“Si lo hacemos bien, la verdad que nosotros mismos decidamos rescatará la historia trágica de Colombia”
La verdad se nutre de la honestidad y se sirve de la veracidad de palabras y hechos. Cuando una verdad genera controversia, esta debe comunicarse siempre con una actitud de respeto y afecto; sólo así el mensaje recibirá la atención que merece. Pero en nosotros, los seres humanos, predomina una actitud de terquedad cuando de hablar de verdades se trata. A las personas no nos gusta que nos digan verdades que invaliden nuestras opiniones, creencias o valores. Es por esto, por lo que es especialmente difícil que aquellos que conocen una cierta verdad logren convencer a otros de la misma.
La verdad es compleja y elusiva, es más grande que nuestros medios de comprensión y está sujeta al cambio. Cuando cometemos el error de confundir opiniones con hechos y perspectivas con verdades creamos imágenes falsas de la realidad; una realidad que también es compleja. Pues al tratar de organizarla y acomodarla a nuestro ideal, estaremos olvidando que todo aquello que vemos y creemos conocer no es más que un pequeño cuadro de una fotografía más grande.
La verdad no se razona, se siente y se comprende desde lo vivido. Por tanto, no existe una sola verdad, las verdades dependen de las diferentes visiones y versiones de los partícipes de un mismo acontecimiento. Como colombianos tenemos la responsabilidad social de pensar en la verdad como valor, pero para lograr una comprensión estructural de lo sucedido, nuestra verdad debe identificar la construcción de un relato compartido que nos permita abrazar sin temor lo que nos pasó, cómo nos pasó y por qué nos pasó. Al comprender y darle sentido a lo vivido nos hacemos conscientes de la importancia de avanzar a la reconstrucción de la fractura social. Si lo hacemos bien, la verdad que nosotros mismos decidamos rescatará la historia trágica de Colombia, se lograrán mostrar nuevos relatos que identifiquen las diversas verdades de las comunidades de nuestro país, y con esto haremos posible una reivindicación de la memoria.
A pesar de lo anterior, debemos preguntarnos ¿Por qué nos incomoda la verdad de la historia colombiana? Propongo esta respuesta: porque el condicionante de la verdad es el dolor, el cual sanará con el perdón como acto gratuito. El perdón ubica un derecho a la libertad de conciencia que guiará el camino hacia la reconciliación. Pero para una sociedad que no es capaz de perdonar se requiere de cada ciudadano la voluntad genuina de reconciliarse. Si queremos lograr la construcción de un nosotros, como colombianos debemos superar el mayor problema que nos impide pasar página, requerimos hacerle en frente a una nación polarizada que reclama la unión y la reconciliación como proyecto político. Se nos hace obligatorio superar nuestro mayor desafío como sociedad colombiana: ser capaces de imaginar una sociedad reconciliada.
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