Después de su derrota en las elecciones de 2018, de las que se creía el seguro vencedor, Germán Vargas Lleras quedó a la deriva, sin nada que ofrecerles a los miembros de su partidito de clientelistas sin principios, que solo se mueven por cargos y tajadas de presupuesto. En un esfuerzo desesperado por no caer en el olvido, buscó refugio en las páginas de El Tiempo, donde semanalmente opina sobre cosas de las que unas veces no sabe nada y otras tampoco.
Su última columna, “Orden en la casa”, del 16 de agosto, es un ejemplo conspicuo de su inútil ejercicio hebdomadario por posar de estadista informado. Sin beneficio de inventario, recoge el cuentazo del alcalde Quintero que quiere hacer ver al Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) como una banda de trúhanes dedicados durante años a exprimir a Empresas Públicas de Medellín (EPM).
Para “evidenciar” lo que denomina “profundas e intrincadas” relaciones entre el GEA y EPM, menciona que ex – gerentes como Juan Felipe Gaviria, Federico Restrepo y Juan Esteban Calle han sido también destacados dirigentes de empresas del sector privado, como lo han sido muchos otros ex – gerentes. Para un dirigente político serio, el hecho de que a la cabeza de EPM lleguen empresarios de prestigio en lugar de pequeños politiqueros, debería ser motivo de elogio. Pero no, Vargas Lleras, emulando a Petro, lo convierte en algo sospechoso y turbio, enlodando de paso el buen nombre de honorables personas.
Honorables personas son también los miembros de la Junta Directiva que renunciaron dignamente antes de someterse a los vejámenes de Quintero, que provocaron igualmente la renuncia de la Junta de Ruta-N. ¿De cuando acá, como insinúa Vargas Lleras, ser empresario y conocedor de los servicios públicos, tener buena reputación y excelentes relaciones profesionales y de amistad en el mundo de los negocios se ha convertido en un delito y motivo de escarnio? El ladrón juzga por su condición, dice la sabiduría popular. Bajo, bajo, ha caído el ex – candidato.
A la manera de Petro, despliega Vargas Lleras una serie de insinuaciones sobre las relaciones de EPM con las empresas de ingeniería antioqueñas y el sector financiero. Para alguien que no tenga una mente enferma de anti-capitalismo, no hay nada de extraño en el hecho de que EPM tenga relaciones comerciales con esas y muchas otras empresas de Colombia y de otros países. También han sido contratistas de EPM empresas de ingeniería de Bogotá, de otras partes del País y de otros países, cuando en buena ley se han ganado las licitaciones.
En la única parte donde pasa de las pérfidas insinuaciones a los hechos, Vargas Lleras miente descaradamente. Queriendo justificar las erráticas decisiones del alcalde Quintero, ensaya una analogía con lo acontecido en Porce III, donde supuestamente se habrían presentado gigantescos sobrecostos sin que EPM hubiese demandado a los responsables.
El presupuesto inicial de Porce III fue de US$ 948 millones. Los 550 millones de los que habla Vargas Lleras, por ignorancia o perfidia, corresponden a un estimativo de 2002, cuando no había siquiera un estudio de factibilidad. El costo final fue de US$ 1300 millones, lo que implica un sobrecosto US$ 352 millones, es decir, 37%.
Alguien que se pretende presidenciable, debería saber que entre 2005, año en el que se adjudicaron los contratos de Porce III, y 2010, año de su entrada en operación comercial, la tasa de cambio pasó $/US$ 2.300 a $/US$ 1900, promedio anual. Esto significa que el 24% del sobrecosto fue causado por la revaluación de la tasa de cambio. En pesos, el sobrecosto de Porce III fue 13%.
La mayor parte de ese sobrecosto se explica por obra adicional, situación frecuente en esta clase de proyectos, como debería saber Vargas Lleras. Porce III se entregó cuatro meses antes de la fecha prevista y recibió por la calidad de su ingeniería el premio de la Comisión Internacional de Grandes Presas. Así pues, señor Vargas Lleras, en Porce III no hubo demanda porque no había nada que demandar. El ejemplo del que se vale para darle sustancia a su argumento se viene al suelo y solo quedan las insinuaciones y las maledicencias del mejor estilo petrista.
No voy a ocuparme del tema de la demanda de Hidroituango que he tratado en otras partes. Basta con decir que en esto Vargas Lleras muestra una inmensa ignorancia solo comparable con su inmenso deseo de resultarle grato al alcalde Quintero. Para el largo ayuno burocrático al que ha estado sometido, uno o dos puestecitos en esa junta y un par de subsecretarías en la alcaldía es algo que no se puede desdeñar.
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