Para aquellos que han escuchado de las coaliciones y no saben que son o cómo operan, aquí les contaré…
En la política como en la vida, el desarrollo de las situaciones siempre dependerá de las decisiones que se tomen, por eso, se ha hecho tan natural ver, lamentablemente como actores políticos pueden negociar sus principios a partir de mermelada, esto solo por el hecho de pertenecer al “pacto” con los gobernantes de turno. El apoyo político termina siendo una especie de cheque en blanco al portador, pero con el agravante de que se silencia a quien lo otorga.
El punto de inflexión del degrade de un político electo y la pérdida de credibilidad ante la ciudadanía, se empieza a fraguar cuando se dan coaliciones políticas. Estas son decisiones circunstanciales que parten siempre de un apoyo irrestricto al gobernante de turno por parte de los miembros de las corporaciones públicas y que evidencia toda una dinámica utilitarista de poder apoyar a conveniencia las decisiones de quien gobierna.
Desde la dinámica propia colombiana, se pueden identificar dos tipos de coaliciones, las electorales y las de gobierno. La primera se concibe y se consolida desde las candidaturas; es un proselitismo pactado a partir del apoyo de dos o más partidos o movimientos. Por su parte, las de gobierno, se generan entre la administración de turno y las corporaciones públicas; una acción antiética, ya que estas últimas están llamadas a ejercer el control político, y que se supone, son fundadas en la representación y defensa de los ciudadanos y no en la defensa de gobernantes de turno.
Las corporaciones públicas (congreso, asambleas y concejos), terminan siendo muchas veces invitados de cartón a los espacios democráticos. El único elemento con real incidencia termina siendo el control político, que es sin duda, el mayor activo de un corporado; y que termina consolidándose a partir de la opinión pública, es decir, para un corporado termina siendo más efectiva la incidencia en la opinión pública con su palabra, que los instrumentos constitucionales. Un gobernante tranquilamente puede ejercer su administración con las corporaciones en contra, en el caso del congreso es distinto puesto que ellos desde su esencia pueden legislar para el orden nacional.
Cuando un corporado (congresista, diputado o concejal) accede a una coalición política de gobierno, enlaza cualquier posibilidad de alzar su voz cuando considere que una política o propuesta de gobierno es perjudicial, es decir, que un corporado que pertenezca a una coalición pierde autonomía y criterio, puesto que el apoyo o rechazo a una posición de la administración de turno será tan circunstancial como sus intereses.
Las coaliciones capturan la posibilidad de un corporado de realizar control político efectivo, puesto que el nivel de defensa por el gobernante será siempre directamente proporcional a los incentivos recibidos por los mismos, en otras palabras- “dime cuánto me das y te diré cuánto te apoyo”. Es inconcebible que exista una coalición solo para aprobar lo que la administración proponga.
La agenda pública se construye a partir de un ejercicio de la política con enfoque <> de abajo hacia arriba, ósea del ciudadano hacia el gobernante, este relacionamiento supone que las expresiones y consideraciones de la comunidad se ven reflejadas en dicha agenda, pero si una coalición se concibe en el marco de la conveniencia, entonces el querer ciudadano termina siendo burlado por aquellos que los representan.
Pertenecer a una coalición de gobierno es comparable como pactar con el diablo, donde se negocian los principios siempre y cuando se apoye circunstancialmente las apuestas de los gobiernos. Por el bien de la democracia colombiana, el respaldo de las corporaciones públicas a las políticas de las administraciones debe ser genuino. Por eso, son tan importantes el apoyo de las mayorías fundamentadas en propuestas benéficas para los territorios, no de aquellos apoyos que se consolidan a punta de coaliciones convencidos, pero por la mermelada.
Los gobiernos son realmente legítimos cuando la misma sociedad aprueba sus acciones, no son legítimos si entregan su acción a un repertorio politiquero como el de las coaliciones de gobierno.
En lo particular, y en mi ejercicio político de hace aproximados 30 años, siempre he tratado de apartarme de esos repertorios normalizados como las coaliciones, me perturban los clichés de las palabras como cambio, renovación, diferencia, entre otros, y no comulgo con esas palabras porque efectivamente carecen de un verdadero sentido de aportes para solucionar problemas públicos. Por ejemplo, un “independiente”, un “verdadero cambio” o un “político renovado” que recurra a la práctica de las coaliciones, es igual de paradójico que un vegano dueño de una carnicería.
Podríamos concluir diciendo: Las coaliciones de gobierno, son la traición que los corporados les dan a sus electores.
Esta situación se está viviendo en el concejo de Medellín, los concejales que representan los partidos liberal y conservador pareciera que no necesitan sillas en sus curules, lo que están necesitando son reclinatorios, ya que están arrodillados ante esta administración y amparados bajo la figura de ser partidos de coalición están guardando un silencio cómplice en las actuaciones de esta administración, no están representando a sus votantes en los debates, más bien parece que estuvieran en una zona de confort o es que deben tantos favores al alcalde que tienen que callar.
hablo de estos partidos por que tienen los concejales más experimentados, los que llevan más periodos como concejales pero también los mas acomodados.
Comparto en un % mily alto esta columna, pero asi mismo somos los electores quien deberiamos castigar a esos políticos que hacen pacto con tal dicho diablo, pero no se da antes los sentenciamos en las urnas somos de Dios y del diablo, ojala cambiemos y seamos justos con manejos politicos y de políticos renovados, se viene nuevas elecciones esperemos cual sera la sentencia. Y no cometamos el garrafal error q esta ocurriendo en Medellín y en este concejo totalmente enmermelado., el solo el tiempo mostrara dicha debacle.