“Es hora de construir una nueva ciudadanía como concepto social y no como precepto de estado – nación”
Colombia, País que nunca ha eliminado las guerras y las confrontaciones armadas en su territorio, lo que sí ha sido capaz es de transformarlas y darles nuevas formas a la lucha, creando un estigma de que la lucha armada y la protesta social son la misma base de oposición ideológica, desconociendo el marco jurídico y los derechos involucrados. El modelo económico y la política tradicional, han estigmatizado por años la protesta social, llevando a la conciencia de sus habitantes a extremos inhóspitos de la justificación de la muerte y la naturalización de la violencia. De aquí nace la propuesta de encontrarnos y construir una nueva ciudadanía, la palabra según Rodrigo Borja ciudadanía tiene dos acepciones: “la primera se refiere al conjunto de ciudadanos de un Estado, y la segunda al cúmulo de derechos y deberes políticos que cada uno de ellos tienen” (Borja, 2002: 176). ¿A qué hacemos referencia cuando salimos a defender el país? ¿Somos solo colombianos como nacionalidad o somos ciudadanía?
“No se deben confundir los conceptos nacionalidad y ciudadanía. La nacionalidad es una especial condición de sometimiento político de una persona a un Estado determinado, sea por haber nacido en su territorio, sea por descender de padres naturales de ese Estado, sea por haber convenido voluntariamente en sujetarse políticamente a él. La ciudadanía, en cambio, es la calidad que adquiere el que, teniendo una nacionalidad y habiendo cumplido las condiciones legales requeridas, asume el ejercicio de los derechos políticos que le habilitan para tomar parte activa en la vida pública del Estado y se somete a los deberes que le impone su calidad.
Por tanto, está claro que no puede haber ciudadanía sin nacionalidad, puesto que ésta es condición necesaria para aquélla, pero sí puede haber nacionalidad sin ciudadanía, como en el caso de los menores de edad o de los adultos interdictos por cualquier causa, que pertenecen al Estado pero que no tienen el uso de los derechos políticos.” (Borja, 2002: 177).
Con esta apuesta a la unión y soñar juntos con un país para todos, donde el reconocimiento al ser, sean más importantes que el señalamiento tanto de las instituciones como de las expresiones ciudadanas. Es ahora donde la situación actual, el descontento social, abuso del poder y la confrontación, nos llaman a darle lugar a la humanización y la honra de la vida.
“Emberracarse” y salir a quemar y destruir todo está mal, sí, quizás sí. Pero, en una sociedad que cada día llora muertos de la guerra, muertos inocentes, muertos del estado, muertos por viles asesinos y muertos que aun sus cuerpos no son encontrados. Puede parecer justificable levantarse. ¿Pero levantarse contra quién? Nos desquitamos entre nosotros, por diferencias de ideología política, pero al final del día comemos en la misma mesa, dormimos en la misma casa o convivimos en los mismos espacios. Si nos vamos contra las instituciones, nos justifican que “los buenos son más” y finalmente la justicia no es igual al dolor causado.
Quitémonos un momento los uniformes, los títulos, los cargos, y entremos juntos al papel de ciudadanía, de ser quienes promovamos un cambio y mirándonos a los ojos, reconozcamos al otro en su humanidad, su valor y su vida.
“Los indígenas tradujeron el artículo 11 de la Constitución: ‘Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie ni hacerle mal en su persona, aunque piense y diga diferente’. Si nos aprendemos este artículo, salvamos este país”.
Jaime Garzón Forero.
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