Haciendo gala de su verdadera naturaleza ideológica, el actual gobierno, con complacencia de la mayoría de su partido, radicó con mensaje de urgencia el proyecto de ley que busca regular los precios de los insumos agrícolas al mejor estilo chavista.
Aunque ya no resulta ni sorprendente ni decepcionante –para nadie– que el Gobierno Duque haga cosas como esta, el sentimiento de rabia e impotencia al ver como quieren transformar a Colombia en una autarquía fracasada –tipo Cuba– por los que blofean de luchar contra el castrochavismo sigue latente y creciente.
Duque el petrista
Quienes todavía piensan que Gustavo Petro no posee poder dentro del gobierno, les tengo pésimas noticias. A cambio de ser “el mejor jefe de campaña de la izquierda” –columna que les sugiero leer– Duque tiene el beneficio de copiar y pegar cuanta propuesta delirante que El Stalin de Ciénaga de Oro diga o prometa, sin recibir las respectivas reclamaciones de autor.
Ya no solo es que el gobierno esté en plan de impulsar el debacle de las instituciones, la pérdida de la democracia y las libertades del individuo, sino que ahora está en procura de adelantarle trabajo a una posible administración de Petro. Es simplemente detestable y miserable el daño que está causando y, una razón más, que justifica la crisis que hoy el uribismo en general y Duque en particular están padeciendo.
Al mejor estilo de Jennifer Arias
La esencia técnica del mamarracho presentado por el gobierno es realmente trabajo del socialbacán supremo, el precandidato presidencial Alejandro Gaviria. Solo usaron el estilo Jennifer Arias y plagiaron los mecanismos creados por Gaviria en la regulación de precios a los medicamentos, adaptándolos al sector en cuestión.
Las consecuencias de esa regulación a los medicamentos son claras. Aspectos como la baja en calidad, poca diversidad en la oferta y el famoso “efecto portafolio” son realidades que hoy sufrimos todos los colombianos. Este último –el “efecto portafolio”–, es el más agudo de todos y describe el comportamiento de las empresas para absorber, de la mejor manera, el shock negativo que significa la regulación en sus flujos de caja.
En un ejemplo simple: si una farmacéutica que produce acetaminofén, metronidazol e ibuprofeno el gobierno le regula el precio del acetaminofén, va a subir el precio del metronidazol e ibuprofeno lo suficiente para compensar la caída del precio del acetaminofén.
¿Siente que otros medicamentos han aumentado de precio desde hace unos años? Pues le informo que no es una sensación sino un hecho. En un informe del BID (que puede leerlo AQUÍ) se deja claro que las farmacéuticas han aumentado el precio del resto de sus productos para soportar el descuento causado por la regulación. Además, se amplió el volumen de venta de estos productos en el canal institucional –los que dan las EPS–, generando efecto de aumento del gasto público en estos medicamentos.
Como conclusión, ya se ha compensado con otros incrementos el “descuento” realizado por la regulación, perdiéndose en menos de cinco (5) años los “beneficios” de esta, pero dejando secuelas.
El inevitable resultado
La pregunta que queda es: ¿qué pasará con esta nueva regulación? Para ser más eficiente, les dejo una lista de las consecuencias posibles –con la aclaración de que estas no son mutuamente excluyentes, por el contrario, pueden hacer sinergia entre ellas–:
- “Efecto portafolio”.
- Mercado negro de los productos regulados.
- Desabastecimiento de los productos regulados.
- Pérdida de competitividad generaliza del sector regulado.
- Pérdida de crecimiento económico del país.
Y el más irónico de todos:
- Rápida pérdida del beneficio de la regulación a causa de efectos negativos anteriormente descritos.
Aunque, va más allá…
La regulación de precios es el inicio de un ciclo sin fin de burocracia y regulaciones. Por ejemplo, para el caso del “efecto portafolio” en los medicamentos ya se le hace necesario al Estado monitorizar esos otros productos que han subido de precio, lo que inevitablemente también hace necesario crear nuevas regulaciones y más puestos de burocracia para vigilancia y control. Todo esto significa gastar en el proceso cantidades ingentes de dinero sin contar que, dado el carácter hiper-corrupto del Estado colombiano, se vuelve en un festín.
En definitiva
El panorama para el país con esta derechita socialista –en cabeza de Duque– que busca constantemente emular a esa izquierda empobrecedora solo por posar de buenistas, vaticina el peor de los destinos. Además, nos deja claro que aquellos que defendemos la economía de libre mercado estamos, literalmente, solos en esta lucha.
Este artículo apareció por primera vez en nuestro portal aliado El Bastión.
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