Un mensaje a la derecha colombiana, a propósito de las marchas uribistas

En una democracia fuerte, que la oposición demuestre su descontento, no solo en el congreso, sino también en las calles, es, además de sano, deseable. Las medidas, tanto en política como en leyes, deben ser discutidas y no desconocer que, aunque una mayoría ganó, una minoría existe en el país. Para lo anterior no puede haber peros, sin importar quien sea la minoría, y es importante que el derecho a la protesta en el «gobierno del cambio» sea respetado; tal como se hizo el sábado pasado.

Sin embargo, el evidente fracaso de estas movilizaciones no puede ser considerado como prueba del apoyo total al gobierno Petro. Por el contrario, es imposible desconocer las oposiciones dentro de la denominada coalición de gobierno, específicamente desde el Partido Conservador, el Liberal, el de la U e incluso de algunos miembros del partido Verde. Quienes, guste o no, han puesto sus ideas sobre la mesa y condicionado sus apoyos más a la defensa de ideales de país que a los puestos burocráticos. Tristemente, la intransigente ministra de salud no ha querido escuchar.

Mientras esto sucede, la autodenominada oposición, amantes de Twitter que creen que es ahí donde se discute el rumbo del país y del mundo, no ha podido conjugar un apoyo popular como el que antaño tuvieron. Me parece que se debe al cambio de personalidades por unas sin carisma, poco propositivas y alérgicas al diálogo. La realidad es que en Twitter se queda la discusión tuitera, y en las calles y las urnas se demuestran los verdaderos apoyos.

Por esto creo que de lo que sí es prueba la escasez en las marchas es del cansancio de los colombianos por las proclamas vacías y los actos irresponsables. El discurso castrochavista, francamente guerrerista y mentiroso que ha imperado en Colombia no cala ya en una ciudadanía golpeada por la pobreza que solo busca salidas viables a problemas palpables.

Una parte de la ciudadanía puede estar en desacuerdo con el gobierno, pero no hubo apoyo en las marchas porque los colombianos ya no aceptan con agrado esa forma de expresar los desacuerdos. La política de la violencia, del ataque, la que está más cerca de la guerra que del debate, parece quedar atrás. A buena parte de la población ya no le convence esto; no a todos, naturalmente.

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La razón de fondo es que, en los últimos años, tal vez desde el 2018, y como no, por responsabilidad del actual presidente Petro, el discurso y el debate político se han cualificado. Incluso diría que poco a poco se ha llenado de normas y marcos que para la ciudadanía deben cumplirse. Para algunos sectores de la política nacional ha sido menester la búsqueda de propuestas, más allá del ataque, y la expresión de desacuerdos, sin ir a diferencias personales, para mantener el apoyo de sus electores.

En cambio, prueba de la mezquindad y falta de propuestas de la derecha colombiana son los ataques a la vicepresidenta por usar recursos de su cartera para cumplir sus funciones; un absurdo. La derecha colombiana debe entender que discutir con ideas y no con banalidades debe ser un primer paso para seguir siendo relevantes, y no terminar como una secta; pequeña y segregada.

Ojalá la minoritaria derecha coja rumbo, se llené de argumentos y entienda, como antaño, que sin propuestas radicales, como las de, por ejemplo, Álvaro Gómez, no va a llegar a nada y difícilmente volverá a ser poder. Pido, eso sí, que no se me tilde de ser de derecha, estoy más cerca de Petro que de Uribe Turbay. Pero discutir sobre el futuro del país con una oposición sopesada y racional, inteligente y educada, también es fundamental para la democracia.

Adenda. La Minagricultura tiene razón. Con la suspensión de nuevos contratos de exploración de hidrocarburos, como acaba de confirmar el señor Roa, y sin la puesta en marcha de un vigoroso plan de producción rural ¿de dónde salen los recursos para el desarrollo y la transición energética?


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Camilo Andrés Delgado Gómez

Politólogo en formación en la Universidad Nacional de Colombia. Lector crítico de la dinámica política y la historia, dos cosas que en este país siempre se olvidan. Como Keynes, cuando los hechos cambian, cambio de ideas, ¿qué hace usted, señor?

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