Leyendo sobre los orígenes del Partido Conservador colombiano, acudí a los grandes historiadores de la Historia de Colombia, Henao y Arrubla, y encuentro estas apreciaciones:
“-Era muy confusa entonces.- Por los años de 1838 a 1841 llamó se simplemente Ministerial al bando que elevó al Dr. Márquez y le sostuvo en el poder.
En ese nuevo bando, que triunfó sin nombre propio, apellidado servil por su adversario y que fue el núcleo de lo que diez años después se denominó “partido conservador”, hallaron cabida las gentes amantes del sosiego, del orden y de la estabilidad, de rectificaciones en lo tocante a la organización docente, las que anhelaban por el respeto a las enseñanzas de la Iglesia, y finalmente todos aquellos que por propia convicción, o por mero cansancio, se consideraban apartadas del espíritu turbulento, innovador, jacobino, que ha sido siempre la nota característica de la porción más ardiente y exaltada del radicalismo francés, maestro del granadino.” Henao y Arrubla, Historia de Colombia, Tomo II, Plaza y Janes, 3 edición, 1987, pag. 170
“Por ese tiempo se buscaba un nombre indicativo del credo político del partido que dominaba, y se optó el de conservador. “Somos el partido conservador”, decían los redactores de El Nacional y de La Civilización. “Los conservadores forman, afirmaba el segundo periódico, un partido sosegado y reflexivo que estima en más los resultados de la experiencia que las conclusiones especulativas de la teoría, y por consiguiente, poco o nada dispuesto a los arranques de entusiasmo”. Aquella denominación no fue al principio aceptada por todos a quienes se destinaba. Mosquera quería que sus adictos se llamasen liberales moderados y patriotas progresistas. Insistióse en el nombre de conservador, que al fin vino a comprender al partido que gobernaba, compuesto de ministeriales y de algunos descontentos por ciertas medidas del gobierno.
Formaban, pues, en tal bando político hacia el año 1848, en que quedaron bien marcados los partidos, los liberales moderados procedentes de la época de la administración de don Joaquín Mosquera y del General Caicedo y que en tiempos de Santander querían la reconciliación, el olvido de las divisiones pasadas y la participación en el gobierno de los ciudadanos, según sus títulos y capacidades, como lo dijo el presidente Márquez en su alocución al entrar a ejercer el poder ejecutivo: “En la provisión de los empleos no consultaré sino el mérito.” Henao y Arrubla, Historia de Colombia, Tomo II, Plaza y Janes, 3 edición, 1987, pag. 187
Ambas apreciaciones citadas correspondía a una época de transición: La campaña libertadora había terminado; los grandes conductores de la misma, Bolívar y Santander, habían pasado a la historia; la juventud buscaba, más que líderes, ideas a las cuales aferrarse. Francia continuaba siendo una caja de sorpresas: revolución de 1789; revolución de 1830; revolución de 1832 y, ahora: caen los Orleans y se da la revolución social de 1848. Don Mariano Ospina Rodríguez, que en 1828 fue un conspirador septembrino, ya era, veinte años después, un referente de lo que vendría a ser el glorioso Partido Conservador.
Me he permitido traer esos apartes de la concepción del Partido Conservador: sosiego, reflexión, experiencia, moderación, orden, estabilidad, y respeto a las enseñanzas de la Iglesia Católica, para contraponerlos a un análisis que hace el periódico El Colombiano sobre “Los Marianos”, en su edición del 10 de diciembre: “Un grupo de creyentes y misioneros católicos con posturas radicales sobre la familia, la fe, el trabajo y la vida”.
Me permito cuestionar las afirmaciones de El Colombiano al decir que Los Marianos son un grupo con posturas radicales sobre la familia, la fe, el trabajo y la vida. Lo que ocurre es que el Partido Conservador defiende como núcleo fundamental de la sociedad a la familia; está convencido de que el hombre vino a la tierra “Ut Operaretur” (Para que trabajara), porque el trabajo ennoblece, santifica; es Provida, porque es el derecho que está por encima de cualquier derecho, pues sin la vida son risibles los otros derechos; y considera que, siendo la gran mayoría del pueblo colombiano, Católico, pues debe considerarse esa realidad política y social, y no irse contra las creencias de la gran mayoría del pueblo colombiano. Eso no es radicalismo, es pragmatismo.
En mi opinión, el Partido Conservador, que se había perdido en el laberinto del minotauro, encontró a su Teseo y a su Ariadna para matar al minotauro que estaba acabando con lo mejor de la juventud griega. El Partido Conservador, se tiene que sacudir de quienes lo dirigieron inadecuadamente y volver a ser una verdadera alternativa de poder. Mariano fue el fundador del glorioso partido Conservador; Mariano es todo aquel ser racional que teme enfrentarse al Dios Justo y prefiere acudir a María, su mamá, para hacer alianzas que sólo ofrece una intercesora como La Vírgen.
Antioquia, Mariana por naturaleza, con ese “Ave María” que expresamos hasta arreando mulas, ha encontrado un sendero. El Glorioso Partido Conservador tiene una salida.
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