“Aun en la nueva normalidad se expresan las asimetrías de poder”
El panorama post COVID-19 está lejos de materializarse; es impensable pronosticar que se regresará a la ‘normalidad’ en el corto o mediano plazo. Lo que se pronostica es un proceso social paulatino para poder crear prácticas y hábitos entre los individuos con la finalidad de aprender a vivir en un contexto social donde este tipo de riesgos serán cada vez más comunes.
La pandemia supo utilizar a su beneficio las interconexiones sociales, culturales, económicas y políticas que la globalización se ha aferrado a construir a lo largo de las últimas décadas. Esto nos muestra una vez más que vivimos en una sociedad que Urlich Beck adjetivó como sociedad del riesgo, en la que no hay un sendero específico y único, sino una infinidad de posibilidades que se materializan al mismo tiempo, a veces chocando entre ellas, otras más sincronizándose en la sociedad de diferentes maneras.
Así, la academia propone, los medios de comunicación suponen y la sociedad impone un abanico de formas de afrontar este contexto epidemiológico adverso, que se caracteriza por la incertidumbre, misma que se ejerce en el constante posibilidad de ser/estar contagiado.
Nunca, la tensión de no saber lo que pasará cuando una persona sale de su hogar para trabajar fue tan impositiva. Esto se debe a que no importa que tan seguro salgas dado que el contagio no se da de manera individual y por consenso, sino grupal y de manera inconsciente, en colectivo, en el día a día, en los espacios públicos que uno está obligado a utilizar. Por primera vez desde hace mucho tiempo la solidaridad no se expone ante desastres ocurridos, sino en un constante contexto de desconocimiento del futuro personal y social; el riesgo ya no se encuentra en el hecho futuro, sino en la propia prevención actual.
A lo anterior, se debe agregar que, aunque la nueva normalidad se idealiza por los gobiernos de cada Nación, lo cierto es que su ejecución expone que la frase “borrón y cuenta nueva” no tiene cabida en el mundo social, dado que con las nuevas medidas de sanidad colisionan con otros problemas y contextos que se venían desarrollando antes de la pandemia, como la desigualdad social.
Por tanto, la pandemia no sólo vino a conmocionar nuestro actuar en la vida cotidiana, sino a volver a visibilizar las asimetrías de poder que yacen en cada sociedad, en cada acción, en cada forma de afrontar este reto global. De esta manera, el contexto actual es una mezcla de situaciones que complejizan aún más el reto de (sobre)vivir en la sociedad; los diferentes elementos que allí se encuentran condicionan las acciones actuales: el trabajo desde casa (home office, teletrabajo) se vuelve un lujo propio de clases sociales que pueden (y de hecho lo hacen) ostentar una mayor seguridad hacia su persona, mientras que aquellos que no tienen esa opción se arriesgan a un doble problema: contagiarse durante el trayecto a sus trabajos o ser despedidos como consecuencia de la contracción económica de los efectos del COVID-19… en casos extremos se presentan ambas y de manera simultánea.
Cualquiera que sea la situación, una vez más se observa que en la sociedad actual existe un claroscuro de situaciones, cada una enfrentando a su manera y bajo sus propias condiciones una realidad social que está en proceso de construcción y significación.
Usar cubrebocas se ha vuelto una práctica social que se evita romper o desafiar, dado que el nuevo sentido común creado en comunidad ejecuta con la mirada al desafiante que se excusa en teorías conspiratorias, enajenación mediática o simplemente rebeldía propia de una sociedad que se resiste a acatar los marcos normativos y sociales cuando éstos son considerados limitadores de nuestro ser/estar en sociedad.
El silencio dentro del transporte público se vuelve el mejor canal para expresar la solidaridad entre los usuarios; evitar abarrotar servicios de transporte se vuelve un contrato social que reforma el actuar de las personas; el apretón de manos, el abrazo y el beso en la mejilla como elementos adjuntos a un saludo fraternal se vuelven poco a poco anacronismos de lo que fue… los ritos comienzan a cambiarse de manera inconsciente, cada vez borrando el pasado construido y colocando nuevas formas de vivir en sociedad.
Finalmente, el contexto post COVID-19 no será aquel que se caracterice por la erradicación de la pandemia, sino en el resultado de este proceso paulatino de cambios en la forma de ver el mundo y actuar en sociedad. Cuando se asuma y asimile este nuevo contexto se podrá hablar de una nueva normalidad, no sólo por las nuevas reglas sociales, sino por la aceptación de vivir cada día con una cantidad de incertidumbre, la cual en exceso puede quebrantar al más sereno.
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