“(…) Con el curso de la experiencia terminé dándome cuenta de que los pretendidos siervos de la ley eran, en realidad, sus señores, y señores despóticos e incontrolados que obligan a decir a los textos lo que jamás se hubiera pensado”. (Manuel Atienza)
Columna anterior del autor: El Buen Juez
Esta columna, fue motivada especialmente por la deuda que quedó, sin duda, en el texto anterior donde se pretendía realizar un elogio al hombre bajo el oscuro uniforme de la toga, que mediante su loable función trata de impartir justicia.
Ahora bien, no se puede cuestionar que han existido grandes hombres que han llevado con la más alta dignidad esta función, pero sin duda en una sociedad como la colombiana cabe cuestionar, qué pasaría si observáramos cómo la decisión judicial es instrumentalizada para beneficiar a unos pocos, ya que “ la decisión discrecional y creadora se traduzca en escogencia subjetiva y arbitraria no es solamente una eventualidad teórica, sino una posibilidad cotidianamente presente en la praxis judicial”[1]. Es aquí donde sin duda nos encontramos con la “otra cara de la misma moneda”.
Un caso particular fue el acontecido el pasado 17 de abril, donde fue condenado un ex juez de la república, que fue doblegado por la codicia y sus fallos fueron puestos a la venta al mejor postor.
Por lo tanto, debemos reflexionar sobre cómo se puede ver influenciada la orientación cultural de los jueces en el sentido de una subjetivación de sus escogencias generando así una incertidumbre sobre sus fallos.
Dicha discrecionalidad se puede desdibujar cuando el juez sirve de instrumento de unos pocos, o cuando dichos fallos sirvan como elemento distorsionador de la realidad, es aquí donde nos encontramos en una delgada línea entre la discrecionalidad y la arbitrariedad del juez.
Podríamos decir que los “pretendidos siervos de la ley” navegan en la delgada línea entre la discrecionalidad y la arbitrariedad, sometiendo así a su benevolencia la balanza de la justicia. Es por esto que se puede decir que la justicia ha sido cooptada por sus pretendidos siervos que, en realidad, son despóticos e incontrolados, los cuales la han llevado a un estado de penumbra y abandono.
Si bien no se puede deslegitimar la ardua lucha que sostienen varios jueces para enaltecer los mandatos de la justicia y poder impartir una “justicia reequilibradora” de los defectos sociales. No se puede desconocer que hay siervos que lo único que pretenden es someter a la dama de la balanza, despojándola de sus vestiduras y lanzándola al pozo más oscuro y profundo.
“El ‘juego’ del proceso no es un solitario ni una partida de dos (como incluso no raramente se piensa), sino una situación dinámica mucho más complicada, con muchos jugadores colocados en papeles distintos (…) incluso el juez ‘juega’, en cuanto participa en el juego y en él realiza varios movimientos, aunque no gane ni pierda al fin de la partida”[2] .
Cada que se relee del párrafo anterior, se arraiga una profunda duda, si en realidad el “siervo de la ley” no gana o pierde al final de la partida. Como decir que se pierde en un juego donde él puede inferir y moldear con aras de favorecer o legitimar, ya que como Ricoeur lo expresa “la fuerza bruta no triunfa sin un ejercicio de persuasión confiado a sofistas públicos”[3] , es ahí donde podríamos plantear que dichos siervos puede estar a los pies de unos pocos, de sus amos y señores, que piden que la justicia sea encadenada y olvidada. “Emerge en ese escenario un juez desdibujado por su manifiesta banalidad, endeble aun monstruo de muchas cabezas y que mina cada vez más la confianza de las personas frente a la institucionalidad estatal.”[4]
Para terminar este pequeño texto quisiera hacerlo a través de una breve reflexión de la película colombiana “la estrategia del caracol”, dirigida por el director Sergio Cabrera.
Esta película deja en evidencia, la brecha entre ricos y pobres, sus intereses y lo débil que pueden llegar a ser los que imparten la ley, los jueces cuyo liderazgo en ocasiones parece incapaz de carecer de voluntad para no dejarse tentar por lo corrupto.
El derecho fracasa cuando se doblega el poder impuesto por los privilegios, un juez que claramente condicionado por las circunstancias que le impiden ser completamente imparcial para que el juicio sea Justo.
La injusticia en busca de justicia encuentra trampas en la propia ley que le permiten aplazar un juicio a través de una cultura de trámites y formalismos excesivos que en consecuencia resulta conveniente para los inquilinos; si bien la película es un realismo mágico, muestra claramente un realismo social de nuestro país, donde se refleja la sociedad de la doble moral impuesta.
Inclinarse a favor del más fuerte es sencillo especialmente porque habitamos en una sociedad moralmente manipulada, donde todos los miembros negocian sus principios solo para favorecer los intereses de unos pocos.
Si bien es cierto que el mayor poder lo da el conocimiento, el estudio, el análisis, es importante para que el juez pueda impartir justicia de manera unánime, sin pensar en los intereses propios, deba conocer el alma, conocer al hombre, es cuando no es solo juez, también debe tener algo que va más allá de lo físico, entender lo psicológico y adentrarse en un campo que para muchos podría resultar difícil, pero para otros es donde verdaderamente está la clave de ganar sus juicios de una manera correcta y justa, podría ser la táctica principal para quienes ostentan el poder y poner en manifiesto las tácticas estratégicas de la ética, la justicia y la libertad.
[1] Taruffo M, Sobre las fronteras. Ed. Temis. Bogotá D.C. Colombia. Año 2006. Pg 181
[2] Taruffo M, Sobre las fronteras. Ed. Temis. Bogotá D.C. Colombia. Año 2006. Pg 144
[3] Ricoeur P, Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II. Trad. Pablo Corona. México D.F, México: Fondo de Cultura Económica.pg 352
[4] Agudelo M. Derecho Procesal del siglo XXI Visión innovadora Cp. V. Las cadenas de un juez cooptado por el poder. Una lectura sobre la corrupción en la justicia a partir del cine Colombiano. Ed. Universidad de Medellín.
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