Falaz indignación

Es imposible gobernar bien a través de X. Las soluciones políticas requieren pausa, reflexión, evaluación de los distintos escenarios y sus consecuencias, la búsqueda juiciosa de soluciones y el trabajo arduo de implementación de las mismas. La improvisación e inmediatez de X o, igual, del calor de la plaza pública, y el afán de encontrar pronto aplauso, van en la dirección contraria de lo requerido.

Tampoco se pueden tomar decisiones a las tres de la mañana y menos en condiciones alteradas. Fue lo que ocurrió con Petro. A las 3:07 am, decía que a los deportados los recibiría con banderas y flores. A las 3:41 am, retiraba la autorización dada por su gobierno para traerlos y generaba una crisis sin antecedentes con Estados Unidos. Su comportamiento errático, y que no apareciera en Bogotá durante todo el día de la crisis, obliga a preguntarse si estaba bajo el influjo de alguna sustancia y sustenta el proyecto de ley que establece la obligatoriedad de realizar exámenes toxicológicos periódicos al jefe de gobierno. 

También el incidente prueba que la política exterior de Petro es improvisada, está sujeta al vaivén de sus cambios de humor, y responde a su ideología radical de izquierda y al afán de mover un sentimiento antinorteamericano entre sus seguidores y no a nuestros intereses estratégicos nacionales. Una pelea de tigre, la principal potencia del mundo, con burro amarrado, nosotros, solo puede salir como salió: muy mal.  

Como en tantos otros casos, la argumentación de Petro fue falaz. Soy partidario de las fronteras abiertas y la evidencia muestra que, en general, la migración es útil para el progreso de los países. Pero los estados soberanos tienen el derecho de establecer las reglas de ingreso a su territorio. Los migrantes que vulneran esas reglas son ilegales y, en algunos países, cometen un delito. En EE.UU. quien ingresa irregularmente incurre en un crimen federal y se hace acreedor a una pena de seis meses hasta veinte años de cárcel. Allá los migrantes ilegales son delincuentes. 

El ataque de «dignidad» de Petro fue extemporáneo. Las deportaciones no empezaron con Trump. Solo en los años fiscales 2023 y 2024, Biden deportó 24.134 colombianos. Todos vinieron en las mismas condiciones de los que se transportaban en los vuelos que ahora Petro desautorizó: esposados y en aviones militares o civiles supervisados. Los aviones militares no violan la dignidad de nadie. Militares fueron los aviones que trajeron connacionales de Israel y los que se enviaron ahora a recoger los deportados. Que vengan esposados tampoco es indigno. Solo garantiza la seguridad del vuelo y de los oficiales que custodian. Un centenar de deportados, algunos con antecedentes penales y todos enojados y frustrados, son combustible para cualquier cosa. Por cierto, los que vinieron en los tres vuelos recientes de la FAC llegaron así, esposados.

La «indignación» de Petro es selectiva: silencio sepulcral frente a los deportados por Biden, frente a los malos tratos que da México a muchos de los connacionales a los que inadmitió en su territorio (38.000 solo entre enero y septiembre del año pasado) o frente al secuestro de decenas de colombianos por las autoridades venezolanas cuando intentaron ingresar a ese país y sobre los que no dan noticia alguna. 

Asumir el costo de la deportación es francamente estúpido. El gobierno informó que esos tres viajes nos costaron USD$175.000 cada uno. En el 2024 se hicieron 124. Habrían costado USD$21.700.000, 91 mil millones de pesos. En cualquier momento, una tontería. En las circunstancias de crisis fiscal, una imbecilidad mayúscula.

Peor es ofrecer a los deportados subsidios y créditos que no tienen los ciudadanos que están en el país y no han emigrado ilegalmente. El gobierno se equivoca, otra vez, al premiar a quienes violan la ley. Es un incentivo perverso. Además, tampoco hay dinero, según el gobierno, para esos beneficios. Petro engaña a los deportados.

Como engaña también cuando «solicita a los colombianos sin documentos en EEUU dejar sus trabajos de inmediato en ese país y retornar a Colombia lo más pronto posible». Petro oculta que el problema de la migración ilegal de colombianos se disparó con su llegada al poder y con su gobierno. El número de connacionales que atravesó el Darién se incrementó un 214% entre 2022 y 2023. Los colombianos, después de mexicanos y venezolanos, son los terceros que más intentan cruzar la frontera con los EE.UU. de forma irregular. Alrededor de 170.000 colombianos fueron atrapados en el 2023 por ingresar de manera ilegal, un 30% más que en 2022, cuando fueron arrestados 130.000 nacionales. Un aumento dramático comparado con 2021, cuando los arrestados fueron apenas 10.000. En fin, 200 mil colombianos migraban en promedio al año entre 2012 y 2019. En 2022 la cifra de colombianos que se  fue para no volver fue de 550 mil. En 2023, cifras preliminares, fueron 453.600. Según las encuestas, el 48% de los colombianos, quisiera vivir fuera del país.

Con todas las letras: con Petro la mitad de los colombianos quisiera vivir en otro país y la migración ilegal se triplicó. La gente se quiere ir por él y por su gobierno, porque encuentra que con la izquierda no hay futuro y porque los criminales, cada día más fuertes y en más zonas del país por la complicidad gubernamental, los expulsan violentamente. Hay que indignarse, sí, pero con Petro y su pésimo gobierno. 

Rafael Nieto Loaiza

Impulsor de la Gran Alianza Republicana. Abogado, columnista y analista político. Ex viceministro de Justicia.

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