El virus se ensaña con los negacionistas


Patricia Bullrich anuncia que contrajo el Covid-19. Éste, con matemática precisión, la envió al hospital dos semanas después del banderazo del 17-A. Cómo,¿ no era que el virus era una patraña de Alberto Fernández, una artera maniobra para acorralar a la oposición? ¡Que no se desanime ahora la dirigenta del PRO mientras la entuban para que no muera por asfixia! Podrá aprovechar su convalecencia para pensar muchas cosas (ojalá que para hacer una autocrítica) pero, me temo, utilizará ese tiempo para pergeñar nuevas iniciativas desestabilizadoras. Por ejemplo, organizar otra marcha y concentración pública, total lo del virus es una invención del populismo. Ella y Baby Echecopar, Feimann, etcétera y otros negacionistas como ellos no sólo son reaccionarios; se infectaron sobre todo porque son estúpidos. Dejo constancia que la suerte de estos mercenarios no me preocupa en lo más mínimo. El único problema es que con sus marchas y concentraciones “anticuarentena” y “por la libertad de expresión y reunión” contagian a miles de personas inocentes, manipuladas por los oligopolios mediáticos que han hecho del mentir y de la exaltación del odio su razón de ser. Claro que cuando esa gente del común se contagie no gozarán de los inmerecidos privilegios que las “celebridades” o “los notables” tienen a la hora de llegar a un sanatorio o una clínica. Los dejarán morir en la entrada.
¿Aprenderán esos operadores políticos y mediáticos que lo del Covid-19 es muy serio, y que mata a mucha gente, y que todavía el virus no ha sido derrotado? ¿No saben que en Alemania hay una disposición que multa con 50 euros a las personas que no usen tapabocas en lugares donde éstos son obligatorios, y que este fin de semana una manifestación de “anticuarentenas” en Berlín fue disuelta por la policía? ¿Creen que esto lo hace Angela Merkel porque sí, de puro gusto, o tendrá alguna razón más de fondo que ellos, con su miopía o necedad, no pueden (o no quieren) percibir. No creo que nada les hará desistir de su actitud antisocial. Están muy bien pagados por la clase dominante para actuar como lo hacen porque lo único que ésta quiere es que la gente vuelva al trabajo, aunque se mueran en el empeño. Como Trump y Bolsonaro, quiere que la economía se abra, ya, caiga quien caiga. Y que el Estado no les cobre impuestos para hacer frente a una emergencia excepcional, única, sin precedentes en la historia no contemplada en el presupuesto nacional aprobado el año pasado. Dinero que se necesita para que los trabajadores puedan quedarse en sus humildes hogares y subsistir dignamente; y para evitar que las pequeñas y medianas empresas se declaren en bancarrota con lo cual la tasa de desempleo, una vez controlada la pandemia, se iría a las nubes. Por eso la Bullrich y sus compinches en la política y los medios trabajan sin pausa para asfixiar financieramente al gobierno y lograr que éste, privado de recursos, se derrumbe tal como lo anhela otro descerebrado, el líder de la UCR Eduardo Sanz, que se pregunta con impaciencia qué hará falta para que la Argentina explote. Sueñan estos autoproclamados e inverosímiles paladines de la república y la democracia que si tal cosa ocurriera la gente los iría a buscar. Es posible que tengan razón. Es muy probable que ardientes multitudes los vayan a buscar. Pero no para reinstalarlos en el gobierno sino para borrarlos definitivamente del mapa político de la Argentina, de una vez por todas, cosa que hace mucho tiempo que este país necesita.

Atilio Borón

Es un politólogo, sociólogo, catedrático y escritor argentino. Doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts). Es profesor de la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET.

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