“Tenemos que elegir personas que generen confianza, que sean honorables que no tengan antecedentes de corrupción pero que, ante todo, sean coherentes y buenas personas”.
Según la RAE la palabra “decente” significa ser honesto, justo, digno (ver), creo que esas cualidades son las que debemos reforzar como sociedad para generar, valga la redundancia, más justicia social. A propósito de que este domingo 13 de marzo elegimos nuevos congresistas y candidatos presidenciales entre las tres opciones de consulta, es válido reflexionar sobre qué tipo de valores encontramos entre los candidatos que votamos. ¿Los elegimos pensando sólo en nuestro beneficio así no nos generen confianza? O ¿realmente nos identificamos con sus valores e ideas de construcción de país donde prevalecen los intereses del colectivo?
Claro está, que la decencia no sólo debe exigírsele a los políticos. Cada uno de nosotros debe interiorizarla, hacerla un hábito de vida y enseñar con el ejemplo para ayudar a transformar positivamente a la sociedad.
Me sigue sorprendiendo, a raíz de varias conversaciones que tuve por esta época de elecciones, que varias personas están dispuestas a premiar con su voto a candidatos que les generan percepciones de que “roban, pero hacen”, o de que “roban menos que los otros, porque a fin de cuentas todos roban”, o de que incluso se cuestione al que es decente pero que no resultó tan bueno porque no dejó mayores obras.
Tal vez soy muy inocente pero sí tengo la firme convicción de que la política puede hacerse distinta, con decencia. Para eso tenemos que elegir personas que generen confianza, que sean honorables que no tengan antecedentes de corrupción, tráfico de influencias, malas prácticas, pero que, ante todo, sean coherentes y buenas personas. Esa clase de candidatos los podremos encontrar en las presentes elecciones y por los cuales votaré el 13 de marzo.
Desde que tengo conciencia, la política siempre ha estado desprestigiada “los ladrones de cuello blanco” es el dicho con el que crecí haciendo referencia a los políticos. Ese imaginario nunca va a cambiar si los que nos representan no generan hechos sociales que muestren que vamos por un mejor camino, pero que, a la vez, sin revanchismos políticos, aprendamos a reconocer los logros de los que gobiernan. Tampoco va a cambiar ese panorama, si desde afuera siempre criticamos a los que elegimos o incluso peor, a los que ni siquiera ayudamos a elegir porque no votamos, pero nosotros mismos no nos atrevemos a proponer públicamente nuestros nombres e ideas de visión de país y demostrar que la política sí se puede hacer con decencia. Hay que hacer que las cosas pasen, como dicen por ahí.
Estos cambios no se logran de un día para otro, seguramente se darán en una transición generacional, pero para lograrlo debe haber una gran responsabilidad de nosotros con la generación venidera para sentar buenas bases, principios y valores.
Este domingo empezaremos a trazar el país que queremos por los próximos 4 años, ojalá que llegue gente honorable y con la profunda vocación de trabajar por un mejor país. Que construyan sobre lo construido, que tejan puentes, que nos ayuden a fortalecernos y a mejorar como sociedad. Un país como el nuestro, con tantas riquezas, le hace falta ese toque de decencia generalizado, para que esas riquezas se derramen en toda la población y contribuir al cierre de brechas sociales.
Comentar