Las jornadas de estudio perdidas, ¿han sido recuperadas? La normalización de estos paros educativos refleja un desgaste en la confianza pública y pone en jaque la estructura misma de nuestro sistema educativo.
La educación, secuestrada por intereses sindicales,
enfrenta un futuro incierto y comprometido.
Hernán Tena
En Colombia, la educación parece estar permanentemente en jaque, víctima de un juego interminable entre intereses sindicales y necesidades estudiantiles. La Federación Colombiana de Educadores (FECODE), con su constante impulso a jornadas sindicales, ha logrado que la educación, ese derecho universal y fundamental, se vea interrumpida por cese de actividades con una frecuencia ostensible. Esto no solo perturba el ciclo educativo, sino que plantea una amenaza a la estabilidad y el futuro de nuestros jóvenes.
Recientemente, he radicado un derecho de petición dirigido a las Secretarías de Educación de Dosquebradas, Risaralda, y Pereira; exigiendo claridad y transparencia sobre estas suspensiones. Este documento busca respuestas a preguntas críticas: ¿Cuántos días de clase se han perdido por las acciones de FECODE durante los últimos 3 años? ¿Han sido recuperados estos días? ¿Se está verificando que los docentes participen efectivamente en estas convocatorias y, por ende, cumplan jornada laboral?
Si las jornadas de estudio perdidas no han sido recuperadas, ¿cómo se ha flexibilizado el calendario para afectar a los estudiantes? ¿Cuál es el detalle de cada cese de labores en términos de duración y afectación curricular? Y, finalmente, ¿cómo se está verificando el cumplimiento de la jornada laboral por parte de aquellos funcionarios públicos que se ausentan de las instituciones? Estas preguntas no solo son pertinentes, sino necesarias para evaluar el impacto real de estas interrupciones en la educación de nuestros niños y jóvenes.
La respuesta a este derecho de petición no solo es crucial para los padres y estudiantes afectados, sino para la sociedad en general, que merece entender cómo estas decisiones afectan la estructura misma de nuestro sistema educativo. La frecuencia y la normalización de estos paros reflejan un desafío logístico y un desgaste en la confianza pública hacia las instituciones encargadas de garantizar el derecho a la educación.
Mi reflexión final es una llamada a la acción. La comunidad debe exigir responsabilidad y resultados. No podemos permitir que el futuro de nuestros jóvenes sea manipulado por agendas que transcienden el aula. Es imperativo establecer mecanismos de veeduría y control que aseguren que cada día académico cuente y que cada educador se presente, no solo físicamente, sino con un compromiso irrevocable hacia la educación.
La educación no es solo un derecho; es el cimiento sobre el cual se construye el futuro de una nación. Dejemos de lado las tácticas de intimidación y el culto a la personalidad que tanto daño hacen en otros contextos y enfoquémonos en lo que realmente importa: educar a las próximas generaciones de líderes, pensadores y ciudadanos responsables. No más excusas. No más días perdidos.
La educación es un derecho demasiado importante como para ser dejado en manos del caos. Ha llegado el momento para que los señores de FECODE sigan exigiendo como lo han hecho, pero también rindan cuentas.
[…] Por: Hernán Augusto Tena Cortés […]