dónde mire la cabeza. Ahora le iba a dar agua o gaseosa, por los almuerzos que le servía mamita primero que a mamá, y me dijo que ya había almorzado.
—Tranquilo niño. Tranquilo. Ya almorcé papi, tranquilo. Me saluda a la mamá; me le manda saludes. Tranquilo…
Esa es la persona que, dentro de su supuesta locura, más las tiene presente.
De resto no hay con qué hacer un caldo.
Yo no les mando fotos seguidas porque se me llena la memoria. Además, si fuera por ustedes, les tendría que enviar del desorden que tengo aquí, de los trabajos en los apartamentos, de eso se encargan los oficiales por horas si es que no se les dañó el enchufe del cargador, y de la gente que pasa, los de siempre y los de hace poco, todo ese reparto secundario que saca a sus perros o carga bolsas medio llenas.
Saber que esto ya no importa a Ruth, la actualizada en tempestades en Bello, choques en Sabaneta y tractomulas quemadas en Barrancabermeja, y que desearía tampoco verme inmiscuido en tales sucesos, repeticiones desde los catorce.
Pero Dios nos acompaña: el lunes fui a la iglesia, entré por el Jesús acostado, y, como mamá en la capilla donde le robaron la cartera, muy bonita arrodillándose sin precauciones, di gracias por darnos aguante. No creo que vivamos bajo un mismo techo, que pensemos en buñuelos y empanadas por la mañana. Si algo hemos aprendido, o nos tocó aprender, es que eso se acabó, y lo que nos toca ahora es adelantar el pecho hasta que se abra por desgaste.
No veo otra opción, y si la hay ya las cosas se encargarán de presentárnosla. Como se nos vino el lugar que ocupamos en cada país. Entiéndanme, pero al menos ustedes pueden juagarse en el Mediterráneo; yo quiero irme al Cauca, a donde un conocido de estos días, y alejarme de las voces y del viento que no duele.
En caso de llevar a Ana, y de que se les abra el camino para empezar de nuevo, me quedo lo suficiente para recordarles lo que he sido. Y volveré a dar un paso grande, así sea para saltar un charquito de pueblo, en la distancia. Contentémonos con la prueba y los sueños compartidos, el crecer juntos y la música de las fiestas donde se atendían pegajosos.
Y con uno que otro mensaje por la salud.
Por ahora, que la muerte no nos busque.
Me despido: van a ser las nueve: el cansancio que las aplaca debiera cerrarme los ojos, pero quizá tenga cosas por hacer, o haga como si las tuviera, hasta ir a la cama. Olvidé contarles que Sofía está grosera y juiciosa, vigilando al papá, y que sale menos desde que le ajustamos para la panela que no le corre los juegos de antes. Sigan mandando fotos. Esa donde están las tres pedregaleñas arregladas, aunque no la mande a plastificar y lo más seguro es que la borre, será un lindo recuerdo para quien se interese por nosotros, es decir para cuando nos pique la nostalgia.
(Para la madre: «Chascosita» de Kamac Pacha Inti).
El Pedregal, febrero de 2025
[1] Pasos que hacen caminos. Antología sobre la migración, Hermosillo, México: Minilibros de Sonora, mayo de 2025.
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