Ser controversial es parte de la naturaleza del ser humano que se convierte en líder de un ámbito de sus sociedad, más concretamente el que dentro del esquema del Estado-Nación moderno, más concretamente de la administración pública de naturaleza burocrática desarrollada como paradigma por Max Weber, donde el rol de macho o hembra Alfa dentro de un rol de poder de autoridad, responsabilidad y manejo de recursos. Henry Kissinger es la demostración de que se puede ser estadista sin llegar nunca al Gobierno, y que la diplomacia y las relaciones públicas de los países -aún en las circunstancias más extremas de un conflicto armado o diferendo territorial-, y quien las sepa manejar, es quien realmente tiene el poder, no los presidentes ni los partidos políticos.
Dedicatoria especial a Dora Glotmann y a Claudia Santodomingo
A los niños sobrevivientes del Guaviare y sus familias
Hoy, 29 de mayo de 2023, se cumplen 100 años del centenario de nacimiento y vigencia de un estadista, estratega y leyenda viviente de las relaciones internacionales, la diplomacia y la asesoría política a nivel mundial, y que desde mi opinión personal, es el verdadero poder político de los Estados Unidos: Henry Kissinger.
Lloverán los panegíricos en torno a su figura por parte de muchos periodistas, analistas y medios de todo tipo, con comentarios a favor o en contra, con una imagen de ángel o demonio frente a sus actuaciones o relación circunstancial con los gobiernos de turno de la Unión Americana. Pero, en el caso de nosotros, las personas que nos quedamos frente al modo de analizar el mundo desde la inteligencia estratégica, donde los apasionamientos políticos quedan relegados a la nada frente a las destrezas y capacidades de detectar las amenazas y oportunidades, incluso más allá de la perspectiva del mundo militar y del sector público.
Nada frente a las destrezas y capacidades de detectar las amenazas y oportunidades, incluso más allá de la perspectiva del mundo militar y del sector público.
Un gran libro que tiene la fortuna literaria de ser un best-seller y al mismo tiempo una obra que pasó a la historia con calidad es Las 48 reglas del poder de Robert Greene. Aparte de su contenido que sintetiza toda la trayectoria universal del liderazgo, reivindica en el lugar que le corresponde entre los referentes históricos del desarrollo teórico y práctico de la administración pública, las relaciones internacionales, las ciencias políticas y gobierno, e inclusive la seguridad y defensa. Sir Francis Walsingham, Von Clausewitz, Maquiavelo, Napoleón, Mao Tse Tung, Sun Tzu tienen ahora y en vida a un nuevo compañero.
Y ha llegado a ser referente, precisamente porque es el estadista que ha demostrado que hacer la paz y conductas alejadas de la confrontación son también estrategias efectivas tanto para la diplomacia como para la guerra. Tal vez por su origen y práctica religiosa del judaísmo ha logrado un equilibrio tanto personal como en su ejercicio profesional entre el cuándo y el cómo utilizar la fuerza, y a la vez cuando tener el estoicismo, la resiliencia y el valor sobre las malas circunstancias de la vida. Hay que tener muchísima grandeza para hacerse amigo de personas pertenecientes a una organización de terroristas que tiene la intención de hacer un secuestro político, y hasta hacer chiste de una afectación personal. En un país como Colombia, donde el victimismo y llevar los egos se llevan al límite las pasiones llevándonos al mismo tiempo a una cultura terriblemente permeada por la violencia combinada con la mayor ingenuidad sobre las matrices de opinión y cultura realizadas por diferentes instancias del poder -que van más allá de la política-.
Sus apariciones públicas van más allá del mundo especializado de las ciencias políticas, sino que llega incluso a la cultura popular. Desde un recordado capítulo cómico en Los Simpson de los años noventa donde hay una escena donde Homero le roba los lentes que se le quedan en el baño cuando estaba visitando la planta nuclear del Señor Burns; hasta incluso las teorías de la conspiración sobre su conexión con presuntos círculos de poder que le ponen un halo de misterio a su vigencia.
Desde los años setenta al presente, es un referente obligatorio de consulta y opinión para todos los gobiernos americanos independientemente del partido político o tendencia ideológica de cada gobernante o facción dominante dentro del sistema bipartidista. Todos recurren no solamente a su consejo sino a asignarle funciones en la resolución de conflictos dada su experiencia y asertividad sobre la observación y proyección de escenarios.
Lo anterior, no es un homenaje ortodoxo, simplemente es un compendio del deber ser de nuestras sociedades en la actividad que con las luces y sombras que sus coyunturas y resultados hayan dado a la participación de Kissinger en los últimos sesenta años de la geopolítica mundial.
Y ese deber es el del servidor público, del administrador público, del funcionario, del dignatario, del mandatario, del ciudadano. Esa forma correcta del ejercicio del poder desde sus diferentes dimensiones es el legado viviente de Kissinger. Eso queda ya en la historia.
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