El valor del servicio público

Juan David Blanco Turismo Antioquia

Somos seres humanos. Somos animales sociales como dijo Aristóteles. Precisamente esa condición es la que mejor nos describe para explicar el sentido de nuestra existencia.

Somos animales con nuestro sentido de supervivencia actuando todos los días. Es este sentido nos hace alimentar, nos hace dormir, nos hace buscar abrigo en el frío o una fuente de calor ante una helada. La supervivencia como individuos podemos resumirla en el autocuidado y protección de la vida.

Somos sociales en la medida que, a lo largo de nuestra historia, nos dimos cuenta de que el relacionamiento con los otros nos facilita el proceso de supervivencia individual, prolonga la vida propia y permite la existencia de nuestra especie.

Es así como el hecho de ser animales sociales nos ha llevado a crear unas formas de relacionarnos para vivir en sociedad representada en la comunidad en la que nos desenvolvemos. Como resultado de este ejercicio han surgido las ciudades y países como mecanismos administrativos para optimizar las relaciones humanas y maximizar sus beneficios.

Justamente la democracia y el equilibrio de poderes ha sido el mejor invento social hasta ahora sobre cómo ponernos de acuerdo y trabajar por unos beneficios comunes. Así que la pregunta es: ¿quién es ese “Estado” que realiza este trabajo? Sencilla respuesta: todos y cada uno de los servidores públicos qué hay en nuestro país, sin distingo del tipo de contratación que tengan. Más de 1 millón de personas que cada día están entregando lo mejor de su energía y su vida para que vivamos en condiciones dignas que nos permitan prolongar nuestra existencia.

Hago todo este contexto para rescatar el valor del trabajo en el sector público, puesto que hace unos años yo hacía parte de quienes criticaban y se frustraban, como agentes externos al servicio público, por la inoperancia y la poca efectividad de nuestro estado colombiano. Pues ahora he tenido la oportunidad de criticarlo y frustrarme desde adentro siendo parte de este sector, pero también he tenido la fortuna de vivir la experiencia profesional y laboral más hermosa de la vida. La satisfacción de ejecutar acciones y desarrollar proyectos que benefician directamente a las comunidades en sus condiciones de vida, donde la equidad para el acceso a oportunidades permite transformar a personas de carne y hueso, personas con historias, con familias, con relaciones humanas, que no son simples estadísticas, para vivir dignamente. Esto es algo que me ha hecho derramar lágrimas de alegría.

Sin embargo, también entiendo que esa fortuna es una responsabilidad enorme, dado que todo esto es posible gracias a los recursos de los contribuyentes que financiamos el Estado. Y esta responsabilidad trae consigo enormes retos para tomar las mejores decisiones de priorización y focalización, así como los riesgos que se asumen a título personal por proponer ideas, definir focos, llevar a cabo procesos de contratación y selección, construir equipos, comunicar, entre otros, con los sagrados recursos públicos.

Y algo que siempre se nos olvida en nuestra condición de seres humanos, es que estamos llenos de imperfecciones, errores y aprendemos en el camino, lo que se conoce como experiencia. Pues bien, para la opinión pública no existe margen de error, cualquier falla en un proceso o una decisión desacertada inmediatamente es sinónimo de corrupción. Este tipo de riesgos que se asumen, así como el de estar expuesto públicamente de manera continua, no se compensan con beneficios salariales como sucedería en el sector privado, pues la remuneración no es equiparable en lo absoluto cuando evaluamos responsabilidades presupuestales y de toma de decisiones entre el sector público y el privado. Y aquí es donde siempre me hago la reflexión del nivel de convicción y pasión que, por ejemplo, debería tener un alcalde o alcaldesa de un municipio de categoría 6 en Colombia, cuyo salario está alrededor de los 3 salarios mínimos mensuales, y los desafíos y riesgos de muerte son el pan de cada día.

Por lo anterior, el valor del servicio público es invaluable y en definitiva he entendido que es una vocación, ya que la alegría de servir y la satisfacción de aportar a la sociedad entregando los mejores años, las mejores ideas y toda la energía, llenan el corazón y el alma para asegurar que trascendemos en nuestro propósito como humanidad.

Así que hago esta reflexión con el propósito de reconocer y valorar enormemente a aquellos servidores con los que día a día nos cruzamos y ni cuenta nos damos, pero en especial para que sepamos reconocer a aquellas valientes personas que se postulan a cualquier cargo de elección popular verdaderamente por esa hermosa y verdadera VOCACIÓN de servir.


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Juan David Blanco

Ingeniero Mecánico, UPB. Magíster en Economía Aplicada, Eafit. ExGerente de Ingeniería - P&G. ExSubsecretario de Planeación de Infraestructura Física. Ex- Secretario de Turismo de la Gobernación de Antioquia.
100% familia. Ciclista por pasión, triatleta por motivación. La disciplina siempre superará al talento en el tiempo.
Salsero. Aún con esperanza en la humanidad.

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