TRES HISTORIAS CORTAS SOBRE LA IGNOMINIA DE SER NIÑO, NIÑA O ADOLESCENTE EN MEDELLÍN
“Cuando se es padre todos los niños del mundo son nuestros hijos”*
Por: Jesús Ramírez**
Me desempeñe como Subsecretario de Orden Civil, una especie de oficina encargada de los asuntos de la seguridad y la convivencia ciudadana dependiente de la Secretaria de Gobierno del municipio de Medellín y posteriormente como Secretario de Gobierno de la ciudad. La llegada y salida a estos cargos, que debo a la generosidad de Alonso Salazar, me abrieron una ventana o mejor, un orificio para mirar la ciudad y cargar sus penurias.
Dependiendo de la Subsecretaría de Orden Civil existía un programa de acompañamiento a las autoridades de policía, a las organizaciones sociales y a las comunidades que en terreno estaba a cargo de los llamados Técnicos Sociales. Eran ellos y ellas, los ojos y oídos de la Secretaría y en ese grupo puse todo mi interés. Nos reunimos periódicamente y prestaba especial atención a sus informes, requerimientos y quejas.
Estas tres historias cortas, han venido a mi cabeza a raíz del premio al mejor cuento del Concurso Medellín en 100 Palabras que se otorgó a un joven del Barrio Aranjuez, el cual incluyó al final de este artículo y cuya lectura me produjo lágrimas y amargos recuerdos como los que siguen. Estas historias, las sufrí siendo Subsecretario.
I
Por intermedio de la funcionaria que trabajaba en la comuna de Villa Hermosa, supimos de la existencia de un caso de explotación sexual de menores que atendí prontamente. Una mañana nos encontramos en un parqueadero del barrio Enciso con varios funcionarios y funcionarias del municipio y con algunos ciudadanos que nos informaron de una mamá que todos los días le alquilaba sus pequeños hijos a choferes y conductores de bus para que estos les hicieran la felatio. La mamá cobraba ese “servicio” y con el dinero adquiría el vicio para el resto del día.
II
En alguna reunión de coordinación que el Secretario de Gobierno realizaba esporádicamente, conocí de la historia de las niñas que se ubicaban en los alrededores de la avenida 33 y se dedicaban a hacer la felatio a choferes de taxi y conductores de “particulares” que recurrían impunemente a sus “servicios”. Al parecer, tal “oficio” lo despeñaban las niñas para ayudar en sus casas y comprarse algunas prendas de moda a condición de que el cliente no las tocara, besara o intentara penetrarlas. De esa manera prevenían embarazos y podrían mantenerse “vírgenes”. Alas niñas las conocían como “Las Terneritas”.
III
En alguna de las reuniones de coordinación con el equipo de promotores y promotoras, presenté la estrategia de “Escuelas y Colegios Seguros”, consistente en el control de expendios de vicio, reducción de la velocidad vehicular en las vías circundantes, vigilancia a la salida y entrada de los estudiantes y prohibición de vendedores estacionarios en las entradas de las instalaciones educativas, entre otras medidas. Apenas terminé, la encargada de la Comuna Trece me interpeló y contó como allí había bandas de jóvenes que entraban en las casas donde los pequeños permanecían solos mientras que sus madres o sus padres salían al rebusque o a trabajar y aprovechando su ausencia, violaban a los niños y niñas. Para rematar, reclamó porque la iniciativa de escuelas y colegios seguros solo estaba orientada a los alrededores de los establecimientos educativos y no hacia los niños y niñas. Ilustró el reclamo contando como en los primeros años de primaria era común escuchar a las pequeñas niñas decir que sus papás ya “La habían hecho mujeres”.
El Monstruo de mi cuarto
Por: Miguel Ángel López
“Mi casa queda en una loma cerca de la estación Andalucía. Allí vivimos tres personas. Mi mamá, El monstruo y yo. Cada vez que me voy a dormir puedo ver que en la esquina de mi habitación se para el monstruo para verme mientras duermo. Me da miedo que me haga algo mientras no puedo verlo, puedo sentir su mirada más y más profunda, como si sus intenciones se escucharan a gritos. Le he puesto varios nombres, El monstruo, El vigilante, el coco y muchos otros. Pero mi mamá le dice amor”.
*Esta frase me la dijo Dasso Saldivar
**Abogado de la universidad de Antioquia. Consultor independiente
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