Para realizar una aproximación al presente de Rusia, es importante, conocer sus diferentes facetas históricas, como nación, como imperio, como Federación. El primer momento, sin duda, se remite al surgimiento de la Rus de Kiev, que se resume como el proceso de hibridación entre las tribus eslavas, finlandesas y vikingas que poblaron la llanura Sarmática, allende a la cuenca del Río Don, cuenca que le brinda el nombre a la región de Donets, epicentro de la actual guerra fratricida en Europa Oriental.
Hacia el 862 los Eslavos-Varegos se expandieron más allá del Cáucaso y bajo el dominio de la dinastía Rúrika, se establecieron en Nóvgorod, dominando la Rus de Kiev y conformando hasta el siglo XVI (16) el principado de Moscovia, predecesor del zarato encabezado por Iván Cuarto mejor conocido como Iván el Terrible.
Es importante resaltar el aporte histórico de dos personajes en la historia antigua de la nación rusa, Ana Porfirogéneta princesa bizantina, hija de Romano II y Vladimiro I príncipe de Kiev. Quienes hacia el 970, se convirtieron en los precursores de la cristianización ortodoxa del imperio.
Un tercer momento coyuntural por su peso histórico es, la caída del Zarato, que se encontraba en manos de Nicolás II, dinastía de los Romanov por obra de los bolcheviques quienes a posteriori instaurarían el Consejo de Comisarios del Pueblo en 1917, y que más tarde convocarían las asambleas comunales o Soviets, que le otorgan el nombre a la nueva nación rusa. El 30 de diciembre de 1922 fue creada oficialmente la Unión Soviética con la fusión de Rusia, Transcaucasia, Ucrania y Bielorrusia.
El papel de la Unión Soviética fue fundamental en ambas guerras mundiales, en la primera se batió entre su propia guerra civil y la guerra contra el imperio austrohúngaro. En la segunda, fue gracias a ella que los Aliados pudieron derrocar el Tercer Reich, con la entrada triunfal, en Berlín, en mayo de 1945, después vendrían el auge, la expansión y la guerra fría, el último y más relevante punto de coyuntura de finales del siglo XX.
El cuatro de abril de 1949 se crea la OTAN, Organización del Tratado del Atlántico Norte que como su nombre lo indica, agrupa las naciones occidentales que comparten costas en el océano atlántico y, cuya formación inicial incluía a los Estados Unidos de Norteamérica, Reino Unido, Francia, España, Portugal, Italia, La República Federal Alemana, Países Bajos y Noruega. He aquí un cuarto momento coyuntural, la alianza que supone un riesgo para el bloque comunista alienta la creación del llamado Pacto de Varsovia: el 14 de mayo de 1955 El primer ministro de la Unión Soviética Nikolai Bulganin firma junto a sus homólogos la alianza de cooperación militar integrada por el gigante ruso, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Alemania Oriental y Albania este último hasta 1960).
Si bien la guerra fría nunca pasó al plano de la confrontación abierta, quizá porque significase la destrucción mutua asegurada o MAD (por sus siglas en inglés) tal y como lo definió en su momento el matemático Von Neumann; En adelante el mundo no sería el mismo, esta constante zozobra provocaría tensiones que llevaron al orbe a niveles tan severos como la crisis de los misiles cubanos en 1962, pero esta polarización no sólo alentó al desarrollo armamentístico, sino que impulsó la carrera por la conquista del espacio, que se constituiría también en un desafío tecnológico. La ciencia tomó por mucho tiempo rumbos diferentes en ambos bloques, la medicina se potenció tangencialmente en el espacio de influencia soviética, los deportes, el ajedrez, las matemáticas, la física, la literatura, la arquitectura estalinista y el modernismo brutalista que aún contrasta con las iglesias ortodoxas y las construcciones neobizantina impulsadas por la era zarista.
Fueron muchos los desarrollos aeroespaciales que se gestaron, el primer satélite en el espacio, la aeronáutica civil y militar, los aportes a la química, la invención de la tabla periódica, por parte de Mendeleyev o la Televisión por parte de Vladimir Zworikin, aparato proyector que se convertirá paradójicamente en la mayor arma de difamación, desprestigio y desinformación sobre la Unión Soviética y todo lo que fuese considerado socialismo, comunismo o izquierda, especialmente en el hemisferio de influencia capitalista.
La Unión de Soviets, distritos y Oblats, conformaban un verdadero estado plurinacional, compuesta por naciones tan diversas como distantes; divididas en 15 repúblicas socialistas soviéticas; en un gigantesco territorio de 22 millones de kilómetros cuadrados convivían pueblos como los Paleosiberianos, ubicados en el extremo noroccidental, entre Kamchatka y Yakutia, las naciones del báltico (Estonia, Lituania y Latvia) el inmenso territorio de los Kazajos y los Estados que componen el Turquestán, los pueblos eslavos y caucásicos, moldavos, rumanos, cosacos y tártaros, la Laponia al norte, los pueblos mongoles, tunguses y urálicos, toda una amalgama fenotípica y genotípica; alrededor de 290 millones de personas, reunidas bajo la tutela de la hoz y el martillo. Una nación que se extendía por tres continentes (Europa, Asía y América) espacio en el que aún la nación rusa tiene soberanía, limitando con América del norte por el estrecho de Bering y las islas Diómedes, (si se tiene en cuenta que Alaska fue vendido por Alejandro II en 1867).
Las reformas impulsadas por Mijail Gorbachov, “La Perestroika” o (apertura económica) y el “Glasnot” (apertura política) contrastaban con las doctrinas tradicionales de sus antecesores, estas reformas generaron un movimiento popular en todas las esferas del espacio de influencia soviético, que comenzaron a socavar las estructuras ideológicas y políticas supraestatales, gestadas por los movimientos sociales independentistas y por la oposición.
En noviembre de 1989 cae el muro de Berlín, y con él, toda la Cortina de Hierro comienza a desmoronarse, esto sucede tras una serie de protestas que se suscitaban en casi todos los países del bloque; en primer lugar, la apertura de la frontera entre Austria y Hungría, supuso un avalancha de ciudadanos que pedían exilio en las distintas embajadas de la RFA; en segundo lugar, la desafortunada intervención en una conferencia de prensa de Guenter Schabowski, portavoz del gobierno de la RDA quien anunció que las restricciones de viaje para los berlineses del este se levantarían de inmediato, dicho anuncio generó la movilización de miles de personas que se agolparon en los puestos de control y de inmediato comenzaron a derribar el muro.
Sería cuestión de tiempo para que los demás territorios decidieran sublevarse; en el báltico ya se gestaba la Revolución cantada, el 19 de agosto de 1991 Estonia declara su independencia, el 21 lo haría Letonia y el 6 de septiembre Lituania, rusia solo conserva (hasta hoy) el enclave de Kaliningrado con salida al mar. Gorbachov reconoció la independencia de la triada y el 17 de septiembre, Tallin, Vilna y Riga ya hacían parte de las Naciones Unidas. El dominó soviético comienza a desmoronarse, el 8 de diciembre de 1991 los líderes de la República Socialista de Rusia, Ucrania y Bielorrusia se reunieron para acordar la anulación del Tratado de Creación de la Unión Soviética de 1922, que se dio por finiquitado el 25 de diciembre de 1991, con el efecto estridente de la implosión del imperio que tendría como génesis la revolución de octubre.
El mundo contemplaba estupefacto la caída de un país, que era casi un continente, que simbolizaba el balance armamentístico, ideológico y social con occidente, en adelante, un nuevo orden mundial comenzaría a configurarse, un nuevo mapa político y económico nacía de los escombros (aún humeantes) de un gigante, el ideal del hombre soviético llegaba a su fin, atrás quedaría la poderosa iconografía del marxismo-leninismo, plasmada en las fachadas de los edificios estatales y en los estandartes; materializada en una fastuosa e idealista utopía, quedarían solamente las grandes construcciones, las hermosas ciudades, los prohombres y los sucesos más relevantes plasmados en las pinturas de Repín, de Serov, de Súrikov, quedarían a la merced del mercantilismo el ferrocarril transiberiano, los museos, las bibliotecas y las esculturas, pero eso no era lo más importante, mientras el mundo capitalista celebraba con soberbia, como un triunfo, la caída soviética, se olvidaba de que, aquel vasto territorio era una potencia militar, con miles de ojivas nucleares, que podrían caer en manos equivocadas, la arrogancia de occidente no le dejó prever que su enemigo sempiterno podía ser un aliado estratégico, no se le ocurrió hacer un plan de reconstrucción tipo Plan Marshall, o un auxilio económico considerable, sino que se regocijo sobre su falso triunfo, observando, tras bambalinas cómo el oso ruso se levantaba de sus cenizas y se reinventaba, esta vez bajo el mando de un ex agente de la KGB llamado Vladimir Putin, discípulo del ex mandatario Boris Yeltsin.
A 31 años de la disolución de la URSS, en el espacio geográfico postsoviético se siente aún el vacío administrativo y la falta de organización política férrea que caracterizaba la dependencia administrativa y burocrática de Moscú. Dictaduras, corrupción y represión es el común denominador de estas repúblicas, al menos en la primera década posterior a la independencia, especialmente en Georgia, Ucrania y los cinco países que componen el Turquestán. En Uzbekistán, Islom Karimov se mantuvo 30 años en el poder, tras unas polémicas reelecciones marcadas por el clientelismo y el tráfico de influencias. Askar Akayev en Kirguistán, fue presidente por 14 años hasta ser derrocado en la llamada revolución de los Tulipanes de 2005. Tayikistán, vivió su propia y cruenta guerra civil que entre 1992 y 1997 dejó un saldo de 50.000 muertos; en Turkmenistán el excéntrico Saparmurat Nizayov se mantuvo 21 años en el poder, su periodo se caracterizó por la represión, la persecución a las minorías y la violación de los derechos humanos. Por último, en Kazajistán, Nursultán Nazarbayev, se mantuvo 29 años en el poder hasta su renuncia en 2019, pero, sigue ejerciendo el poder tras el poder.
A pesar de que el Pacto de Varsovia se disolvió en 1991, al año siguiente, algunos estados postsoviéticos crearon la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva OTSC integrado por: Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán. Azerbaiyán y Georgia se retiran en 1999 y en el 2012 Uzbekistán. La convivencia entre sus miembros no ha sido precisamente pacífica, al menos entre Armenia y Azerbaiyán, quienes se han visto enfrentados en varias ocasiones por una región del Cáucaso meridional conocida como el Nagorno Karabaj, habitada en su mayoría por colectivos armenios.
El régimen de Karimov en Uzbekistán mantuvo constantes conflictos fronterizos con Tayikistán y Kirguizistán donde con frecuencia tuvo que mediar la Federación Rusa. por su parte, en el frente occidental, tenemos a Moldavia y su diferendo con el territorio separatista de Transnistria apoyado por las fuerzas rusas; algo similar ocurre en Georgia y los territorios de Osetia del sur y Abjasia, en este último se libró una cruenta guerra de 1992 a 1993 y luego en 1998. No obstante, no todas las antiguas naciones otrora soviéticas surtieron el mismo rumbo, muchas aún ven como el Respice pollum a su antiguo mentor, otras han tomado considerable distancia. Es el caso de las repúblicas del Báltico, las de Europa occidental y por supuesto Ucrania.
Después de la revolución naranja y el Euromaidán o Revolución de la Dignidad de 2013, en la cual se derrocó al presidente Víktor Yanukóvich el país se vió involucrado en un rifirrafe entre la Comunidad de Estados Independientes, liderada por Rusia y la Unión Europea, organismo al cual el gobierno de turno había manifestado la intención de ingresar. La influencia de la Unión Europea ha sido bastante notable en Ucrania, país que es considerado una potencia agrícola, dada la alta producción de granos, legumbres y frutas es considerada la despensa de víveres de Europa oriental. La opinión pública se encontraba dividida entre pertenecer a la UE o realizar un tratado aduanero con Rusia, las protestas dejaron alrededor de 60 personas muertas y un centenar de heridos, en su mayoría prorrusas en el denominado jueves negro.
Después de Yanukovich vendrían Turchínov y Poroshenko de una línea más proeuropea, antecesores del comediante Volodimir Zelenski quien actualmente se encuentra en el poder. La represión al pueblo ruso y prorruso nunca cesó, se habla de grupos paramilitares de corte fascistas que adelantan un exterminio en el donbass, y esta al parecer es una de las tantas razones de la incursión rusa, nos encontramos entonces frente a una guerra en el centro-oriente de Europa que involucra una potencia nuclear y una exrepública soviética, que además ha pretendido pertenecer no solo a la Unión Europea sino a la OTAN, una región de 603. 500 kilómetros cuadrados, que fuese el escenario de uno de los episodios más delicados de la historia reciente, donde se produjo el accidente de la planta nuclear de Chernobyl.
Así pues el escenario no podría ser más delicado, tenemos dos protagonistas: por un lado el Presidente de la poderosa Federación rusa que se encuentra arrinconado por una comunidad internacional que no quiere ceder a sus aspiraciones y que pretende acorralarlo cada vez más, bien sea por medio de sanciones económicas o por la imposición de bases militares y la provisión de armas a Ucrania de forma indirecta; por el otro un presidente inexperto que no desea abdicar ni ceder ante los bombardeos y las maniobras bélicas, que ejerce una pobre diplomacia mediática e infantil ; todo ello, con la amenaza nuclear y la hambruna latente de por medio. Vendrá el invierno, y veremos, si la Europa blanca y rica logra suplir sus necesidades de energía o si la artillería rusa logra su cometido y a que costo.
Para concluir, podría decirse que, el espacio postsoviético es aún un mundo en transición, que no termina de desprenderse del pecho de la madre patria, que le cuesta asimilar la autonomía que obtuvo de forma abrupta en los años 90 del siglo pasado, que fluctúa en un estadío constante de ensayo y error y que no logra acoplarse al libertinaje y juego sucio de la economía del capital, en medio de las promesas incumplidas de la modernidad y el desarrollo consumista; ajenos al inmenso ajedrez siniestro que supone el juego de la geopolítica mundial y las relaciones internacionales.
Muchas gracias.
[1] Discurso introductorio del Ciclo de charlas programado por el Semillero de Estudios Geopolíticos y Análisis Global (SEGAG) de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas Universidad de Antioquia.
Comentar