«(En nuestra ciudad) nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y de los públicos, y gente de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa pública; pues somos los únicos que consideramos, no hombre pacífico, sino inútil, al que nada participa en ella». Fragmento del discurso fúnebre de Pericles en honor a los atenienses caídos en la guerra contra Esparta.
Hace unos días, mientras caminaba, dos personas que venían en dirección contraria a la mía se encontraron, primero que yo, tirada en el piso, una bandeja desechable de esas de almuerzo «ejecutivo», corrientazo» o «electric lunch», como dicen los aspirantes a bilingües del tercer mundo. De la boca de uno de ellos saltó de forma automática lo siguiente: «sí ves cómo está de sucia la ciudad y el gobierno no hace nada», pero además de los músculos de la lengua, labios, mandíbula, velo del paladar y laringe, los que permiten el habla, ningún otro músculo se contrajo para llevarla a la caneca.
Qué trivialidad dirán algunos, pero a mi juicio una poderosa señal de un mal que hizo metástasis en nuestra sociedad: considerar al Estado como el responsable de todo. No sé cuándo se inició esta peligrosa costumbre, pero lo que vemos de forma creciente es un ciudadano que se cree el depositario exclusivo de los derechos y en cambio el Estado es el único responsable de los deberes. Ciudadanos que creen que lo público es lo que no es privado, y no lo que es de todos. Ciudadanos que no serían capaces de vivir sin Estado, no porque piensen que es una condición inviable, sino porque «no tendrían a quien echarle la culpa de sus males e irresponsabilidades».
Ciudadanos alcahueteados por políticos mediocres que en busca de votos, entran en una espiral insostenible de ofrecimientos y regalos, desde servicios públicos hasta diversión, a zánganos que dan su voto a quien más los libere de sus responsabilidades. Ciudadanos parásitos que decidieron que la función del Estado no es ejercer la seguridad y la justicia, sino darles todo lo que desean, pero sin sudar.
¿Quiénes son los culpables de volver a los ciudadanos adictos a los derechos, pero abstemios a la responsabilidad?
«Como el Estado no me consigue empleo, por eso «me tocó» vendedor de drogas en el barrio». Ciudadano: víctima, Estado: culpable. «Como el Estado me ignora, por eso robo». Ciudadano: víctima, Estado: culpable. «Como el Estado no me ayuda, por eso mis ocho hijos pasan hambre». Ciudadano: víctima, Estado: culpable. «Es que la Policía no hace nada con los marihuaneros del barrio», aúlla indignado el ciudadano en vez de gritar: «¿y dónde están los padres de estos vagos?» Ciudadano: víctima, Estado: culpable.
La academia mamerta que sigue envenenando estudiantes e incautos con el cuento de las «causas objetivas de la violencia», anuncia a los cuatro vientos en una amañada versión de la historia del conflicto en Colombia, que como el Estado no hizo todo lo debido, entonces la guerrilla está justificada y por lo tanto no debe ser juzgada de nada. Delincuentes: víctimas, Estado: culpable.
El Estado es solo una parte de todos, y nosotros hacemos parte de él, pero no es la muleta para los irresponsables que pagamos todos siempre de forma progresiva.
Tomado de El Colombiano
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