Autoexplotación y autoayuda: Han, Kundera y Benjamin Franklin

“Mientras tanto nos explotamos sin conciencia, pero a adrede y luego salimos a leer (o a ver tiktoks) sobre autoayuda. La pregunta sería: ¿qué libros de autoayuda nos pueden sacar realmente de la rueda de la autoexplotación?”


Sé tú mejor versión, maximiza las ganancias, aprende a invertir, haz ejercicio todos los días, levántate a las cinco de la mañana, crece, crece y ¡crece!

Los gurús del emprendimiento y los propósitos de año nuevo hacen que esta sea la tendencia en las redes sociales durante el mes de enero de cada año. No hay espacio para el ocio, para la reflexión, ni para el aburrimiento. Creo que ni siquiera hay espacio para la creatividad, porque hoy está todo automatizado de tal forma que para alcanzar el que parece ser el objetivo de todos (el crecimiento), no hay tiempo para crear sino para auto explotarse. Ya esperamos que cree y piense Chat GPT por nosotros.  Mientras tanto nos explotamos sin conciencia, pero a adrede y luego salimos a leer (o a ver tiktoks) sobre autoayuda. La pregunta sería: ¿qué libros de autoayuda nos pueden sacar realmente de la rueda de la autoexplotación?

No solo estamos saturados de información sino también de actividad. Uno de los padres de esta idea ha sido el ya cliché Byung-Chul Han. Y digo cliché porque hasta a él se le ha criticado porque publica cada dos por tres, como si cada día tuviera que repetirse y optimizar su producción. Pero no por esto deberíamos desechar sus reflexiones. Si hoy desecháramos las pocas reflexiones de los auto explotados, no nos quedarían reflexiones.

Como vamos a defender aquí la quietud – que hoy es lo mismo que la razón -, tengo que citar la que es, para mí, la idea clave de La sociedad del cansancio de Han: esto es, cuando explica las virtudes de decir que no (a los demás y a uno mismo):

“La negatividad del <<no-..>> constituye un proceso extremadamente activo, a saber, es todo menos pasividad. Es un ejercicio que consiste en alcanzar en sí mismo un punto de soberanía, en ser centro. Si solo se poseyera la potencia positiva, se estaría, por el contrario, expuesto al objeto de una manera del todo pasiva. La hiperactividad es, paradójicamente, una forma en extremo pasiva de actividad que ya no permite ninguna acción libre. Se basa en una absolutización unilateral positiva”.

Los gurús del emprendimiento que hoy salen por todos lados nos están recordando día y noche que debemos aspirar a ser nuestros propios jefes. Si revisamos el pasaje anterior de Byung-Chul Han, encontramos una idea similar, pero no únicamente desde la intención económica sino desde la aspiración integral de gobernarse realmente a uno mismo.

Quizás hay demasiados libros de autoayuda en la actualidad, pero no dejan de tener un propósito noble. Hace poco leí un artículo donde los criticaban porque no tenían sustento científico sino meras observaciones personales de cada autor. Ese artículo caía en la típica arrogancia académica de los que se excitan al ver graficas con datos. El dataísmo. Nuestra nueva religión. Esa forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento, en palabras del propio Han.

Claro que los datos son importantes, pero muchas veces son tan subjetivos como la mera empiria. Y ya que estamos hoy citando autores buenos, pero clichés, decía Milan Kundera, en La insoportable levedad del ser, a propósito de la sobre explotación académica:

“La cultura sucumbe bajo el volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad. Por ese motivo te digo que un libro prohibido en tu país significa infinitamente más que los millones de palabras que vomitan nuestras universidades”.

Las conclusiones que van surgiendo de mis lecturas desordenadas serían entonces: en primer lugar, huir de la autoexplotación, buscar y defender la calma. No temerle al aburrimiento sino aprovecharlo. Segundo, la autoayuda es valiosa siempre que conlleve al propósito anterior, pero siempre que aborrezca a aquellos que defienden la sobre producción como la clave del éxito.

Puedo sonar muy hippie. Para defenderme como el pro capitalista que soy, les recordaría que no se debe confundir capitalismo con consumismo. Que la libertad es la capacidad más importante de las personas. Esto incluye la anhelada libertad financiera, pero sin que la persona pierda la posibilidad de actuar y pensar a su voluntad. Y, por último, que Benjamin Franklin, padre fundador de Estados Unidos y por lo tanto del sistema político y económico que impera en el mundo occidental, fue también un gran autor de autoayuda que defendía la moderación.

En su Autobiografía de un hombre feliz, enumera en las páginas finales las trece virtudes que intentaba practicar todos los días (tenía una planilla semanal donde iba marcando con una X las virtudes en las que fallaba cada día) para llevar una vida basada en principios de éxito.

Al leerlas debemos recordar que Franklin vivió en el siglo XVII cuando imperaban otros sesgos. Lo que quiero rescatar de sus virtudes es la nobleza de intentar mejorar todos los días para tener una vida más plena, recordando además que él mismo decía que el autoconocimiento es un trabajo que nunca termina hasta el final de nuestros días. Y recordando que – para triunfar realmente – debe haber tiempo para el trabajo, pero también para la calma.

De algo le podrían servir a cualquiera de nosotros estas virtudes si a él le sirvieron para – luego de haber nacido pobre – descubrir la electricidad, inventar el pararrayos y la estufa, fundar la Universidad de Pensilvania, ser Presidente de Pensilvania, ser clave en la revolución estadounidense, derogar la ley del timbre, fundar varios periódicos, fundar la Biblioteca de Filadelfia y su departamento de bomberos, y un largo etc.

Recuerde lector que no se trata tan solo de crecer sin sentido, sino de crecer con plena conciencia de uno mismo.

Aquí las trece virtudes:

  1. Templanza. No comas hasta sentirte harto. No bebas hasta la ebriedad.
  2. Silencio. No hables más que aquello que pudiera beneficiar a otros o a ti mismo. Evita las conversaciones triviales.
  3. Orden. Ten un lugar para cada una de tus cosas. Ten un momento para cada parte de tu trabajo.
  4. Resolución. Comprométete a llevar a cabo lo que debes hacer. Haz sin falta lo que te comprometes a llevar a cabo.
  5. Frugalidad. No gastes más que en lo que pueda hacer el bien a otros o a ti mismo. No desperdicies nada.
  6. Trabajo. No pierdas el tiempo. Ocúpate en algo útil. Elimina todo acto innecesario.
  7. Sinceridad. No lastimes a nadie con engaños. Piensa con inocencia y con justicia. Si hablas, hazlo de acuerdo con esto.
  8. Justicia. No perjudiques a nadie, ni haciéndole daño ni omitiendo lo que es tu deber.
  9. Moderación. Evita los extremos. No guardes resentimientos tanto tiempo como puedas creer que lo merecen.
  10. Limpieza. No toleres la falta de limpieza, ni en el cuerpo ni en la ropa ni en la vivienda.
  11. Serenidad. No te dejes alterar por nimiedades, ni por accidentes comunes o inevitables.
  12. Castidad. Recurre al acto sexual rara vez, y esto por motivos de salud o descendencia, pero nunca hasta sentirte harto o débil, y sin que llegues a afectar tu propia paz o reputación o la de otra persona.
  13. Humildad. Imita a Jesús y a Sócrates.

 

 

Pablo Güete Álvarez

Abogado con énfasis en Derecho Comercial Internacional de la Pontificia Universidad Javeriana. Tiene un Master en Gobierno y Administración Pública de la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como abogado litigante en firmas internacionales.

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