Espectador, en defensa de hampones elenos

Entre las muchas letras que digiero a la semana a cuenta de la política, entre trinos y artículos, tropecé el jueves con una editorial del periódico El Espectador. El texto titulado, Era necesario reconstruir los diálogos de paz con el ELN, expone una serie de aseveraciones inadmisibles que me veo en la obligación de reprender, para así denunciar que el periodismo progresista continúa fomentando las políticas de impunidad social bajo el pretexto del ‘perdón’.

Apelando a la emotividad de una figura remembrada se exalta una frase del reconocido Guillermo Cano: ‘¿por qué no apostarle a la paz?’. Apuesto a que en vida el doctor Cano, digno de admiración y respeto, jamás se hubiese imaginado que su frase sería utilizada para lavarle la cara al crimen, el mismo que lo asesinó. Mucho menos por el periódico que vino del fruto de sus entrañas. Como coincidencia, esta semana se cumplieron seis años del plebiscito por la falsa paz del gobierno Santos, el mismo que democráticamente perdió, pero impusieron por voluntad de su ego. Si El Espectador exalta desde el periodismo los valores de libertad y democracia ¿por qué omiten la imposición política y alientan un segundo proceso de paz fallido sin resolver la impunidad?

En menos de dos meses y gracias al nuevo gobierno de Gustavo Petro se han logrado avances remarcables, advierte entre líneas dicha editorial. No es un avance que en un país libre y democrático un gobierno imponga la paz y la solidaridad, ninguna de las dos debería ser una política de Estado en el mundo libre. La paz, el perdón y la solidaridad son cuestiones intrínsecas a la libertad individual. Son decisiones propias del libre desarrollo de las personas, escogencias con criterios del corazón y la vivencia moral, por lo tanto, conceptos subjetivos que no caben en la democratización de la política. Obligar el perdón y la aceptación de la impunidad, antes de las FARC y ahora del ELN, no le queda bien a un gobierno, pero le queda fatal a un ícono del periodismo colombiano.

En dos momentos críticos la editorial toma giros inesperados. El texto reconoce que en los territorios en los que las FARC se desmovilizaron el ELN se movilizó para ocuparlos. En otras palabras, considera que la paz de Santos no fue total, y solo permitió que los pelotones guerrilleros crecieran en números y en delincuencia. Castiga a su vez al expresidente Iván Duque, y dice que el Estado en cabeza de este mandatario articuló una persecución innecesaria en contra de los criminales. ¿No es este el trabajo del gobierno? ¿Salvaguardarnos de los criminales con la fuerza letal del Estado? No disto de que Iván Duque fue un mal presidente, pero la prensa no puede continuar persiguiendo y llenando de estigmas a quienes por garantizar la seguridad hacen su trabajo.

Hablemos de los garantes, un tema también que El Espectador le reconoce a Gustavo Petro. Una pregunta sencilla es ¿Venezuela puede ser garante de qué? Un Estado fallido que no garantiza el orden constitucional internamente, y que ha convertido el narcotráfico en su política exterior. Exaltamos así las diferentes corrientes socialistas de América Latina, y la prueba de que Gustavo Petro pertenece a la peor. Mientras Gabriel Boric, presidente la izquierda latinoamericana, condenaba las violaciones de derechos humanos en Cuba, Venezuela y Nicaragua, el gobierno nombraba a Nicolás Maduro como garante de la ‘paz total’. Y este es el mensaje que amplifican nuestros medios serios, avalar el radicalismo popular comunista al que nos está llevando la miserable democracia colombiana.

La ‘paz total’ no es un palabrerío de leyes aplaudidas por necios incultos. Es la persuasión de un movimiento ícono que incita desde la responsabilidad individual a que cada ciudadano tome su libre decisión de perdonar y enmendar. La imposición absuelve de manera tácita la iniciativa voluntaria, y enmarca al demócrata en la tiranía del egocentrismo, hacer lo que toque para dar a entender que la promesa fue cumplida. Esto replican los medios, El Espectador, en una apología a su seriedad una línea editorial que apoya todo lo que los colombianos combatimos en nuestro diario vivir, la represión, la mentira, la impunidad de los que dañan el buen nombre que construimos como República. No nos queda más que, al mejor estilo camandulero, rezar para que la ‘paz total’ sea poner tras las rejas a los hampones elenos.


Otras columnas del autor: https://alponiente.com/author/narvaezmedinas/

Sebastián Narváez Medina

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