Cuando bajamos Pablo Iglesias y yo a Córdoba a contarle a Julio Anguita que poníamos en marcha Podemos, nos citó, antes de comer, en el bar enfrente de su casa donde se tomaba el aperitivo. Allí, con parsimonia senequista y puntualidad kantiana, cumplía con las buenas artes del diálogo cordobés a la sombra de un fino y unas aceitunas.
Y allí le contamos el proyecto de Podemos y se le humedecieron los ojos, agarrándose firmemente a los brazos de la silla. Era como si todo diera un vuelco y noté que le atravesaban mil sensaciones. Agradeció, nos dijo, el coraje, el que no nos sentáramos a esperar a ver qué pasaba, el que diéramos un paso adelante. Le dijimos que la valentía la habíamos aprendido de gente como él. Siguió, como era lo suyo, militando en el partido que había creado, pero nos contó que habíamos hecho lo correcto. También nos dijo que la iniciativa la habíamos ganado nosotros y que en política hay que salir a ganar. Él nunca se quedó quieto. Los partidos son instrumentos, no reliquias ni fortalezas.
«Anguita se ha ido como uno de los referentes de la dignidad política en España»
Julio se enfrentó al PSOE de la decadencia acomodaticia de Felipe González, con los GAL incluido, y Felipe González utilizó su influencia en el grupo PRISA para intentar convertir a Anguita en una caricatura. Eran los tiempos en los que González partía peras con Pujol y la sinceridad de Anguita era una molestia. Aquella idiotez del impostor Guerra de que a la izquierda del PSOE, sólo estaba el abismo, quedaba día a día desmentida por la figura de Julio. Tenían que intentar acabar con él. Y se pusieron manos a la obra. Como siempre han hecho, lanzaron sus treinta monedas a personas de Izquierda Unida que, en colaboración con El país, la SER y Canal Plus, estuvieron dispuestos a pasarse al PSOE. Los medios tenían que hacer el resto. De muchos de aquellos poco recuerdo queda y alguno que le adversó ahora anda defendiendo la lectura de la España plurinacional, de la Transición y de la Unión Europea que ayer le llevó a insultar al entonces coordinador de Izquierda Unida. Anguita se ha ido como uno de los referentes de la dignidad política en España. Los otros o son caricaturas o ya no están en la memoria.
Julio tenía un chaleco machadiano de cascarrabias. Y vaya que tenía un deje de cascarrabias. Le molestaba el fenómeno fan en la política y, desde ese mismo lugar de seriedad, era poco amigo de las componendas. En un momento dado, cargado de razón, se enfrentó con los sindicatos –hay que recordar que Fidalgo, Secretario General de CCOO, terminó en la FAES de escudero de Aznar-, se enfrentó con una parte de su partido –unos cuantos terminaron en el PSOE, acompasando la partitura de su deserción bajo la batuta implacable del director Rubalcaba- y medía al PSOE con la misma vara de medir que al PP, con aquello de las dos orillas, de manera que se adelantó a lo que luego diría en las calles el 15M.
Pero no era verdad que el PSOE y el PP fueran lo mismo, porque no eran igual ni sus militantes ni sus votantes. Aunque no era sencillo habitar en esas sutilezas en los tiempos del Rey emérito, cuando reinaba el bipartidismo que no dejaba ver la luz al final del túnel. El alma liberal del PSOE siempre ha compartido la lógica del régimen del 78 con el PP. Era evidente ayer y lo fue después. ¿O no defendieron acaso González, Guerra, Aznar y Rajoy una gran coalición del PP y del PSOE para que no gobernara Podemos?
«Con el Frente Cívico Anguita volvió a tomarle el pulso a la situación política española, igual que lo había entendido creando Izquierda Unida después del referéndum de la OTAN en 1986»
Sin embargo, aquella batalla era casi imposible en ese momento. Una izquierda contra los sindicatos, contra una parte de su partido, contra el PSOE, además de contra los medios, la patronal, Europa, el Vaticano y el Sursum Corda, tenía que, precisamente, atacar al cordis. Vamos, al corazón. Y como recordar es pasar dos veces por el cordis, Anguita se apuntó a los infartos. Maldita sea. Un corazón que ya estaba golpeado porque la guerra de Iraq se llevó en Bagdad a su hijo Julio, mientras cubría aquella carnicería. Maldita sea también.
Compartí con Julio el proceso del Frente Cívico (junto a su inseparable amigo, Juan Rivera, y Víctor Ríos y José Coy y Héctor Illueca y tanta gente que siempre tuvo en Julio su referente político). El Frente había nacido un año después del 15M, en 2012. Me tocó viajar todo lo que él no quería, que era mucho. Me encantaba tirar de humor cuando compartíamos escenario, contrastando con la seriedad de Julio. Me miraba medio sorprendido y reprimía la risa o se reía medio para adentro como lo haría en el siglo XIX un catedrático ante la impertinencia divertida de un discípulo. Que la política es una cosa muy seria.
Con el Frente Cívico Anguita volvió a tomarle el pulso a la situación política española, igual que lo había entendido creando Izquierda Unida después del referéndum de la OTAN en 1986. Igual que se lo había tomado en su Sur cuando en 1984 creó Convocatoria por Andalucía entendiendo que el tiempo electoral del PCE había pasado. Con el Frente Cívico supo que no era un momento de partidos, congeló el carnet del PCE y pidió que nos sumáramos gentes de diferente condición sobre la base de diez puntos mínimos para avanzar. Fue una aventura que sentó las bases de Podemos. Quizá os suene: un salario mínimo digno, pensiones dignas, apoyo real al desempleo, una renta básica, lucha contra la corrupción, contra los paraísos fiscales, la economía sumergida y la exenciones fiscales a la iglesia, por una banca pública y la nacionalización de sectores estratégicos, la lucha contra la obsolescencia programada, el desarrollo de la Constitución, la separación iglesia-estado o la reforma del sistema electoral. El programa pendiente de la izquierda española que retomó Podemos. Buena parte de la gente que participó de aquel acuerdo de mínimos para la unidad luego nos encontraríamos en la formación morada.
Hicimos un libro juntos, A la izquierda de lo posible, fruto de unas largas conversaciones en su casa de Córdoba. Me cocinó un bacalao desmigado con naranja. Un mes después, cautivado, le llamé para que me diera la receta, cosa que hizo como si fueran las instrucciones de la toma de la Bastilla: vamos a ver, en primer lugar… El embajador de Venezuela e España, Mario Isea, siempre ha dicho que el germen de Podemos estaba en ese libro de 2013. Por ahí se pasea el Anguita historiador y profesor de instituto, saltando de la Revolución Francesa a Fernando VII, de Carlos V a Primo de Rivera, pasando por la Virgen del Rocío, de los cien mil hijos de San Luis a la Transición pasando por el anarquista gaditano Salvochea. Y que termina, puro Julio, como no podía ser de otra manera: con la proclamación de la fraternidad.
Siempre he hablado mucho con él cuando estábamos en encrucijadas. Siempre estaba de acuerdo en el diagnóstico, pero le gustaba, al menos conmigo, dejar abiertas las conclusiones. Como si la terapia le correspondiera a cada cual. Recuerdo siempre su mirada cómplice cuando salía el tema de las persecuciones mediáticas. Cómo persiguieron a Julio y cómo nos acordamos de él cuando empezaron a perseguirnos a nosotros. Si él aguantó, nosotros teníamos que aguantar.
«Julio seguía preocupado, siempre, por el alma liberal del PSOE. Que no se comiera a Podemos. «Cuidado, que gobernar es muy traicionero»
La semana pasada le estaba convenciendo, con la complicidad de Agustina, la mujer que le hacía reír, viajar y hasta adentrarse en los misterios de las tecnologías, para que se metiera en el mundo del zoom e hiciéramos una entrevista para En la frontera. Me decía que la tuviéramos por teléfono y yo le decía que entonces por qué no por tam-tam. Que bien podría ser una app, pero era un chiste. La última semana entró en el mundo de Skype y me fue comunicado por Juan como si hubiera llegado la luz eléctrica al barrio de Fátima en Córdoba. Fue, en verdad, un avance y hubo fuegos artificiales en los medios. Esta semana íbamos a darle a tu entrevista y tenía una pregunta: ¿cambiará la pandemia la subjetividad de la gente o ganará otra vez la rutina neoliberal? Queda pendiente. Tu corazón tenía otros planes.
Julio seguía preocupado, siempre, por el alma liberal del PSOE. Que no se comiera a Podemos. «Cuidado, que gobernar es muy traicionero». Y cada vez que había una duda, un freno, una derrota, quería saber que no era por ningún cambio de conciencia. Nunca se bajó del programa, programa, programa y tampoco de las posibilidades que brindaba la Constitución del 78. Un comunista, qué paradoja, el más firme defensor de la Constitución española. Esa Constitución que la derecha agita e incumple.
«Y la izquierda que tiene que estar inventándose todos los días para no dejar de ser izquierda»
La última vez que hablamos nos emplazamos para hablar de los partidos en el siglo XXI. Y me dijo, como si fuera una conversación pendiente, que nunca hay que dejar que pase la derecha, «porque la derecha española no piensa, embiste». Y tampoco se olvidaba del PSOE y apuntillaba: igual que uno no es socialista solo porque lo diga. La derecha española franquista, monárquica, corrupta, golpista, que ahí está, como llegó a ver Julio, intentando reventar al gobierno de coalición desde los bulos, el filibusterismo parlamentario, la conspiración o la quiebra del confinamiento. Y la izquierda que tiene que estar inventándose todos los días para no dejar de ser izquierda.
Tú me debes una entrevista Julio, y yo te debo la reflexión sobre el partido que te prometí. Ya que no vamos a volver a pasear por las calles estrechas de tu ciudad, ya que no vamos a tardar una eternidad en llegar a cenar porque no nos van a parar tus vecinos para decirte lo que te quieren, te la llevaré a Córdoba, al bar de enfrente de tu casa, y con un fino se la contaré a Juan y a los compañeros del grupo Prometeo. En los azulejos veré tu perfil y en la misma mesa donde te contamos, les contaré a los compañeros. Seguro que hacemos bromas y contaremos cosas divertidas. Porque por dentro, como buen maestro, sabías que la risa es revolucionaria. Y a lo mejor así, solo a lo mejor, se me pasa un poco esta tristeza.
Comentar