El tema de esta columna semanal iba a ser la reforma a la salud que acaba de ser radicada en el Congreso de la República y que ha acaparado el debate político y mediático. Sin embargo, la movilización del 14 de febrero y el discurso del Presidente Gustavo Petro, al final de la misma, me conmovieron y decidí cambiar de perspectiva. Del tema inicial hablamos la próxima semana.
Es la segunda vez, (la primera fue en marzo de 2013 que nos movilizamos para defender la Alcaldía de Petro en Bogotá), que marchamos para defender un gobierno. Muchos no pensábamos que iba a ser necesario una vez ganadas las elecciones, pero el ejercicio de gobernar es complejo y la disputa de los intereses sigue latente en sus intersticios, las contradicciones continúan estando al orden del día y el repertorio de movilización social no puede ser abandonado.
Este gobierno, aunque sea difícil pensarlo, es de resistencia, por lo cual se hace obligatorio mantener la movilización – no solo en forma de marcha – de la sociedad para lograr la gobernabilidad popular que se necesita, pues la gobernabilidad institucional está atravesada por múltiples intereses que muy probablemente riñan con los valores defendidos en las reformas del cambio. La reforma a la salud expresa claramente lo frágil que es esa gobernabilidad y pone en evidencia la necesidad de darle permanentemente un impulso popular al gobierno.
Además, aunque sabemos dar discursos y exponer argumentos técnicos, la calle ha sido nuestro escenario natural. Allí, hemos construido la fuerza de nuestros argumentos, resistiéndonos con arengas a la represión como único argumento.
En la movilización me encontré con la militancia con la que hemos marchado toda la vida, con la que hemos recorrido tantas veces estas calles. Nos vimos mediados por la extrañeza de sabernos movilizados en la defensa de un gobierno nos produce una inexplicable alegría. No solo ha cambiado de bando el miedo sino la alegría, pero las calles no pueden cambiar de bando.
Me conmovió especialmente encontrarme con los amigos de la “vieja guardia” los viejos militantes con sus periódicos y arengas que nunca pensaron que iban a vivir un gobierno alternativo, aunque siempre lo buscaron. ¿Cuántos años de exilio, barbarie, persecución y violencia política encubren hoy esas tiernas arrugas? Su alegría me arrugó el alma, tal cual lo hicieron los abrazos cálidos del 19 de junio de 2022 en la noche, cuando nos miramos y dijimos: “este es el futuro que construirnos”.
He pensado que la disputa es sobre todo por nosotros, por la generación actual y por las nuevas. Esta marcha me hizo entender que no solo luchamos por el futuro sino que también lo hacemos por el pasado, por honrar los años de resistencia que nos trajeron hasta este presente. No podemos fallar, no podemos aflojar, vivimos en el momento que tanto nos costó construir.
¡Nos vemos en las calles!
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