
Más que un thriller psicológico, esta serie británica trata con crudeza los desafíos de comunicarnos en una sociedad hiperconectada, pero emocionalmente desconectada. A través de sus silencios, tensiones y vínculos rotos, transmite con fuerza una idea incómoda pero real: la tecnología puede acercarnos, pero también alejarnos sin que lo notemos.
Sobre la serie: la era digital como escenario y como personaje
Adolescencia narra el caso de Jamie Miller, un adolescente de 13 años acusado del asesinato de una compañera de escuela. A lo largo de sus episodios, la serie no solo intenta desentrañar los hechos, sino también comprender al protagonista a través de los ojos de su familia, su terapeuta y el detective encargado del caso. Sin embargo, lo que aparece con fuerza es la ausencia de comunicación real entre los personajes, incluso en un mundo donde todo parece estar al alcance de un clic.
Las redes sociales, los chats, las videollamadas y la constante exposición digital están presentes, pero no necesariamente como puentes de conexión. En cambio, muchas veces funcionan como filtros, máscaras o muros. La tecnología no es solo un medio: en esta serie se vuelve un actor invisible pero poderoso, que condiciona vínculos, distorsiona realidades y oculta verdades.
Los desafíos actuales de la comunicación
Desde una perspectiva comunicacional, la serie pone en evidencia varios de los desafíos contemporáneos más relevantes:
1. La ilusión de la conexión
Vivimos en un entorno donde podemos estar en contacto permanente, pero eso no garantiza comprensión ni empatía. La comunicación interpersonal, entendida como un proceso de construcción conjunta de sentido (Watzlawick, Beavin y Jackson, 1967), se ve afectada cuando el canal principal son las redes y no el diálogo cara a cara.
2. El ruido emocional
En la serie, los personajes no solo hablan poco, sino que tampoco saben cómo decir lo que sienten. La comunicación no verbal, los gestos, los silencios, los desencuentros familiares revelan mucho más que las palabras. El ruido, en este caso, no es técnico, sino emocional: prejuicios, dolor, miedo e incomodidad que impiden que el mensaje llegue.
3. Los algoritmos como narradores
El entorno digital configura una realidad segmentada y personalizada, donde cada usuario consume información distinta. En Adolescencia, el acceso selectivo a contenidos, la vigilancia pasiva de redes y la exposición pública de la vida privada son parte del problema. La tecnología no solo media la comunicación: la moldea, la encierra en burbujas.
4. La invisibilidad del sufrimiento adolescente
Quizás el punto más fuerte de la serie es cómo pone en evidencia la invisibilidad emocional de los adolescentes. Sus palabras son muchas veces ignoradas o malinterpretadas. Como afirma Jesús Martín-Barbero, “la comunicación no es un acto de transmisión, sino un proceso de reconocimiento”. En Adolescencia, ese reconocimiento brilla por su ausencia.
Lo que la costumbre no dice, pero impone
Uno de los efectos más profundos —y menos debatidos— de la comunicación digital es cómo ha reconfigurado nuestras costumbres comunicativas. Ya no escribimos cartas ni esperamos llamadas sino dejamos audios, usamos emojis, reaccionamos con likes. Estas nuevas formas son funcionales, inmediatas, incluso creativas. No están mal, pero como toda práctica sostenida, van generando una nueva norma cultural.
La costumbre, como forma repetida de interacción, termina moldeando nuestras maneras de vincularnos. La pregunta es: ¿qué dejamos fuera cuando elegimos la inmediatez sobre las conversaciones profundas? ¿Qué consecuencias trae naturalizar la respuesta automática, el contacto superficial o la presencia constante pero ausente?
No se trata de condenar estas transformaciones, sino de reconocerlas y abordarlas con conciencia crítica. La tecnología puede ser una herramienta de acercamiento, pero también puede fortalecer la desconexión emocional si no es acompañada por una reflexión sobre el modo en que nos comunicamos. Es allí donde aparece el rol de las familias, las escuelas y los medios, habilitando espacios para aprender a conversar, a escuchar y a gestionar nuestras emociones más allá del entorno digital.
¿Y ahora qué? Hacia una comunicación más consciente
La serie invita a reflexionar sobre la necesidad de generar espacios seguros de diálogo, tanto en las familias como en las instituciones. La educación emocional, la escucha activa y la alfabetización digital son herramientas esenciales para acompañar a niños, niñas y adolescentes en un mundo que cambia rápido y no siempre da tiempo a comprender.
En un entorno donde todo se puede decir, pero poco se escucha, Adolescencia nos recuerda que la verdadera comunicación no depende solo de tener el canal abierto, sino de estar dispuestos a mirar al otro más allá de la pantalla. Solo así podremos transformar la costumbre en consciencia, y la conexión en vínculo.
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