“la experiencia traumática en la neurosis donde alguna vez el niño fue víctima lo trasforma defensivamente en un adulto victimario”.
Sin duda la neurosis es la piedra angular del psicoanálisis, además es quizás el campo de estudio donde más avances teóricos y clínicos ha tenido esta disciplina. Desde Freud hasta nuestro tiempo la neurosis es observada como un fenómeno psíquico que afecta y condiciona directamente la relación que un sujeto establece con el mundo, como una forma de estructuración psíquica de la cual deviene el sufrimiento, actuando bajo un conjunto de síntomas que inevitablemente tienden a la repetición. Si bien esta afección tiene varios tipos, lo sabedores han designado que toda neurosis es mixta, aunque en ella siempre exista una forma clínica predominante.
Su psicogénesis es atribuible a un evento traumático desencadenante –acontecido en la infancia– que produce una hipertrofiación pulsional; es decir, la experimentación de un exceso de excitación para la cual el psiquismo no tiene registro (explicación), lo que obliga a una reacción defensiva inconsciente que invariablemente produce una huella traumática en el psiquismo, esta huella se denomina El Fantasma. Este fantasma que tiene una representación imaginaria en la experiencia de cada sujeto, es escenificado como situación perversa en la que hay una víctima y un victimario. Para el Psicoanalista argentino Juan David Nasio, la pulsión hace vivir al fantasma en forma de imagen ocasionando así que pase a convertirse en la causa central del sufrimiento neurótico que solo podrá ser visible a través de los síntomas, de los signos observables.
Nasio ha teorizado sobre tres tipos de neurosis: la fóbica que está directamente relacionada con el abandono, la obsesiva que está contenida bajo el traumatismo del maltrato físico o moral que causó una profunda herida en el amor propio y la histérica en la que la seducción abusiva (dolorosa) es la que produjo el traumatismo. En la fóbica, por ejemplo, la pulsión atrofiada por ese fantasma del abandono convierte al sujeto en un “devorador”, el terrible miedo de sufrir la pérdida del objeto amado lo lleva engullirlo; el obsesivo, por su parte, pervierte su pulsión hasta convertirla en tiranía, sometiendo al otro para evitar ser nuevamente maltratado; finalmente el histérico se inserta en el otro para, desde adentro, controlar su deseo, con ello evita ser nuevamente seducido abusivamente.
Simplificando un poco este proceso podría entenderse así: en la fobia el fóbico se devora al otro para impedir que lo abandone; en la obsesión el obsesivo maltrata para no ser maltratado; en la histeria el histérico seduce y frustra al otro para evitar ser seducido. Con ello se entiende que la experiencia traumática en la neurosis donde alguna vez el niño fue víctima lo trasforma defensivamente en un adulto victimario; la pulsión que se atrofia el fantasma la re-presenta bajo formas directas de perversión..
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