“Si bien hay que avanzar en la transición energética, eso no implica que no podamos seguir desarrollando el gas y el petróleo”.
Colombia emite menos del 1% de las emisiones de carbono a nivel mundial según Climate Watch (ver). Eso significa que nuestro país no es un gran responsable del calentamiento global, tema convertido en agenda mundial desde hace unos años y que justifica la transición a energías limpias y renovables. Las emisiones de carbono en parte son emitidas por fuentes de energía como el gas y el petróleo; sin embargo, siendo nosotros productores y exportadores de gas y petróleo no contribuimos significativamente a este fenómeno.
Por eso extraña que se esté discutiendo la posibilidad de que Colombia renuncie a explorar nuevos yacimientos de petróleo y gas que garantizarían nuestro propio autoabastecimiento, pero además seguirían fortaleciendo la economía como lo mencionó el ex ministro de Minas Diego Mesa: “El sector energético aporta: 40% de exportaciones, 30% de inversión extranjera directa, 15% de ingresos fiscales, 25% de presupuestos de inversión de municipios y departamentos” (ver). Incluso reconocidos ambientalistas como Manuel Rodríguez Becerra han cuestionado esta tesis que viene proponiendo el gobierno nacional: “Defiendo unos sustantivos ingresos procedentes de petróleo y gas, entre otras, para la erradicación de la pobreza y, también, para la diversificación de la economía. Renunciar a la exportación tiene un efecto cero para el cambio climático” (ver).
¿Qué sentido tiene renunciar a explotar responsablemente nuestros recursos naturales cuando esos mismos recursos los seguiría demandando el resto del mundo? incluso nosotros mismos los tendríamos que comprar a países vecinos como lo ha planteado la ministra de Minas Irene Vélez. Es como reconocer que esos recursos naturales son necesarios pero que es mejor que los extraigan en el “patio trasero” y en el “patio central” recibo los beneficios, pero no los impactos.
Si bien hay que avanzar en la transición energética, eso no implica que no podamos seguir desarrollando el gas y el petróleo, los recursos provenientes de esta industria sirven para realizar una transición justa y organizada que a la vez va a demandar más minerales como cobre, litio, níquel y que el mismo presidente Petro lo reconoce: “El tránsito a energías limpias que necesita el mundo para detener el apocalipsis, implica más minería” (ver).
Es un error seguir discutiendo qué actividades económicas hacemos y cuáles no, cuando tenemos la posibilidad de desarrollar todas con respeto por el entorno, fortaleciendo la economía, generando nuevos empleos y mejorando la calidad de vida de las personas. Países que tienen menos riquezas naturales que las nuestras, lo hacen, y tienen mejores índices de calidad de vida que Colombia, como Finlandia, que, teniendo rigurosas políticas en materia ambiental, anunció que con su mina Terrafame quiere ser el principal proveedor de níquel en Europa para la fabricación de baterías de la movilidad eléctrica (ver).
Noruega, otro país nórdico que limita con el polo norte, basa buena parte de su economía en la producción de petróleo y exportación de salmón. En Trento, Italia, se han convertido en grandes productores de vino teniendo poca tierra para cultivar y Suiza, un país más pequeño que Antioquia, está entre los 5 países que más exportan café al mundo sin tener un solo grano cultivado. Lo hacen con organización, disciplina y sin desgastarse en debates innecesarios. Aprovechan sus ventajas comparativas para volverse competitivos.
En Colombia con tanta diversidad de recursos naturales que tenemos y a la vez con tantos retos sociales, deberíamos enfocarnos en cómo desarrollar bien cada una de las actividades económicas para tener justicia social y así ser una verdadera potencia mundial de la vida. Tenemos todo para hacerlo.
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