Recientemente vimos con gran dolor cómo unos yihadistas se adentraron por las calles de París hasta las instalaciones de la revista semanal “Charlie Hebdo” para efectuar el asesinato de doce periodistas. Este suceso tuvo un eco de carácter mundial, en donde además de los casi tres millones y medio de parisinos manifestándose en las calles, muchos movimientos más en otras ciudades y hasta en las redes sociales se encargaron de darle la importancia al hecho que éste merecía y entrar en debate una de las más grandes preocupaciones del siglo XXI: el terrorismo que puede generar el fundamentalismo islámico.
Sin embargo, esto no ha sido lo único sobre lo cual se deba preguntar qué tan lejos llega esta amenaza. Todos conocimos el famoso atentado del once de septiembre a manos de “Al Qaeda”, la posterior guerra iraquí por las tropas estadounidenses haciendo presencia en la zona, el fortalecimiento y surgimiento de un nuevo grupo terrorista internacional llamado “Estado Islámico”, el secuestro de más de 100 niñas nigerianas a manos del grupo terrorista “Boko Haram”, etc.
Esto nos lleva a afirmar que desde una primera impresión sería totalmente lógico ver que la sociedad mundial comenzase a sentir una suerte de repudio hacia la religión islámica como tal; así como se ha visto desde la opinión estadounidense con el mencionado ataque a las torres gemelas, hasta las manifestaciones recientes anti-islámicas en algunas zonas de Berlín. Empero, desde una vista crítica la opinión del común parece quizás ignorar una evidente situación: el fundamentalismo es el verdadero peligro, no la religión.
Así como en el espectro político en donde se muestran las diversas ideologías y partidos, unos de derecha otros de izquierda; en la religión sucede algo similar. Desde una religión pueden existir muchas opciones o muchas vías en las cuales acoger nuestro pensamiento. Así, cada religión ha tenido alguna vez o tiene ese carácter de fundamentalismo, algo así como extrema derecha o extrema izquierda; que gracias a hechos históricos hemos visto como esto puede resultar ser un peligro para la sociedad. Un extremismo o fundamentalismo se caracteriza por la sensación de gran protección y vehemencia sobre una idea, sintiendo entonces que todo aquél que la contradiga es un “traidor” o una especie de ser “insalvable”, que en estos casos debe ser ejecutado por el bien de sus pensamientos.
Considerar que una religión es la culpable de esto es pensar sin contexto: es decir, sería considerar como lógico que un grupo de personas con ideas guerreristas, caudillistas y terroristas puedan fundamentar sus acciones en una religión que condena desde sus máximas estos actos. Es por esto que varios líderes mundiales de las distintas religiones, como el Papa Francisco, el Dalai-Lama o incluso el Gran Imán de Al Azhar, Ahmed el-Tayeb (considerado por muchos como la máxima autoridad islámica suní); condenaron los crímenes atroces y el terror que los grupos extremistas pueden generar.
Por lo tanto, como primera conclusión debemos considerar como erróneo una idea que condene a la religión islámica como tal de los actos de fundamentalistas. La otra preocupación es que las personas parecen ignorar esto, y tal vez esto pueda agravarse a tal punto de ser una verdadera nueva amenaza para el mundo. En este orden de ideas las personas podrían tomar un interés de darle límites a la religión islámica y oprimirla. El profesor Mario Montoya Brand de la Universidad Eafit estudió con cuidado este tema de los intereses de un conjunto de individuos que se pueden tornar en peligrosos para otros con el reciente estatuto de Cataluña en contra del gobierno español. En su análisis, Montoya afirmaba que el interés de un grupo de sujetos puede fragmentar la sociedad al punto de crear un “nosotros” y un “ellos”, es decir unos amigos y unos enemigos. Este interés podría legitimarse en el amplio contenido que puede tener un derecho colectivo (es decir un derecho de un conjunto de individuos que comparten unos rasgos similares, frente a otros o al estado), y convertirse en una opción para legitimar cualquier comienzo de persecución a personas de la religión islámica.
Expongo este análisis porque considero que los diversos movimientos que surgen a raíz del repudio a lo islámico puede ser una verdadera herramienta política o incluso una presión social para que se permita la prohibición del culto, se obstaculice la migración de musulmanes por todo el mundo, se señale y se estigmatice a todo aquél que sea seguidor de las enseñanzas de Mahoma; o incluso se lleve esto a uno de los peores escenarios geopolíticos: la limpieza social o la guerra.
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