Tengo sentimientos encontrados con respecto al fin de la fórmula presidencial que nos llenó de esperanza en las elecciones de 2018. Por un lado, no puedo ocultar mi tristeza con la noticia de que Ángela María Robledo considera que ya no hay un espacio para ella en la Colombia Humana. Por otro lado, también siento alegría, pues ella no tiene por qué quedarse en un lugar donde no se siente cómoda. ¿Cuántas mujeres han tenido que aguantarse comportamientos machistas en organizaciones y movimientos de izquierda? ¿Cuántas veces nos dijeron que la lucha feminista era irrelevante o que era una reivindicación “pequeño-burguesa” que nada tenía que ver con las luchas populares? Después de muchas heridas he entendido que la utopía se construye en el presente y que, como dice la consigna, la revolución será feminista o no será.
Critican a Robledo por irse de la Colombia Humana y haber “despreciado” la candidatura a la alcaldía de Bogotá el año pasado. ¿Se han preguntado por qué solo la responsabilizan a ella? En las redes no he visto otro tipo de cuestionamientos por parte de los militantes de la Colombia Humana. Yo, en cambio, tengo varios: ¿por qué Petro designó a alguien como Morris, quien, sin demeritar su trayectoria periodística, era inviable políticamente? ¿Por qué no hubo un proceso democrático para seleccionar al candidato de la Colombia Humana? Después del triunfo de Claudia López, ¿por qué no hubo un proceso al interior de la Colombia Humana para evaluar la derrota de Morris? ¿Por qué Petro, después de una admirable trayectoria política, no está rodeado de cuadros políticos como él? ¿Por qué algunas de las personas más valiosas que ha tenido a su lado se terminan alejando? ¿Realmente creen que él no tiene ni un ápice de responsabilidad en esas rupturas? Son muchísimas las preguntas que me gustaría hacerle a Petro, con todo el respeto que su figura y su trayectoria se merecen. Y es que hay algo que no se puede negar: parece difícil trabajar con él. A una conclusión parecida llegué hace un año, cuando Petro finalmente se decidió por Morris. Sin embargo, no por esto el proyecto popular que él encarna tiene que ser desechado o estigmatizado.
Y aquí viene mi otro punto. Una cosa son los defectos personales de un político, como los puede tener cualquiera –no creo que Petro sea el único–, y otra cosa es aprovechar estos defectos para estigmatizar a la izquierda y a todo un movimiento. Estas preguntas que le hago a Petro no son para atacarlo ni desconocen su admirable lucha política; todo lo contrario, quisiera que él pudiera comprender la tristeza que nos embarga a quienes hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para que él y Ángela María Robledo llegaran a la presidencia.
Pero el problema con algunos periodistas y políticos, en particular con algunos del partido Verde, es que se han aprovechado de estos defectos para sembrar cizaña y atacar a Petro, no con el ánimo de que modifique su comportamiento, sino de destruirlo. Nuestras críticas tienen objetivos diferentes. Mientras unos buscan acabarlo como adversario porque saben que muy difícilmente lograrán obtener su capital político, otros seguimos creyendo en un proyecto popular para Colombia. Por eso, a pesar de mis diferencias con Petro, nunca aceptaré que se le compare con Álvaro Uribe, sujeto sub judice, como lo hace la falacia de la polarización. Tampoco aceptaré que se estigmatice a todo un movimiento solo porque algunos no son capaces de despertar el entusiasmo popular como sí lo ha sabido hacer Petro. Seamos honestos, los defectos personales de Petro no son el mayor peligro que enfrenta Colombia. La tarea más urgente en estos momentos es frenar este régimen autoritario y recuperar la democracia: este debería ser nuestro propósito de ahora en adelante.
He leído algunos de sus textos y estoy de a cuerdo con sus ideales políticos y para Colombia.