Hasta pronto abuelito

“Abuelito, tu compañía siempre me hizo sentir bien. Gracias abuelito, por tu sabiduría incomparable, tu alegría, calidez y amor. Hasta pronto abuelito, algún día nos volveremos a ver.”


 

“Querido abuelito:

El día lunes, 25 de marzo, Dios te llamó para que hicieras parte de aquel lugar maravilloso al lado de él por toda la eternidad, ya son cinco días sin tenerte al lado de nosotros físicamente, pero sé que desde el Cielo nos estás mirando y hablando con Dios para que él nos guarde, nos bendiga y nos proteja.

Abuelito, desde que te conocí tuvimos los mejores momentos, siempre cuando iba con mis papás y mis hermanos a tu casa nos recibías con los brazos abiertos y con un buen almuerzo realizado con amor por tu esposa, es decir, mi abuelita. Me cuentan que cada vez que nosotros avisábamos que llegaríamos te alegrabas y ordenabas que nos tuvieran la mejor comida.

Jugábamos, charlábamos, te preguntaba sobre tu pasado, tu juventud aventurera, tus papás y tus hermanos, me encantaba conversar contigo abuelito porque tú sabias muchas cosas de la vida. Siempre me decías que tenia que tener cuidado con las cosas de la vida y me dabas un abrazo y un beso cuando te saludaba y nos despedíamos.

Este momento que pasamos tu esposa, hijos, nietos y nueras no lo pensamos que llegara este año, la vida cotidiana nos tiene ocupados y la muerte no es un asunto que nos ocupe demasiado y menos de un familiar.

No hace mucho abuelito, me comentaron que te enfermaste, que no podías dormir, que pensabas y pensabas y que ya no tenías las ganas y las fuerzas para caminar, comer y hablar, en esos momentos que te vi me angustié, aunque soy tranquilo mi corazón no estaba en paz porque sabía que estabas sufriendo el dolor.

Lo supe hace poco, que en tu malestar rogabas que no te llevaran a un hospital porque tu ya habías estado allá y la experiencia fue horrible, no querías que te llevaran, pero abuelito, cuando decidimos llevarte no fue porque tuviésemos egoísmo o quisiéramos en su momento descargarnos de ti, no abuelito, te llevamos al hospital porque era lo mejor, te iban a hacer exámenes y te iban a curar – esa era la idea – sin embargo abuelito, los hombres podemos pensar y actuar según nuestros impulsos pero Dios, nuestro Padre, sabe los momentos de nuestras vidas.

En el hospital, abuelito, estuvimos cuidándote, pusimos todo nuestro empeño y nuestra atención para que las personas que sabían te curaran e hicieran todo lo posible.

Todos tus hijos estuvieron, de día y de noche, no te dejaron solo ni un instante, y yo, sin ánimo de envanecimiento, estuve contigo largas noches y algunos días. Recuerdas abuelito que oramos juntos, hablamos con Dios, le pediste perdón y cada vez que te decía que si orábamos tu asentías afirmativamente con tu cabeza. Aquellas noches largas conversamos, quizá yo no tenía un tema de conversación, pero hablamos, te pregunté sobre tus padres y tu esposa y tú los dijiste, porque abuelito, aunque los médicos decían cosas, yo comprobé que tu estabas lucido y te acordabas de todo.

Se me partía el corazón y el alma al escucharte decir que te sacara del hospital porque de ahí no saldrías, cuando te cambiamos te daba pena y en tu rostro vi una expresión de tristeza, abuelito, en esos momentos mi corazón se me llenaba de tristeza, pero tenía la certeza que eran los mecanismos para que tu estuvieses limpio, fuerte y que tu dolor y tristeza fuese más pasajera.

Recuerdo abuelito un día en que te pregunté cómo te sentías, y tú con una expresión de abatimiento me dijiste:

 -No mijito, tengo una agonía insoportable.

Abuelito, esa frase y en la forma en que lo dijiste me partió el corazón de tristeza porque comprendía ese sentimiento, pero también pensaba que te estaban dando los medicamentos y todo lo necesario para que tu soportaras y, en mi interior, creía firmemente que tú saldrías del hospital.

Abuelito, no quiero seguir hablando sobre lo que tú y yo pasamos en el hospital, solo los dos sabemos lo que vivimos, lo que te acabo de decir es porque quiero decirte que en ningún momento te dejamos solo y que el tiempo que pasamos, a pesar de tu dolor, fue un momento que siempre lo tendré en un rincón especial de mi corazón.

El dolor que tengo al saber que ya no estás físicamente conmigo no es comparable con el dolor que tiene ahora tu esposa. Fue tu compañera de aventuras, la madre de tus seis hijos, la que estuvo contigo desde los dieciocho años, la que te acompañó en los momentos más difíciles y también en los más felices. Abuelito, ella te piensa de día y de noche y le pido a Dios y, tú que estás con él, que le de fortaleza y resignación.

En tu funeral abuelito, tu esposa, mi abuelita, se le rompió el corazón. Yo la llevé de la mano hasta la sala en donde estaba tu cuerpo, y en el momento en que mi abuelita vio el ataúd no aguantó y su corazón se le recogió por el inmenso dolor y sus ojos se llenaron de lágrimas. Y cuando vio tu cuerpo no paró de llorar y tocar el vidrio donde se te veía el rostro. Estoy seguro, que tú desde el Cielo la estabas viendo y desde las alturas le pedías a nuestro Padre que la consolara. Abuelito, tu esposa es una mujer muy fuerte, y aunque la embarga el dolor, Dios le dará fuerzas.

Abuelito, sé que, aunque ya no te vea directamente me estás escuchando, no tengo otras palabras para decirte cuánto te quiero, porque tu cuerpo posiblemente ya no esté y solo sean cenizas – porque así tú lo quisiste – pero tu alma está con Dios y estás en ese lugar mejor en el cual, como todos queremos llegar, es tu hogar por toda la eternidad.

Hasta pronto abuelito, no te digo hasta nunca porque tú y yo sabemos que, si Dios tiene misericordia conmigo, así como la tuvo contigo, estaremos reunidos algún día en ese lugar maravilloso al lado de nuestro Padre Celestial.

No queda otra cosa abuelito que decirte GRACIAS por todos los momentos que pude compartir contigo, momentos que siempre llevaré en lo más recóndito de mi corazón. Ahora abuelito, que estás más cerca de Dios que yo, que tienes más influencia dile que no sea tan duro conmigo, que tenga misericordia de mi y que me permita, cuando él disponga, que nos podamos reunir de nuevo.

P.D. Todos los días hablo con Dios a través de la oración y le pido fortaleza, protección y bendiciones. Mi abuelito está ya descansando y no quiero molestarlo, ya tuvo con todos los años que Dios le dio la oportunidad de estar en este mundo. Así que, no le pediré nada a mi abuelito – él lo entiende – le pediré a Dios quien es el proveedor y el soberano de todo.

                                                                                  Tu nieto, ALDUMAR FORERO”


Todas las columnas del autor en este enlace:  Aldumar Forero Orjuela

Aldumar Forero Orjuela

Joven oriundo de Bogotá D.C. Nacido en 1998, de familia conservadora, se ha adherido a las ideas del liberalismo que aboga por el respeto a la vida, la libertad y la propiedad como los valores más importantes de una sociedad.

Economista de la Universidad de La Salle. Con diplomados en cultura democrática y juventud constructora de paz.

Ha sido columnista en varios medios digitales de opinión y actualmente es columnista en Al Poniente.

1 Comment

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  • admiro a ALDUMAR FORERO ES un gran amigo que admiro como persona sé que se siente perder un ser querido

    hace 1 año perdí a mi papa y eso muy doloroso porque ellos son los que nos dan las fuerzas para no desfallecer

    admiro a Aldumar y le deseo mucha fuerza y fortaleza

    animo amigo

    misael