“La felicidad, el santo grial, la quintaescencia de gurús y coaches, existe en la relación con los otros. En la interacción social, en la conversación, en el ser con otros como única forma de ser.”
Se acuerdan que en las últimas escenas de “Into the Wild” – la película que dirigió Sean Pean en (2007) y que cuenta la historia de Christopher Johnson McCandless- el protagonista escribe poco antes de morir: “Happiness only real when shared”. A esa conclusión llega luego de pensar en la paradójica condición en la que estaba. Había encontrado la plenitud y no podía comunicarla. Se sentía completamente dichoso pero ese sentimiento, al no poder compartirse, solo existía en él, no existía realmente. La felicidad que lo habitaba estaba condenada a desaparecer con su inminente muerte. Nadie constataba su alegría por lo que su existencia en el mundo no sería posible. Ese sentimiento, pensaba, no se haría real, no existiría.
A esta idea he vuelto varias veces con algunas preguntas ¿Existe la felicidad? ¿Es posible ser feliz solo? ¿la felicidad del protagonista de esta película existió? ¿la felicidad solo existe con los otros? De manera reciente, esto ha tratado de responderse desde la filosofía del lenguaje, el constructivismo y la teoría de los actos de habla. Podría decirse que el lenguaje describe y crea el mundo, y que, al no ser expresada, esa felicidad, se sintió, pero no existió. Otros dirían que el sentimiento de Cristopher se hizo realidad en el momento en que alguna persona leyó la otra nota que dejó antes de morir: “I have had a happy life”. Que comunicarlo lo hizo real. Que su felicidad existió cuando otro lo supo. Que el otro la hizo posible.
Estoy de acuerdo con el protagonista de “Into de Wild”. Su felicidad no existió en este mundo en la medida en que no pudo compartirla. No pudo decirle a nadie en su momento más calmo, lúcido y dichoso que se sentía en paz con el mundo y consigo mismo. Creo también que su felicidad no sólo no existió como hecho social- pues al no expresarse fue un acto fallido- sino que además no es posible para los seres humanos ser felices de manera individual. Si es que existe algo así como la naturaleza humana, como una ontología de los seres humanos- que no creo- estaría de acuerdo con la corriente que dice que somos gregarios, que somos animales sociales, que tendemos al rebaño, a ser a través de los otros.
Nuestra existencia como seres humanos depende de los demás. Nuestra enunciación y afirmación como individuos está determinada por las relaciones que establecemos con los otros. Su presencia nos reafirma en el mundo. Siguiendo ese recurso narrativo tan utilizado de la “naturaleza de los hombres y las mujeres”, estamos configurados para cooperar más que para competir, para fortalecer vínculos más que para perseguir estados ermitaños y anacoretas. Huir a la montaña, buscar el silencio de la soledad, el recogimiento místico del yo, puede ser un vehículo para la realización personal- lo que sea que eso signifique- y el conocimiento de sí mismo. Pero ese trabajo individual es vacío si no encuentra un modo de expresarse colectivamente. Si hubiera un “sentido de la vida”- que no lo hay- no parece que fuera algo realizable en solitario, pues la vida y el mundo, en tanto narración, sólo son posibles con los otros. La felicidad, el santo grial, la quintaesencia de gurús y coaches, existe en la relación con los otros. En la interacción social, en la conversación, en el ser con otros como única forma de ser. Es, como casi todo en lo social, una acción colectiva. No existe individualmente.
Se es feliz cuando se comparte con los otros, se es feliz cuando se establecen vínculos. Se es feliz cuando se cuenta una experiencia inefable y sobrecogedora. Se es feliz cuando se le narra al otro lo que soy, y lo que fui y lo que a la mejor seré. No es posible ser feliz individualmente. Esa felicidad, para que exista, necesita de los otros. Y sólo con los otros es posible encontrar felicidad. Como todo hecho social, su existencia está trazada por la enunciación, por la interacción, por la presencia de los demás. La felicidad – si existe tal cosa- son los otros.
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