Allí, en el Concejo, Fabio demostró civismo y búsqueda constante de progreso para Entrerríos en asocio con personalidades como Danielito Roldán, Nolasco Ruíz, Rafael Roldán, Pacho Luis Pérez, Jesús Montoya y Bernardo Ruíz Osorio.
Por: Gabriel Alzate Lopera
Perteneciente a una caracterizada familia honorable y ejemplar; sus padres Antonio y Pepa supieron levantar a Fabio Arango Betancur con aquella verdadera tradición campesina, sana, honesta y con la delicadeza con que la objetividad pueblerina lo exigía. Su padre a punto de curtir pieles y transportándolos a lomo de mula para su comercio, logró criarlo, no solo a él, sino a una numerosa familia que de ese hogar dependía, con verdadero orgullo de responsabilidad y ternura familiar.
Pasó el tiempo y como todo hombre enamorado optó por contraer matrimonio con Ernestina. Pero resulta que, a Pedro Arango, el suegro, no le agradaba mucho ya que el yerno era bastante toma trago y parrandero, pero como para esto no hay atranque, hizo todos sus esfuerzos para cumplir con su objetivo hasta que lo alcanzó. Con su hogar formado continuó la lucha, pero en el comienzo con tan mala suerte que llegó al punto que en el pueblo en ninguna de sus «tienduchas» le fiaban una libra de panela. Entonces decidió abandonar su profesión campesina para dedicarse al trajín de los carros. Se hizo propietario de su primer vehículo: una camioneta que le costó $900.00, claro que esto fue en la época en que el dinero valía. En esa camioneta, teniéndome a mí, que me llamaban «Nino» como su copiloto transportaba desde «La República de El Zancudo» todo el cuero curtido hasta Medellín. Ese vehículo casi le quita la vida, pues al vararse por llanta cerca de la capital, el aro se desprendió volándole su dentadura y trozándole la lengua casi por completo, pero gracias al Altísimo todo fue solucionado y se pudo observar con el tiempo que Fabio quedó hablando más de la cuenta.
Después de haberle sacado todo el jugo a la dichosa camioneta, sus restos -los del carro aclaro- quedaron yertos y dispersos en los potreros de su finca La Tolda. Siguiendo la vida aventurera, en una de sus rebeldías logró desafiar a uno de sus coterráneos, el mismo que más tarde sería su socio para ser dueños de los vehículos que prestaron el servicio de transporte entre Medellín y Entrerríos. Ya entablado con su negocio tomó impulso para ser dueño de la mayoría de los buses de Entrerríos.
Cultivó la devoción por el canto del tango y la música de carrilera, los que al son de unos traguitos en sus ratos libres lo mostraban sumamente expresivo en espacios que le eran naturales como cabildante y Presidente del Concejo Municipal del pueblo. Allí, en el Concejo, Fabio demostró civismo y búsqueda constante de progreso para Entrerríos en asocio con personalidades como Danielito Roldán, Nolasco Ruíz, Rafael Roldán, Pacho Luis Pérez, Jesús Montoya y Bernardo Ruíz Osorio.
Fabio fue un líder Liberal, pues ese fue el partido que abrazó desde niño, pero muy por encima de su partido, lo fue del pueblo. En las charlas que tuvimos cuando fui su ayudante, me día que quería trasladar «la Capital de Entrerríos» a la «República de El Zancudo.» El Zancudo era su vereda, y para 1985 que escribí esta columna, las veredas Río Grande y Río Chico estaban por desaparecer para dar paso a Rio Grande 2, y así surtir al Valle de Aburrá de agua.
Nota: amable lector: la transcripción casi textual de esta columna escrita en 1985 es mi homenaje a su autor Gabriel Alzate Lopera, fallecido hace una semana, también a Fabio Arango Betancur, fallecido hace dos años y a Paul Roldán Gil, dueño de la Revista Ventanilla, la misma que para el sesquicentenario de Entrerríos, la publicó. Las tres personalidades se ganaron mi respeto por el amor incondicional que siempre le mostraron a mi Entrerríos del alma.
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