“Exiliamos a los extraños de su propia tierra, de sus hermosos sueños”.
Si alguien escuchaba su corazón para contar la historia desde las raíces era Eduardo Galeano, cuya sabiduría le permite ingresar al alma de todos aquellos lectores que buscan Las venas abiertas de América Latina, que buscan Los hijos de los días, que buscan saber qué sucedió a partir del siglo XlX en esta región del mundo que desde entonces sepulta su esencia para no tener vergüenza.
Qué fácil es actuar cuando se desconoce la historia, las raíces de los pueblos indígenas. Ellos han habitado todas las lunas y soles desde la Edad de Piedra. Poseen nociones de astronomía, medicina e ingeniería. Han construido civilizaciones ofreciéndole al cosmos cantos que conforman en las estrellas belleza y poesía. En 65 lenguas nativas de las 69 que hay en Colombia, se ha escrito una historia que Colombia ignora, le negamos el derecho de ser. No aceptamos ser los forasteros y exiliamos a los extraños de su propia tierra, de sus hermosos sueños.
La Constitución Política de Colombia dice que protege la diversidad étnica y cultural de la Nación Colombiana (artículo 7), que protege las riquezas culturales (artículo 8), además de hablar del derecho de la libre locomoción. Son derechos fundamentales textualmente perfectos y admirados, sin embargo, la realidad es otra. El 10 de mayo de 2021, la policía, el ejército, el ESMAD y las órdenes del poder, negaron el paso de la Minga Indígena en la Vía Panamericana expresándoles que “la manera más fácil es que ellos retrocedan y se devuelvan”. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Naciones Unidas, 1948), el artículo 13 señala que “toda persona tiene derecho a circular libremente (…) en el territorio de un Estado”.
Permítame repetir: “La manera más fácil es que ellos retrocedan y se devuelvan”. Retrocedamos y devolvámonos entonces a los primeros pobladores: no existe la República de Colombia, no existe la colonia del Imperio Español, no existe el Virreinato de la Nueva Granada. Está en todo su esplendor la cultura Chibcha, la Caribe y la Arwac, están ellos, no nosotros. Rinden culto a la tierra, el sol y la luna. Todo le pertenece a la población indígena del presente y de los que ya no están por culpa de la fiebre del oro, por culpa de la fiebre de la plata.
¡Adelante indígenas! sigan recorriendo su pueblo con resistencia en la búsqueda de lo que se le ha sido negado, violado, asesinado. ¡Qué haya reivindicación de sus derechos!
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