En las elecciones regionales se escogen gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y juntas administradoras locales. Las del próximo domingo son cruciales. Y no solo por la importancia de elegir buenos administradores para las gobernaciones y los municipios, determinantes para la buena marcha o el declive de la correspondiente entidad territorial, sino también por su impacto nacional.
En efecto, aunque ninguna elección regional es estrictamente local y todas tienen cierto peso en las siguientes presidenciales, en esta ocasión nos jugamos en buena parte el futuro del país. El control de las gobernaciones más importantes, pero sobre todo de las alcaldías de las capitales más grandes, pesa mucho cuando de elegir Presidente se trata. Su fuerza burocrática, su presupuesto, su capacidad de contratación y la posibilidad de incidir en la agenda pública y la opinión del elector, pueden ser determinantes.
No dudo de que lo fueron para las presidenciales pasadas. La izquierda controlaba cuatro de las seis alcaldías más grandes del país. Claudia López en Bogotá, Jorge Iván Ospina en Cali, William Dau en Cartagena y Daniel Quintero en Medellín, se inclinaron inequívocamente por Petro y su posición influyó decisivamente en su triunfo. Ganó con holgura en todas esas ciudades menos en Medellín, donde el peso del centro y la derecha son mayores que en cualquier otra parte. Triunfó incluso en Barranquilla y es previsible que su votación allá hubiera sido mayor si en la Arenosa no gobernaran con mano férrea los Char. En Bucaramanga, la votación tuvo un espíritu muy regionalista y se movió por Hernández, el candidato local. Además Juan Carlos Cárdenas, el alcalde, no era petrista.
Claudia fue apenas regular. Dau, Ospina y Quintero fueron muy malos, sus ciudades retrocedieron en bienestar, convivencia y seguridad, y sus mandatos estuvieron rodeados de escándalos de corrupción que, si la justicia opera con transparencia, muy seguramente los llevarán pronto a la cárcel.
Bastaría con ello para votar contra los candidatos continuistas en esas ciudades pero, repito, ocurre que además elegir bien será fundamental para el 2026. Contrario a lo que muchos temen, yo no veo, al menos hasta el momento, posibilidad de que Petro se quede en el poder. Por un lado, su popularidad es apenas del 30% y con eso no tiene fuerza suficiente en las calles como para soportar el autogolpe que tendría que dar para quedarse. Por el otro, en general los contrapesos institucionales están operando incluso, a pesar de los altibajos, en el Congreso. Y aunque se esperaba mucha más templanza por parte del mando militar, fuertemente debilitado por la barrida sistemática de generales, tampoco se ve que Petro pudiera conseguir entre ellos el apoyo que necesitaría para semejante aventura. El mando puede estar callado, pero eso no significa que esté contento con la situación que vive o con las políticas del gobierno ni que, mucho menos, apoyaría un golpe de Petro. Para rematar, la situación económica se deteriora aceleradamente y la inseguridad es cada día más aguda. Tarde o temprano le pasarán factura al gobierno.
Petro, sin embargo, tiene unas ventajas: la oposición sigue siendo débil y está fragmentada; los partidos liberal, de la U y los conservadores tienden a venderse por un plato de lentejas; el próximo año tendrá fiscal de bolsillo; también contará con un presupuesto gigantesco, el más alto que nunca en la historia, un 20% mayor que el del 2023, y, por tanto, mucha capacidad de gasto para comprar apoyos con subsidios y con corrupción; y cuenta con el soporte de los grupos criminales, todos ellos beneficiados por unas políticas gubernamentales que con la excusa de la la «paz total» no solo paralizan a la Fuerza Pública sino que les garantizan impunidad y enormes provechos estratégicos.
Por eso, de nuevo, la importancia nacional de elegir alcaldes y gobernadores que no sean petristas, no solo por el bienestar de sus regiones y municipios sino para que, primero, la izquierda no pueda contar con amigos que, como en las elecciones del año pasado, pongan burocracia, presupuesto y contratos a las órdenes de Petro y sus extremistas y, segundo, puedan hacer un contrapeso político al gobierno nacional.
Las proyecciones son buenas. La izquierda perderá Bogotá, Barranquilla, Bucaramanga, Cali, Cartagena y Medellín. De hecho, ni siquiera es claro que gane en Santa Marta. Y en las gobernaciones tampoco va a ganar nada importante, aunque puede participar en algunas coaliciones que pueden triunfar, como la de Luis Pérez en Antioquia. No deja de ser difícil de creer que Suárez y Rendón no hayan sido capaces de ponerse de acuerdo para derrotar a Lupe.
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