Ante el actual dilema que enfrenta hoy el Gobierno Nacional por causa del coronavirus, de reactivar la economía o seguir en cuarentena, hay varias posiciones encontradas. Por un lado, estamos los mal llamados capitalistas o imperialistas que deseamos que esta reactivación se realice de manera inmediata, y por otro lado están los que se autoproclaman defensores del pueblo y argumentan que reactivar la economía del país es sentenciar a la clase humilde y trabajadora.
Estos autoproclamados defensores del pueblo no entienden las consecuencias que tendría para la clase trabajadora seguir en este confinamiento, pues, aunque suelen identificarse con las clases más humildes, nunca les ha faltado nada nada en la vida o no saben lo difícil que es hacer empresa en un país como Colombia.
Una de las defensoras acérrimas de seguir en el confinamiento es la actual alcaldesa de Bogotá, que a pesar de incumplir las medidas tomadas por el presidente de la República grita a todo pulmón desde el Palacio del Liévano que reactivar la economía es sentenciar a la clase trabajadora a una muerte segura.
Después de hacer una breve investigación sobre el tema, cabe recordar que, según el último censo del DANE, más del 25% de los colombianos viven en situación de pobreza y que casi el 50% de los trabajadores en las grandes ciudades y áreas metropolitanas son informales. Por otra parte, el desempleo en el país aumento un 1.8% a marzo de 2020 asentándose en el 12.6% de la población económicamente activa.
Cabe resaltar que en los empleados informales el DANE incluye aquellas personas que así no coticen en el sistema de seguridad social perciben ingresos de actividades económicas, como por ejemplo el vendedor de confites del bus o la señora que vende empanadas en la cuadra los fines de semana.
Analizando lo anterior, se puede concluir que la sentencia de muerte de la clase trabajadora del país se firmaría si no se reactiva la economía, pues más de la mitad de los trabajadores de Colombia viven del día a día o del rebusque, el cual lleva prohibido más de dos meses. Es decir, familias que vivían de estas actividades están sin ingresos y de alargarse dicho confinamiento podrían morirse de hambre. Y, por otro lado, los trabajadores formales están en la cuerda floja, pues el flujo de caja de las empresas colombianas no esta preparado para dos meses sin producción
Aunque el Gobierno ha hecho muchos esfuerzos para poder darle subsidios a dicha población estos no son suficientes y no hay “bolsillo” del Gobierno que alcance, pues es de recordar que las finanzas que tiene el Gobierno no están en condiciones de enfrentar una crisis económica de esta magnitud, no porque las hayan malgastado, sino por la forma en que las recibieron.
Para concluir, debemos recalcar que seguir con el confinamiento es una muerte segura para la clase trabajadora del país, pues los informales no están recibiendo ingresos y los formales se quedarían sin ellos por una quiebra masiva de empresas.
Reactivar la economía es una necesidad inminente de la clase trabajadora, pues, aunque la tasa de mortalidad global del coronavirus es del 7% de los infectados, en Colombia la tasa de mortalidad por hambre podría superar el 15% de la población total. Por lo anterior, no es hora de preocuparnos de si la gente se contagia o si no hay clínicas suficientes para atender a los contagiados, sino preocuparnos por que la gente tenga para comer y no morirse de hambre, pues a pesar de todo la vida es prestada y es preferible morirse de una gripa a morirse por no tener que comer.