Si Dios está en todas partes, ¿para qué reabrir las iglesias?

“¿qué necesidad hay de abrir las puertas de los templos?, ¿a quién beneficia realmente?”

 Ya se han completado cuatro meses en cuarentena desde la llegada del COVID-19 a Colombia. A causa de esto muchos sectores económicos se han visto afectados, sin embargo, hace un tiempo uno de los que más ha venido sonando es el religioso. Es por esto por lo que en múltiples ocasiones diferentes entes de esta institución se han pronunciado pidiendo que se dejen abrir las puertas de las iglesias. Tanto así que hace pocos días se anunció la reapertura de iglesias en municipios no covid, pero ¿qué necesidad hay de abrir las puertas de los templos?, ¿a quién beneficia realmente?

El 20 de abril se envió una petición de los obispos al Gobierno para la reapertura de las iglesias, pues gradualmente se han venido activando otros sectores económicos, sin embargo, la respuesta a esta solo llegó el 26 de mayo. Tres días después la jefe de gabinete del Gobierno Nacional, María Paula Correa, sostuvo una reunión con la Conferencia Episcopal, para definir de manera conjunta «el protocolo adecuado para la apertura de Iglesias para la práctica religiosa en el país”, en el que se determinó que comenzarían las pruebas piloto en los lugares donde no hay casos positivos o hay muy pocos.

Se estableció que a estos lugares podrán asistir máximo 50 personas, todos deberán de permanecer sentados, no se comulgará, el distanciamiento físico tendrá que ser mínimo de dos metros, además las sillas deben de estar ubicadas en zigzag, será indispensable el uso del tapabocas y las personas que deseen asistir deberán hacer previamente una inscripción para evitar aglomeraciones. Pero ¿serán estas medidas suficientes para evitar la propagación del virus que se da tan fácilmente?

Ahora bien, teniendo en cuenta el empeoramiento de la situación actual por el aumento de los casos de coronavirus, me pregunto qué tan necesario es realizar la apertura de las iglesias y centros religiosos. Sobre esto Monseñor Froilán Casas dijo, para una entrevista publicada el 29 de mayo a RCN radio que: “esta es una exigencia apenas normal. Nosotros somos un pueblo creyente y las creencias son parte de la cultura en un país, por eso negar las creencias a un pueblo sería como castrarlo, mutilarlo, e iría en contra de la identidad del ser humano”.

Pero las declaraciones anteriores ciertamente me hacen cuestionar qué tan verdadero es que se le esté negando la creencia al pueblo colombiano, no sería mejor incentivar al autocuidado, quedarse en casa y así evitar que se siga esparciendo la COVID-19. Aunque, lo que sí es cierto es que con el cierre de iglesias lo que sí se ha visto afectado han sido los ingresos de las iglesias, tal y como le afirmó Monseñor Luis José Rueda a La República en la publicación del 20 de junio, el 90% de los ingresos de las comunidades católicas provienen de las donaciones de sus feligreses.

Y es que en Colombia funcionan alrededor de 5.000 templos grandes y pequeñas parroquias y cada una se sostiene, según el religioso, con las ofrendas, colectas y diezmos que las personas dan. Pero para nadie es un secreto que la iglesia no solo recibe este tipo de ingresos, pues goza de beneficios en pro al bolsillo de esta institución, uno de estos está concebido desde la expedición de la Ley 20 de 1974, que aprobó el Concordato del Estado colombiano con El Vaticano, la Iglesia católica ha sido considerada como no contribuyente, tanto en renta como en otros impuestos.

Sumándose a esto en 2015 la Dian reveló un informe en el que indicaba que a 2013 la iglesia en Colombia acumulaba un patrimonio de 9,7 billones de pesos y de ingresos en ese año más de 4 billones de pesos y según una columna de opinión titulada “Iglesias e impuestos; les llegó la hora” publicada el 28 de marzo de este año en el medio Asuntos legales “hoy, a 2020, estas cifras deben haberse duplicado”. Es decir que la iglesia, además de poseer mucho dinero, no paga impuestos.

Ahora analicemos estos valores, si tanta cantidad de dinero poseen las iglesias, porque no utilizarlo ahora para acolchonar los gastos como pago a empleados, servicios públicos y otros cuantos que se han tenido desde antes y se tienen en medio de la pandemia, sin necesidad de poner en riesgo a los feligreses y abrir de nuevo sus puertas, de forma apresurada y pensando solo en un “bien” para la institución pero dejando de lado los daños colaterales que supone el contacto social que tendrían las personas al asistir a centros religiosos.

Por ejemplo, buscar la manera de reinventarse, cómo lo ha venido haciendo la catedral basílica de Manizales, la cual al igual que muchos sectores, le tocó adaptarse a la virtualidad y aprender a llegar a sus seguidores de otra manera. Desde su cuenta de Youtube la Arquidiócesis de Manizales transmite en directo la misa a las 7:00 de la mañana de todos los días a puerta cerrada, sin embargo, allí en el canal virtual queda alojado el video para que las personas en el transcurso del día puedan acceder a él. Es así cómo han logrado obtener 15.000 seguidores al día en sus misas virtuales.

Y así lo han hecho muchas otras iglesias y han logrado mantener el contacto con los creyentes. Entonces me surge la duda sobre la solicitud que se está haciendo de parte de la iglesia, ¿es realmente por cuestiones de fe o por negocio qué se está pidiendo que vuelvan las personas a estos lugares? Es más importante para esta institución abrir sus templos y arriesgar a sus feligreses a un contagio sabiendo que es algo que se puede seguir presentando de manera virtual.

Los colombianos hemos demostrado que aún no estamos preparados para volver a la cotidianidad a la cual estábamos acostumbrados, pues a pesar de que es latente el peligro del virus aún no sabemos respetar los protocolos de bioseguridad y vienen en un aumento desenfrenado los casos positivos y las muertes. Entonces si según el catolicismo Dios está en todas partes, ¿qué necesidad hay de reabrir ahora las puertas de las iglesias cuando ya hemos superado los 300.000 casos?

Manuela Quintero Pérez

Estudiante de sexto semestre de periodismo de la Universidad de Antioquia.

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